En Curundú sobreviven, aunque no haya empleo
- José Alberto Chacón
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- - Actualizado: 17/1/2017 - 05:56 am
Poner las suelas de los zapatos sobre Curundú no es juego de niños, a pesar de que la zona está llena de infantes a toda hora.
El barrio al que se le hizo una cirugía de fachada hace apenas 5 años, mantiene el mismo espíritu de aquel caserío de madera que sobrevivió por décadas en medio de inmundicia.
Llegar a Curundú, si no eres vecino, es sinónimo de interrogatorio, de miradas que rechazan, que cizañan.
Da la impresión de que cada día es un 24 de diciembre. Las voces de Héctor Lavoe, Rubén Blades y Willie Colón bajan y suben los escalones de muchos de estos multifamiliares.
Pero últimamente, el congo de avispas permanece alborotado en Curundú. La razón: el Banco Hipotecario ha clausurado 34 apartamentos por falta de pago.
Esos propietarios ignoraron el llamado de la institución que también les sonó la alarma a otros 124 inquilinos.
Cada dueño de apartamento en Curundú paga 50 dólares al mes; los otros 70 los subsidia el Estado.
Pero la sequía laboral ha generado desempleo, sobre todo, por la merma en la construcción, tal como le sucedió a Jorge González.
Luego de dos años y medio de haberse entregado la renovación completa de Curundú, Jorge quedó sin empleo. Él paga su hipoteca con la venta de verduras y frutas.
"La situación está dura. Mucha gente piensa que no queremos pagar, pero en realidad no hay trabajo", contó este residente.
Para desconectarse de esa realidad, juega al dominó con otros vecinos, mientras una que otra señora le compra cebolla, yuca o ñame.
Otros curundueños como "Perla" laboraron para la Línea 1 del Metro de Panamá. Esta obra también dejó a muchos sin empleo una vez se terminaron. La mujer de 40 años cuida a sus tres nietos mientras lleguen buenas noticias.
"Nosotros queremos pagar los apartamentos, pero sin trabajo cómo vamos a hacer. Varela nos quiere quitar nuestras viviendas y eso no es justo", expresó "Perla".
A los 34 propietarios que hicieron caso omiso al Banco Hipotecario les sellaron las puertas con soldaduras para que no entraran y así pudieran acudir a la institución a acomodar su deuda.
Barrio por dentro
Muchos de aquellos apartamentos parecen pequeñas celdas; la delincuencia no conoce de vecinos o amigos, entra sin permiso.
Entre rejas se aprecia a adultos mayores que se divierten viendo los plasmas. Dentro de esos inmuebles también se aprecian grandes cerámicas, enormes neveras y cuanto adorno quepa.
Los niños que están en edad de soñar con ser Neymar o Messi patean pelota; los que no, mantienen los dedos pegados a una tableta o lanzando piedras al río que fue bautizado con el mismo nombre del barrio.
La cámara filmadora sirve para que la mayoría huya o incluso corra. Pero también sirve para que unos pocos abran las bocas y una que otra puerta.
Así lo hizo "María", quien no brindó su nombre de pila ni quiso que la retrataran. Ella está molesta con el Ministerio de Vivienda y Ordenamiento Territorial (Miviot) porque le clausuró su fregador.
"Eso empezó a echar agua hace dos meses; llegaron a verlo y en vez de solucionarlo, lo que hicieron fue condenarlo, cómo quieren que les pague el arriendo si aquí vivimos peor que en las barracas", expresó la inquilina.
Hay otros que viven encerrados en su propia casa como Dioximus, un Guna que lleva 30 años ahí. Su queja es por la luz. Dice que el Gobierno les prometió subsidiarla.
Actualmente, el servicio eléctrico es por prepago, compran una tarjeta de 300 kilovatios, y esta les debe durar el mes completo porque si consumen más de eso, el costo de electricidad se eleva un 10%. Hay ocasiones que a días de cumplir las cuatro semanas se quedan sin luz.
La historia de Margarita, una niña de 5 años deja con la boca abierta, la niña cayó de un tercer piso porque las barandas de las escaleras fueron cortadas por un orate que las vendió a una empresa recicladora.
Su caída no le provocó rasguño alguno, solo el susto a Marta, su madre que conversaba con una vecina en una torre contigua.
Según Marta, la culpa es del Gobierno y reitera que el presidente Juan Carlos Varela no es bienvenido allí.
Los residentes de Curundú afirman que nada ni nadie los sacará de allí, aunque dejen de pagar.
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