Análisis
54 años después
No es digno de gente de bien el mendigar justicia a los corruptos, sino combatirlos. En palabras del maestro Silvio Rodríguez, "… el sueño se hace a mano y sin permiso …".
- Juan Carlos Rivera
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- - Publicado: 18/1/2018 - 12:00 am
54 años después, los panameños nos unimos para combatir a un enemigo cuyos perjuicios superan con creces a los de aquél que, por casi un siglo, sirvió de blanco para nuestro dedo índice. Sin embargo, hoy el que acusa es el pulgar. La causa que una vez unió a nuestra gente se convirtió en historia aquel 31 de diciembre de 1999. Por desgracia, fue reemplazada por muchas otras que hasta ahora hemos sido incapaces de definir y mucho menos de enfrentar. Hablo de la propia culpa. Sí, esa culpa que mantiene a nuestro país sumido en el subdesarrollo, del que solemos desligarnos en nuestras ensoñaciones de prosperidad, pero al cual en realidad nos postramos cada día más, gracias a nuestra actitud de cómplices activos o pasivos de un sistema que premia el crimen y castiga la honestidad. Un sistema que decimos aborrecer, pero con el cual colaboramos con nuestras malas acciones o nuestra inacción.
Manifestamos estar "cabreados" de tanta corrupción, pero le prodigamos nuestra confianza a los perfectamente identificados corruptos, supuestamente por conveniencia, una "conveniencia" que siempre revierte en sinsabores. Y luego nos quejamos, como si nuestras acciones no tuvieran nada que ver con nuestras desgracias. Prueba de ello es el hecho de que, a pesar de todo el autodescrédito del que se han hecho justos merecedores nuestros gobernantes y su estructura de sugestión y manipulación de masas, mejor conocida como partidos políticos, 1 de cada 3 panameños está inscrito en alguno de estos y, peor aún, el número de adherentes va en aumento.
Me pregunto si aquellos que expusieron sus vidas aquel 9 de enero de 1964 tenían idea de que, 54 años después, habría que combatir a quienes, en aquel entonces se limitaron a omniscientemente presenciar los acontecimientos desde la comodidad de su opulencia, para luego disfrutar de una "soberanía" que nada les costó ni a ellos ni mucho menos a su ungida descendencia. Es decir, unos ordeñaron la vaca, mientras que otros se han estado tomando la leche. Un episodio más del triste drama latinoamericano, en el que el pueblo aporta los muertos, y la "nobleza", el apetito insaciable.
Cincuenta y cuatro años después, salimos a las calles a pedir justicia a aquellos que se alimentan de la injusticia y que seguramente serán los laureados protagonistas del próximo circo electoral, pues no solo son dueños del poder económico y político, sino de la deplorable conciencia de la masa de tontos que insiste en creer en ellos, y que, por desgracia, representa a la mayoría de nuestro pueblo en un desafortunado sistema democrático. Pueblo este cuyas perspicacia y expectativas de vida son cada vez más bajas, a pesar de sus elevadas alucinaciones y constantes desvaríos.
El tiempo no da tregua, y con él se lleva las fugaces oportunidades de un verdadero desarrollo, el cual difiere en gran medida de las fantasías que hasta ahora nos han vendido para apaciguar nuestras calamidades. No es digno de gente de bien el mendigar justicia a los corruptos, sino combatirlos. En palabras del maestro Silvio Rodríguez, "… el sueño se hace a mano y sin permiso …". Al fin y al cabo, los decentes siempre hemos sido los más; solo nos resta despertar, unirnos y hacer valer nuestra superioridad numérica cada 5 años.
Coordinador Centro Especializado en Lenguas Universidad Tecnológica de Panamá Centro Regional de Azuero.
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