Análisis
¿Persecución o lucha real contra la corrupción?
...existencia de una justicia selectiva que mandaba a unos para la reja y a otros ni los tocaba o llamaba a dar siquiera explicaciones. Se evidenciaron dos claros grupos: los perseguidos del Gobierno y los amiguitos del poder político en turno.
- Silvio Guerra Morales
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- - Publicado: 09/2/2018 - 12:00 am
Se apostó, y no lo dudo, por parte del Gobierno, que la agenda de la lucha anticorrupción tendría sus buenos réditos para las próximas elecciones y que, al mismo tiempo, vertería una aureola de credibilidad en quienes lo ejercen. Se creyó, firmemente, en esa directriz. Sin embargo, fui uno, entre los primeros, en advertirle al país que, en lo personal, coincidiendo yo en esa lucha sin condiciones ni cortapisas contra la corrupción, no me agradaba que el enfoque de la misma se centrara, de modo único y hasta exclusivo, solamente contra quienes habiendo sido parte del gobierno anterior, se presentaban como denunciados o querellados penalmente. Que la agenda del gobierno actual, en clara expresión de transparencia y claridad, en esa lucha, debía extenderse a periodos gubernamentales del pasado, sin excluir de la libreta a gobierno alguno, máxime si se pasaba revista a los grandes escándalos en que se vieron inmersos esos gobiernos y que no es el caso mencionar en este artículo de opinión. No pasaron muchos meses, en el primer año de este gobierno, cuando empezaron a alzarse voces enérgicas, en un principio, por parte de un reducido o minúsculo grupo de personas, todas ellas adscritas en el credo de un Cambio Democrático, cuando empezó a hablarse de la existencia de una justicia selectiva que mandaba a unos para la reja y a otros ni los tocaba o llamaba a dar siquiera explicaciones. Se evidenciaron, de este modo, dos claros grupos: los perseguidos del Gobierno y los amiguitos del poder político en turno.
Decimos "·perseguidos" porque sin duda alguna que la oposición supo canalizar, en bien propio, la llamada lucha contra la corrupción y por ello acuño expresiones y frases, tales como: justicia selectiva, persecución política, y fue así como la agenda de la lucha contra la corrupción, de la cual se excluyó, por razones obvias, al propio gobierno actual, empezó a perder credibilidad en el seno popular. Es decir, se fue reduciendo o minimizando el índice de credibilidad que en un principio podría tener el credo de esa lucha que, según se expresaba, nacía desde las propias entrañas del Gobierno. Pero sucedió, al final de cuentas, lo que tenía que suceder. El gobierno actual se excluyó de esa agenda, de modo que la palabra "corrupción" solo aplicaba para terceros, para los de afuera del Gobierno, no para los que están con el Gobierno, participan del Gobierno y comen del Gobierno haciendo grandes negocios, contratos, licitaciones, etc. o que, en alguna medida, son mirados con buenos ojos y hasta consentidos. ¿Qué ha sucedido entonces? Sencillo, se volteó la tortilla. El discurso de la lucha contra la corrupción ha perdido. Tiene cero credibilidad y los ataques de políticos del pasado gobierno han devenido en un salvamento popular en beneficio y a favor de ellos, como quien dice: "no podemos creer que los corruptos solamente estaban en el gobierno pasado ¿y en el actual, y en los del más pasado? En, fin el pueblo no es tonto. Todo empieza ya a hacer mellas del comportamiento de la política criolla.
Ese criollismo político muestra decadencia, falsedades y falacias argumentativas en el discurso que gesticula a los extremos de aceptar algunas "mea culpas". Nadie cree, nadie quiere creer, la Patria sucumbe. Las componendas políticas y las armazones politiqueras han dado al traste con la misma institucionalidad del país y el Estado de derecho. El liderazgo se ha ausentado y el país marcha de tumbo en tumbo. Las alegorías a la democracia, del mismo modo, devienen en falacias argumentativas y que el país, simple y sencillamente, se cansó. Nunca antes se había advertido un agotamiento, producto y resabio de las mentiras acuñadas en tantos lustros o quinquenios de ejercicio del poder político por la clase partidista, como el que estamos viviendo en la nación.
El Gobierno. ¿Qué debe hacer? Sin ínfulas de consejero, pero pienso que debe recomponer, aún hay tiempo, sus lazos con el pueblo, como dicen algunos politólogos "tirar puentes" con los sectores populares, con sus bases y líderes. Que la consigna de "El Pueblo Primero" no se quede en la demagogia perversa o en la odiosa mentira y que, sin alternativas por tomar, como las sugeridas, terminemos convenciéndonos, aún más, de que todo ha sido un vulgar engaño.
Abogado
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