Editorial
Descontrol
Ninguna institución, ningún productor agropecuario, ningún comerciante ni ningún consumidor respaldan el control de precios. El programa emblemático de Juan Carlos Varela, como el coronel de la
- Publicado: 22/8/2014 - 12:00 am
Ninguna institución, ningún productor agropecuario, ningún comerciante ni ningún consumidor respaldan el control de precios. El programa emblemático de Juan Carlos Varela, como el coronel de la novela de García Márquez, no tiene quién escriba alabanzas, sino unánimes rechazos. Otro foro universitario desmenuzó el tema “Regulación y el Programa de Control de Precios en Panamá”, organizado por el Centro de Investigaciones de la Facultad de Economía de la casa de Méndez Pereira, y lo calificó como una medida insostenible e ineficiente. Pero no solo la academia critica el programa, sino que los empresarios de Apede que manejan la praxis económica reclaman la derogatoria del decreto que firmó Varela con grandilocuencia gaseosa en las primeras horas de su errático gobierno.
Más le vale al gobierno tomar como pretexto la crisis desatada en Chiriquí para liquidar el descontrol de los precios de la canasta básica agujereada por la realidad. La destrucción de las hectáreas de cultivo de legumbres de las Tierras Altas ya desencadenó la lógica escasez de las hortalizas, y se presta a la especulación.
Las leyes elementales de la economía establecen que la rebaja de la producción de artículos de consumo masivo o de cualquier índole origina la elevación de los precios en el mercado. Vladimir Lenin dijo que los decretos no cambian la realidad de la economía, cuando se enfrentó a la rebelión de los campesinos rusos que se negaron a producir remolacha y repollo por debajo de los costos.
La experiencia histórica demuestra que el control de precios representa un modelo de fracaso para el comunismo, capitalismo o cualquier otro régimen ideológico porque castiga y arrebata estímulos a todo el mundo. Basta mirar lo que acontece en los alrededores latinoamericanos —Venezuela, sobre todo— para verificar que el control descontrola la productividad y que los arrestos de comerciantes supuestamente especuladores agravan los problemas en vez de mitigarlos.
Panamá está soportando la naturaleza coloidal de un gobierno que pretende ser un poco sólido y un poco líquido. Combina iniciativas autocráticas dignas del chavismo: persecuciones políticas a los adversarios, agravia el principio constitucional de la presunción de inocencia, enciende hogueras de linchamiento mediático, hace nombramientos de funcionarios reñidos con las leyes, corroe, en fin, el orden jurídico.
La Asamblea Nacional es la resurrección del tribunal de santo oficio que condenaba, sin pruebas, a los disidentes religiosos sospechosos de herejía. Prueba de ello es que cuando la contralora, Gioconda Torres de Bianchini, reveló que 378 funcionarios del gobierno actual han presentado copia autenticada de la declaración de bienes y que deben cumplir 10,000 con la exigencia constitucional, los diputados panameñistas presentaron una resolución para removerla del cargo.
La menguada representación panameñista no tiene los votos para aprobar un acto de venganza disfrazado de resolución. Los legisladores del PRD se apresuraron a negarle respaldo porque no podrían ser cómplices de un desbarajuste legislativo de tal calaña. Sin embargo, la resolución pinta por entero la sed de venganza de los que intentan distraer la atención con un circo romano en el que son leones famélicos, sin llegar a la categoría de gladiadores. Levanten la carpa y pónganse a trabajar.
Para comentar debes registrarte y completar los datos generales.