HECHOS. Gran cantidad de ellos lo abandonaron todo por un mejor nivel de vida.
Venezolanos viven en Panamá con sueños y nostalgia de patria
Así como se establecieron en Panamá están en Estados Unidos, España y en otros países que les han dado apoyo. Sufren por los familiares que no han vuelto a ver y por las cosas que pasan en su natal Venezuela
- - Publicado: 29/9/2012 - 09:15 pm
REALIDAD DE ESTOS CIUDADANOS
943- mil 938 venezolanos han sido atendidos por Migración entre el 2009 y 2011.
- mil están en Panamá, según un estudio de Iván de la Vega, de la Universidad Simón Bolívar.
- están habilitados para votar en la Embajada de Venezuela, en Panamá.
DECISIONES Y OPORTUNIDADES
- [B]Sus hijos tienen[/B]la oportunidad de conocer otra cultura, pero sin olvidar sus raíces, aseguró Angélica Pluchino.
- Hay quienes logran establecer un negocio con la ayuda de sus paisanos y amigos panameños.
Hay decisiones en la vida que son muy difíciles de tomar, pero que a veces por circunstancias inesperadas hay que dejarlo todo para lograr un futuro mejor para tí y todos aquellos familiares cercanos que se dejan en el camino.
Esa es la realidad que viven muchos venezolanos, que por diversas razones han tenido que abandonar la tierra que los vio nacer, y dispersarse en diversas partes del mundo.
Un grupo de ellos, casi 24 mil, según algunas agrupaciones, están en territorio panameño, buscando una oportunidad que les permita progresar.
Cada uno tiene una historia que contar y por ello contactamos a algunos que decidieron compartir con este medio un poco de sus experiencias fuera de su natal Venezuela.
Uno de los casos es el de Victoria Murillo, quien nos manifestó: “salí de Venezuela con la intención y la visión de poder crecer en mi negocio y para tener la tranquilidad necesaria y la paz para educar y criar a mi hijo Ramón, que llegó de 7 años y ya tiene 10 y está muy feliz. También para conocer otra cultura y rehacer mi vida donde me sintiera libre y segura”.
Victoria es una profesional que busca crear el primer banco de imágenes en línea de Panamá, con la intención de construir la memoria viva de este país haciendo un catalogo de imágenes.
Se considera una emprendedora. “Panamá me ha permitido desarrollarme y continuar con lo que he venido trabajando desde hace 10 años en un ambiente de gente con talento”.
Victoria precisa que “a su verdadera Venezuela la perdió hace mucho tiempo, y definitivamente ya al final en los últimos días era como una extranjera en mi propio país, por eso creo que no fue tan difícil dejarlo todo”.
En realidad fue todo lo contrario, mi vida se convirtió en una constante aventura, pero muy real y no de película, con sus dificultades y con muchas cosas buenas.
“Hasta ahora no he regresado, me da miedo y tengo muchos temas pendientes aquí que no puedo descuidar”.
“Tal vez si de verdad cambian las cosas iría de visita a Venezuela, a ver a mi familia, algunos amigos que quedan por allá, e ir a todos esos lugares que marcaron mi vida y definieron de alguna forma ser quien soy”.
Aportes.
Otra de las personas que emprendió un nuevo camino es Carmelo Alfaro, quien es un chef y precisa que su aporte a la tierra que lo acogió, (Panamá) han sido los trabajos directos e indirectos, con los cuales ha logrado fusionar ambas culturas, la panameña y la venezolana, las que tienen mucho en común.
Alfaro nos cuenta que abandonó gran parte de su familia, amigos, y reconocimiento laboral.
“Las pocas veces que he ido a Venezuela ha sido para visitar a mi familia y voy por muy pocos días”.
“La salida fue muy triste para mí, ya que amo a mi país, pero lamentablemente el régimen que tenemos lo está destruyendo cada día más y quería seguir teniendo una buena calidad de vida”.
“En Panamá he conseguido paz y tranquilidad y he podido abrirme camino gracias a paisanos y nuevos amigos panameños que han confiado en mi calidad de trabajo, por mi empeño, mi constancia y responsabilidad”.
Logros.
Otro de los testimonios es el de Angélica Pluchino, quien precisó que cuando su familia decidió salir de Venezuela, unos tomaron el camino de Costa Rica, y mi hermana, mi principal compañera de vida, con su esposo y yo elegimos Panamá. ¿Por qué? Quizás porque se nos parece más a lo conocido, porque nunca nos hemos sentido extranjeros y por la facilidad que todavía hay para emprender e intentar cosas nuevas. Tal vez por eso también fue que elegimos Chiriquí.
“Aunque ambas somos unas enamoradas de la capital, y se nos llenan los ojos cada vez que entramos por la Cinta Costera de edificaciones hermosas, progreso, vida, ciudad, eventos, tradición en su Casco Antiguo. Para el día a día preferimos la tranquilidad y cotidianidad de Chiriquí, su naturaleza, gente amable entre las cuales nos sentimos en familia, para criar a nuestros hijos a solo minutos del fresco de Boquete, de las playas y del campo”.
“De allí se desprende que mis padres, siempre amantes del campo, decidieron trasladarse a Costa Rica, para dedicarse a lo que les gustaba hacer, la ganadería, especialmente los búfalos”.
“Con ellos se realiza un queso muy cotizado en los mercados gourmets, que es la mozzarella fresca, la que tradicionalmente utilizamos para elaborar ensaladas capresas, y al yo estar aquí, mi función es darlo a conocer y realizar los trámites para traerlo y distribuirlo, confiando en que será un excelente mercado”.
“A mí, particularmente, quien me trajo a Panamá fue ‘cupido’, pero no fue un panameño quien me cambió las coordenadas de vida, sino un costarricense con 18 años de vivir en Panamá, quien ve aquí también una tierra de oportunidades”.
“Al principio no es fácil, no te sabes mover, debes empezar por buscar desde un odontólogo de confianza hasta alguien que te arregle un zapato”.
“Poco a poco vas haciendo tuyas las calles, los nombres de los lugares, las fechas patrias, ya saludas gente en el supermercado. Y te das cuenta que ya tienes otra patria, porque esto no se trata de exclusividad; tal vez se quiere a los países como se quiere a los hijos, cada uno con sus características, con sus diferencias, con sus ventajas y desventajas, pero no por eso los quieres menos.
Extraño ciertos lugares y experiencias de mi infancia, que me gustaría compartirlas y repetirlas con mis hijos y sé que no será posible.
No es tan duro comparado con las generaciones anteriores como la de mis abuelos, que se separaban de su familia, de lo conocido, para tal vez no volverlo a ver jamás, sino tal vez en una eventual y monocromática fotografía que atravesaba el océano en el correo.
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