La patria es el recuerdo...
- Gabriel J. Perea R.
- - Publicado: 07/4/2007 - 11:00 pm
No era suficiente convertirnos en una nación etiquetada con un precio por cada porción de nuestro territorio. Ahora, la ambición desmedida de unos pocos se asocia con poderosos intereses capaces de doblegar las conciencias de aquellos que dicen representar los intereses nacionales. Si es que alguna vez albergó en aquellos el sentir patrio de salvaguardar la nación.
Los esplendorosos días del istmo a pleno sol, de aquel sol abrasador que iluminaba nuestra tierra con la fuerza de la América india, puede que dentro de muy poco tiempo sea cosa del pasado. Tendremos que apelar a nuestra memoria para revivir las imágenes de aquellos días con ardientes fulgores de gloria. Esos imborrables recuerdos terminarán cuando nubes grises, asfixiantes, polvorientas y sin conciencia para distinguir entre herederos y desheredados, nos cubran a todos.
Esas nubes provendrán de la planta de cemento que se pretende construir en las faldas del cerro San Juan en Rodman, dentro de la tierra que fue nuestra antorcha ardiente durante generaciones. La brisa que nos recordaba el olor de las guayabas, nos proporcionará ráfagas compuesta de óxido de calcio, silicio, aluminio, hierro y magnesio. Los niveles de contaminación se elevarán, superando las ciudades más asfixiantes del planeta. Las enfermedades respiratorias serán epidémicas y tendremos que aprender a vivir con ellas.
Los torrenciales aguaceros que en el ayer disfrutamos, ahora nos permitirán no sólo respirar una dosis letal de minerales pulverizados, sino que nos rociarán de una mezcla pastosa que cubrirá nuestras casas, nuestros autos y nuestros bienes más preciados, a nosotros mismos y a nuestros hijos. Invadirá nuestras fuentes de agua, envenenando nuestros alimentos.
La contaminación terminará abruptamente con la fantasía de ser una ciudad donde ofreces tus pulmones a cualquier ráfaga de viento. Nos golpeará la triste realidad de las capitales del primer mundo, donde las ventanas están selladas para que la contaminación no los alcance. Ciudades donde los rascacielos están grises, cubiertos por el polvo. Ciudades donde no vale la pena intentar soñar a través de una ventana, porque no se puede ver ni un solo pensamiento.
Pero no todo está perdido, podremos seguir disfrutando de un paseo en bicicleta en la calzada de Amador, sólo que tendremos que utilizar, como parte habitual de nuestra indumentaria, algún tipo de máscara antigas. Podremos seguir visitando las playas cercanas al Canal, sólo que tendremos que acostumbrarnos a las palmeras grises, a los árboles cubiertos de polvareda; tendremos que acostumbrarnos a no perturbar al "señor Polvo", nuevo dueño del istmo, sino queremos enfrascarnos en un duelo interminable de estornudos.
Podríamos vivir con un escenario como ése, o tal vez nuestras peores pesadillas cobren realidad cuando levantemos un día la mirada y no podamos ver la bandera sobre el cerro Ancón. Cuando su cumbre sea cubierta por una espesa nube de cemento, neblina y mal tiempo y que, al mismo tiempo, un buque cargado de productos tóxicos encalle en las riveras del canal, derramando su letal carga y ocasionado un desastre sin precedentes; entonces serán días donde no será más claro el cielo y más brillante el sol.
Este negocio le ha permitido mantenerse y ayudar a su mamá, que es una señora de 72 años.
Ávila indicó que su horario de trabajo inicia a las 5:30 a.m. hasta las 7:00 p.m.
Kuna Yala significa en la lengua de los kunas "territorio kuna", la comarca también es conocida como San Blas. Se localiza en el noroeste del país, tiene una extensión de 2, 340.7 kilómetros cuadrados. Limita al Oeste con la provincia de Colón y al Este con Colombia, al Sur con las provincias de Panamá y Darién y al Norte con el Mar Caribe, donde hay un archipiélago de 365 islas que forman parte de la comarca.
La población total, según el censo de la Contraloría General de la República realizado en el 2000, es de 36,111 habitantes.
En los sitios turísticos promocionados por el Instituto Panameño de Turismo, Kuna Yala no queda por fuera.
