Editorial
Día de reflexión
- Publicado: 20/12/2014 - 12:00 am
Retrocedemos en el tiempo a través de las imágenes de la televisión, rememorando el tiempo aciago de la dictadura norieguista y la intervención militar de Estados Unidos. Una disposición gubernamental propone que reflexionemos sobre los sucesos de hace 25 años, vale decir qué causas generaron los males fatídicos sobre la sociedad panameña, qué hemos hecho y qué debemos hacer para que el presente se libere de las contaminaciones de la autocracia.
El año 1989 fue el epílogo sangriento de la dictadura militar y sus secuaces civiles. Manuel A. Noriega está en la cárcel purgando delitos aún sin proceso judicial. Sin embargo, están libres y actuantes en las actividades políticas tanto exmilitares como civiles que formaron parte del sistema que provocó tantos desastres a la sociedad panameña.
Con mano generosa la democracia no enjuició a los cómplices de la dictadura, no los desalojó de la política. Al contrario, tolera que el PRD, que acuerpó muchas vilezas, continúe activándose en el escenario político, no obstante, que conocidos miembros del partido creado en los cuarteles apoyaron la desaparición y la usurpación de partidos políticos históricos, como el arnulfismo. La gran paradoja es que enemigos irreconciliables de ayer, panameñistas y perredistas, hoy comen del mismo plato, no por un espíritu de reconciliación fraterna, sino por crudos intereses politiqueros.
La dictadura militar se encarnizó contra sus dirigentes, masacrándolos, desterrándolos, persiguiéndolos, usando el nombre del partido con ventajismo electoral fraudulento. Pero los gobernantes panameñistas sufren un repentino ataque de amnesia, cubriendo con ignominia el legado de los fundadores históricos del partido.
Por su lado, los perredistas no han pedido perdón, ni lo pedirán, por sus culpas y agravios. Tras 25 años del desenvolvimiento político, no muestran propósito de enmienda. Siguen tan campantes como en la era dictatorial, recurriendo a negociaciones espúreas para detentar el poder que los electores les negaron en las urnas y a las artimañas que continúan caracterizándolos para ganar elecciones en los circuitos del interior.
Prohibido olvidar reza un eslogan publicitario. Ciertamente no se pueden olvidar los estragos humanos de los bombardeos de la invasión norteamericana. Pero menos se podrían olvidar las violaciones de los derechos humanos de la dictadura militar y sus esbirros políticos, porque los verdugos de ayer se refugian en la democracia sin exorcizar los demonios del totalitarismo.
Se apoderaron de periódicos; asaltaron radioemisoras; entraron a manos llenas en las arcas fiscales; apalearon a los civilistas; agredieron con matones de los batallones de la indignidad a Guillermo Endara, Guillermo Ford y Ricardo Arias Calderón y los valientes panameños que los respaldaron entonces. Sin embargo, algunos exmilitares pegados a Noriega pretenden presentarse como héroes de una resistencia imaginaria y no faltan civiles prodictatoriales que levantan la mano para acusar cuando deberían agachar la cabeza para poder redimirse de las atrocidades perpetradas.
La historia vuelve en espiral, advirtió Arnulfo Arias. La cacería de brujas se ha desencadenado con el aliento contradictorio de medios que fueron clausurados por la dictadura y hoy celebran la alianza política contra natura. En este día de reflexión es prohibido olvidar las garantías constitucionales, frontera que separa la democracia y la dictadura.
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