13 de marzo
- Jorge Puente Blanco
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- - Publicado: 26/3/2017 - 12:00 am
Sometido al más intenso y arriesgado clandestinaje, en la propia capital cubana, con todos los cuerpos represivos de la dictadura en su persecución, José Antonio Echeverría, presidente de la Federación Estudiantil Universitaria, dirige y ejecuta la acción del ataque al palacio presidencial con el tirano en su interior, la búsqueda que conllevaba la acefalía del régimen, la intensificación de la lucha insurreccional y el apoyo inmediato a la Sierra Maestra, donde las guerrillas señalaban el triunfo revolucionario.
Se cumplía la Carta de México, firmada por ambos líderes del Directorio Revolucionario y el Movimiento 26 de Julio respectivamente, bajo la consigna de ser Libres o Mártires.
Al regreso del segundo encuentro con Fidel y sus combatientes, en la capital azteca, apenas pone un pie en La Habana, José Antonio inicia su estrategia rebelde. A los dos días conversábamos algunos detalles en la Universidad de La Habana. Otros dos días más tarde, su organización ajusticia al jefe del Servicio de Inteligencia Militar y se destapa el genocidio mayor, orientado públicamente por el propio dictador.
La temeridad de Echeverría no tiene límites, continúa ordenando distintas acciones armadas hasta lograr la acción principal en el palacio presidencial.
En el enfrentamiento directo con un patrullero de la policía, al descubierto, sin ninguna protección, era su hábito, encuentra la muerte, convencido del éxito de su organización en el magnicidio y el desarrollo de la lucha armada que consagró en su testamento político.
En este breve relato podemos resumir su personalidad; la proyección revolucionaria de este dirigente de aquella epopeya cubana que alcanzó el triunfo menos de dos años después.
JAE fue un líder incansable, de valentía y generosidad única, con profundo y desinteresado patriotismo, fiel a la tradición universitaria.
Aquellos últimos meses antes del martirologio señalaron el camino, la Universidad cerró sus puertas y se abrió el Frente Guerrillero del Escambray por el Directorio Revolucionario; en una sola tropa aguerrida, con el Che y Camilo para la liberación de Las Villas, mientras el Oriente tenía el mismo destino por el líder de la Revolución.
A grandes rasgos, este fue el epílogo de la lucha armada, el holocausto de un pueblo que nunca se ha rendido.
Resulta imposible tergiversar la Historia, ahí están los hechos y personajes, los verdaderos actores para un destino feliz y superior.
Estas son las fuentes verdaderas y únicas, no hay otras.
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