Editorial
Hijos de la luz
Jesús anunció su muerte a la gente que le escuchaba, pero esta le respondió: “Nosotros hemos oído de la ley que el Cristo permanece para siempre. ¿Cómo,
- Actualizado: 18/4/2014 - 12:59 am
Jesús anunció su muerte a la gente que le escuchaba, pero esta le respondió: “Nosotros hemos oído de la ley que el Cristo permanece para siempre. ¿Cómo, pues, dices tú que es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado? ¿Quién es este Hijo del Hombre?”. Entonces, Jesús les dijo: “Aún por un poco está la luz entre vosotros; andad entretanto que tenéis luz para que no os sorprendan las tinieblas; porque el que anda en tinieblas no sabe a dónde va. Entretanto que tenéis la luz, creed en la luz para que seáis hijos de luz”.
Estas palabras recogidas en el Evangelio de San Juan transmiten la tensión angustiosa de la víspera de la crucifixión. Advierte a sus discípulos que uno de ellos -Judas- lo traicionará y que otro -Pedro- lo negará. Judas y Pedro representan la flaqueza de los hombres, aún de los más cercanos a él.
Pero no se arredra y pronuncia las palabras más hermosas y reveladoras de su magisterio espiritual: “Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto lo limpiará para que lleve más fruto. Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado”.
Dos mil años después de su presencia en la tierra, nos estremecen los relatos de los apóstoles sobre la muerte y resurrección de Jesucristo que evocamos en la Semana Santa. La meditación sobre la lectura de los evangelios nos abre el espíritu para que reivindiquemos la trascendencia de su sacrificio.
Cristo fue sometido al escarnio de la traición y el temor de sus discípulos, fue flagelado y torturado por los centuriones romanos en el duro camino del Calvario, fue vituperado por los judíos que reclamaron su muerte, fue interrogado en medio de grandes dudas por el romano Poncio Pilato, ante el cual expresó palabras que trasuntaron la dimensión infinita de la fe cristiana: “Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos, pero mi reino no es de aquí”. Le dijo entonces Pilato: “¿Luego, eres tú el rey? Respondió Jesús: Tú dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido y para lo que he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquél que es de la verdad oye mi voz”.
Más allá de los genocidios de Siria y Ruanda, más allá de los atentados terroristas y los vejámenes de los derechos humanos, más allá del hambre, de las persecuciones políticas y religiosas que todavía estremecen el mundo, más allá de las ambiciones del poder y los crímenes de los malos de corazón se levanta la fe en la dignidad humana proclamada por Jesucristo. Como vicario de Cristo, el papa Francisco encarna la justicia, la paz entre los hombres, el manto resplandeciente de la verdad.
Quizás más que nunca, los panameños, debemos rehabilitar el ejemplo de tolerancia y amor fraternal de Cristo. No debemos consentir que el rencor cave zanjas perdurables. Después del 4 de mayo, debemos abrazarnos y olvidar para siempre las trifulcas de la contienda.
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