Bellezas viales
Otro ejemplo de desatinada disfuncionalidad lo encontramos en el entronque del Corredor Sur y Atlapa, donde el tráfico vehicular en dirección a Panamá Viejo es constreñido a un burlesco desvío detrás del hotel Sheraton para retomar la vía Centenario.
- Jaime Figueroa Navarro
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- - Publicado: 03/3/2018 - 12:00 am
No pretendemos ser ni arquitectos ni ingenieros ni especialistas en construcción de carreteras y caminos, solamente estamos dotados con un toque de sentido común que nos distancia de lo absurdo en el quimérico diseño de la red, la maraña que nos une y nos separa, en el cotidiano tranque capitalino.
Nos gustaría señalar algunos ejemplos, las cosas como son y cómo deberían ser porque, dentro de su muy nutrido organigrama, el Ministerio de Obras Públicas debiese contar con un departamento que se dedique a escudriñar, observar, razonar y resolver los cuellos de botellas causados por la diestra pereza de diseños arcaicos, aprobados por menganito, sultanito y numerosos sellos de corrupción e ineptitud, que no sufren cambios y que bien pudiesen enumerarse en el listado de promesas electorales de determinados candidatos a puestos públicos que raudamente gozarían con abundantes votos.
Como a muchos se nos ha desvanecido el tema del listado de Odebrecht, para refrescar la memoria iniciemos nuestro análisis con su obra emblemática, la Cinta Costera 1. Construida durante el periodo 2007-2009 a un costo de $189 millones, cuenta con una extensión de 26 hectáreas que incluye la nueva vialidad para el área de la costanera Avenida Balboa, extendiéndose desde Punta Paitilla hasta el Mercado de Mariscos.
En aquellos tiempos existía un islote que separaba el tráfico bidireccional del diseño original de Avenida Balboa, que el fósil Irhe utilizó para la construcción de temerarias torres de electricidad de alta tensión durante el periodo de la dictadura, que no solamente representaban una amenaza al conductor, sino también marchitaban el malecón capitalino. Las torres desaparecieron, no así el islote, ya sin funcionalidad, que afecta la fluidez del tráfico vehicular.
La eliminación del islote permitiría una sana circulación, sobremanera en los puntos de intercambio donde se crean descomunales cuellos de botellas.
En su diseño original, Odebrecht contempló la construcción de puentes peatonales, sumamente prácticos para el creciente fluido de transeúntes, obviando algunos puntos clave que, arcaicamente, se manejan con semáforos, en las intersecciones de avenida Aquilino de la Guardia, Contraloría, calle 39 Bella Vista, Hospital Santo Tomás y El Marañón. Construyendo esos nuevos puentes peatonales, como ha debido ser desde el inicio, otro gallo canta.
Otro ejemplo de desatinada disfuncionalidad lo encontramos en el entronque del Corredor Sur y Atlapa, donde el tráfico vehicular en dirección a Panamá Viejo es constreñido a un burlesco desvío detrás del hotel Sheraton para retomar la vía Centenario. La genialidad azteca de su constructora, ICA, que entregó la obra a inicios de siglo, sirve como botón de irrazonables torpezas viales y venerada aprobación por ineptas y, seguramente, deshonestas autoridades.
La extensión de la vía Israel y túneles de convergencia en puntos clave agilizaron considerablemente el tráfico vehicular en la zona. A no ser por la falta de educación vial de los conductores en puntos de intercambios que obligó a las autoridades del DNTTT al cierre temporal de la intersección con vía Brasil, que absurdamente, un lustro después aún permanece sellado, obligando al desvío hasta la intersección entre Hospital Punta Pacífica y Multicentro.
El colmo tal vez más descomunalmente absurdo se aprecia en la intersección del patio del metro al retorno del centro comercial Albrook, donde se obliga al tráfico a circular aproximadamente 500 metros adicionales para retomar la vía opuesta. El desgaste de combustible y tiempo obligan a razonar la incapacidad mental de los sádicos gestores de estos caminos. De seguro existen otros copiosos ejemplos que rascan el cerebro de frustrados conductores en lo que se cierne cada vez más en la cárcel de concreto en que se ha transformado nuestra metrópoli.
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