Editorial
Antros del vicio
Las imágenes de los reclusos armados con escopetas y pistolas saltando por el tejado de la cárcel de Colón revelaron la cruda realidad de las cárceles de
- Publicado: 01/10/2014 - 12:00 am
Las imágenes de los reclusos armados con escopetas y pistolas saltando por el tejado de la cárcel de Colón revelaron la cruda realidad de las cárceles de Panamá. Los televidentes se resistieron a aceptar que dentro de las prisiones las pandillas se enfrentan a balazos en presencia de policías temerosos de intervenir en medio del traqueteo de armas de grueso calibre. Pero esto es solo un aspecto de la situación carcelaria. La dolce vita es el contrapunto de la otra cara de los centros de reclusión, donde se venden drogas, licores de marca, los presos se bañan en piscinas de plástico, y se divierten en riñas de gallos, juegos de azar y otros entretenimientos de la peor especie.
Este inframundo carcelario golpea la conciencia de los panameños que trabajamos de sol a sol, ganamos cada balboa con honestidad y esfuerzo y pagamos impuestos para subvenir las construcciones de los establecimientos carcelarios que los delincuentes llevan a límites de anarquía y corrupción jamás vistos en este país. La policía encargada de la seguridad y los custodios civiles no están cumpliendo sus obligaciones puntuales. Contrario a ello, son acusados de la organización de un mercado negro que introduce armas, drogas, whisky y ron que venden a precio alto a los reclusos. No hay otra explicación a estos acontecimientos. Policías y custodios no pasan por las revisiones que cumplen familiares, visitantes, y hasta los abogados de los reclusos al momento de entrar a las cárceles. ¿Cómo entran, entonces, las armas de fuego, la mercadería del vicio a las prisiones? ¿Quiénes violan los controles?
Las autoridades del Ministerio de Seguridad y la dirección de la Policía Nacional tienen la obligación ineludible de eliminar drásticamente el relajamiento de los controles y la restitución del orden y la disciplina en las cárceles. Llamar centros de rehabilitación social a estos antros de la drogadicción y el alcoholismo resulta una ironía insoportable. Las promesas de estructurar modernos sistemas penitenciarios son únicamente promesas. El aumento de policías es una reacción simplista para un problema tan complejo y anárquico. Pero puede agravar la corrupción carcelaria si es que no se investiga en forma exhaustiva a los que aparentan controlar las cárceles y en verdad forman parte de una execrable cadena de explotación económica y moral de los detenidos. La medida preliminar debiera ser un cambio fundamental de los métodos de revisiones y controles, de suerte que no se permita la continuidad de las anomalías lamentables que presenció la ciudadanía. Después se podrá emprender una política penitenciaria que rehabilite a los reclusos con adecuados sistemas de enseñanza, por ejemplo, con talleres dentro de los locales que permita entrenarlos en oficios y carreras técnicas. Lo primero por hacer es desterrar la conversión de las cárceles en antros del vicio, del ocio y del crimen organizado.
Desde las cárceles se dan órdenes para homicidios, asaltos a establecimientos privados, secuestros de comerciantes, extorsiones, clonaciones de tarjetas de créditos, una vasta gama de delitos, con el uso de celulares, que conectan a los jefes de pandillas con los sicarios sometidos a sus tenebrosas directivas. Se asegura que el ascenso de la ola de delitos que azota a toda Panamá se debería, en gran medida, a las comunicaciones de presos y delincuentes en libertad. No perdamos el tiempo. Enfrentemos los hechos con realismo.
Para comentar debes registrarte y completar los datos generales.