Se indica que el Archipiélgo de las Perlas tiene "más de 300 islas de muy pequeño tamaño, pero de una hermosura que nada tiene que envidiar de otras islas caribeñas".
Los esplendorosos días del istmo a pleno sol, de aquel sol abrasador que iluminaba nuestra tierra con la fuerza de la América india, puede que dentro de muy poco tiempo sea cosa del pasado. Tendremos que apelar a nuestra memoria para revivir las imágenes de aquellos días con ardientes fulgores de gloria. Esos imborrables recuerdos terminarán cuando nubes grises, asfixiantes, polvorientas y sin conciencia para distinguir entre herederos y desheredados, nos cubran a todos.
Esas nubes provendrán de la planta de cemento que se pretende construir en las faldas del cerro San Juan en Rodman, dentro de la tierra que fue nuestra antorcha ardiente durante generaciones. La brisa que nos recordaba el olor de las guayabas, nos proporcionará ráfagas compuesta de óxido de calcio, silicio, aluminio, hierro y magnesio. Los niveles de contaminación se elevarán, superando las ciudades más asfixiantes del planeta. Las enfermedades respiratorias serán epidémicas y tendremos que aprender a vivir con ellas.
Los torrenciales aguaceros que en el ayer disfrutamos, ahora nos permitirán no sólo respirar una dosis letal de minerales pulverizados, sino que nos rociarán de una mezcla pastosa que cubrirá nuestras casas, nuestros autos y nuestros bienes más preciados, a nosotros mismos y a nuestros hijos. Invadirá nuestras fuentes de agua, envenenando nuestros alimentos.
La contaminación terminará abruptamente con la fantasía de ser una ciudad donde ofreces tus pulmones a cualquier ráfaga de viento. Nos golpeará la triste realidad de las capitales del primer mundo, donde las ventanas están selladas para que la contaminación no los alcance. Ciudades donde los rascacielos están grises, cubiertos por el polvo. Ciudades donde no vale la pena intentar soñar a través de una ventana, porque no se puede ver ni un solo pensamiento.
Pero no todo está perdido, podremos seguir disfrutando de un paseo en bicicleta en la calzada de Amador, sólo que tendremos que utilizar, como parte habitual de nuestra indumentaria, algún tipo de máscara antigas. Podremos seguir visitando las playas cercanas al Canal, sólo que tendremos que acostumbrarnos a las palmeras grises, a los árboles cubiertos de polvareda; tendremos que acostumbrarnos a no perturbar al "señor Polvo", nuevo dueño del istmo, sino queremos enfrascarnos en un duelo interminable de estornudos.
Podríamos vivir con un escenario como ése, o tal vez nuestras peores pesadillas cobren realidad cuando levantemos un día la mirada y no podamos ver la bandera sobre el cerro Ancón. Cuando su cumbre sea cubierta por una espesa nube de cemento, neblina y mal tiempo y que, al mismo tiempo, un buque cargado de productos tóxicos encalle en las riveras del canal, derramando su letal carga y ocasionado un desastre sin precedentes; entonces serán días donde no será más claro el cielo y más brillante el sol.
Este negocio le ha permitido mantenerse y ayudar a su mamá, que es una señora de 72 años.
Ávila indicó que su horario de trabajo inicia a las 5:30 a.m. hasta las 7:00 p.m.
Kuna Yala significa en la lengua de los kunas "territorio kuna", la comarca también es conocida como San Blas. Se localiza en el noroeste del país, tiene una extensión de 2, 340.7 kilómetros cuadrados. Limita al Oeste con la provincia de Colón y al Este con Colombia, al Sur con las provincias de Panamá y Darién y al Norte con el Mar Caribe, donde hay un archipiélago de 365 islas que forman parte de la comarca.
La población total, según el censo de la Contraloría General de la República realizado en el 2000, es de 36,111 habitantes.
En los sitios turísticos promocionados por el Instituto Panameño de Turismo, Kuna Yala no queda por fuera.
Se indica que el Archipiélgo de las Perlas tiene "más de 300 islas de muy pequeño tamaño, pero de una hermosura que nada tiene que envidiar de otras islas caribeñas".
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