Análisis
Confiando en nosotros mismos
...que nos embriague en la confianza en nosotros mismos para de una vez por todas levantar nuestra potencialidad a su máximo nivel, alejados de los falsos fariseos que permanentemente se turnan el poder, juguete vulgar de pasiones populistas.
- Jaime Figueroa Navarro ([email protected])
- - Publicado: 21/4/2018 - 12:00 am
John es un simpático jubilado gringo de Pensilvania. Bigotudo galán que temprano en su trayectoria optó por el servicio militar (nunca le indagué si este fue voluntario u obligatorio porque no viene al caso), trasbordado a Panamá donde conoce a Elsa, una guapa jovencita, desde hace décadas su infatigable esposa, quien, a pesar de sus raíces istmeñas, medio siglo después, al dirigirle la palabra me contesta con Quakeriano acento en inglés. Ya camino a Tocumen, posterior a breve estancia, portando una guayabera que de seguro ha de sentar en el aeropuerto de Harrisburg como un kilt, o falda escocesa para hombres, lo haría en el Istmo, indaga, aun maravillado: ¿cuándo comenzó esto, lo de los rascacielos, este maravilloso cambio que enana a mi ciudad allá en el Norte? Es una pregunta que exige, cual papagayo, de un resoplido que solamente acalla al arrimarnos al aeropuerto unos 35 minutos después. John, tú conociste un Panamá colonial, donde los gringos cruzaban la Avenida 4 de Julio, al otro lado de la Zona del Canal, para acercarse al Ancón Inn y pasmar la sed con una o varias gélidas cervezas Balboa a un cuara (25 centavos) cada una. Utilizando metafóricamente el lingo castrense, nos trasladamos en una cápsula cinco siglos atrás, al periodo español donde la catedral de la ciudad de Panamá La Vieja como presagio a lo que acontecería en la primera ciudad del Pacífico, fungió como el rascacielos más alto del continente hasta que el pillaje de Henry Morgan en 1671 obligara su traslado al Casco Antiguo. De allí pernoctamos brevemente en cada uno de los capítulos istmeños hasta nuestra verdadera independencia el 31 de diciembre de 1999, cuando el último soldado americano abandona Panamá. De España a Colombia con una sobremesa francesa anterior al digestivo gringo de 97 años, recordando la epístola de algunos caricaturescos periodistas norteños, quienes predicaron la entrada de Panamá al pórtico del cuartomundismo posterior al éxodo de la bandera imperial. ¡Exactamente lo opuesto ocurriría!
Precisamente en esa coyuntura de novel libertad de frontera a frontera a inicios de siglo, Panamá inicia su incipiente despegar que le ubica en el primer lugar de América Latina y el Caribe. La expansión del Canal de Panamá, el proyecto faraónico de mayor envergadura arquitectónica mundial en la última década, escupe al mundo nuestra osadía. Nuestros puertos a ambas riberas del canal son los mejores, no de Centroamérica ni la región, sino del continente. Nuestro desarrollo logístico nos ubica a la par de Singapur. ¡Gozamos de confianza en nosotros mismos! Para repicar el tema de forma entendible al gringo, le amasijo el mensaje en béisbol, su pasatiempo favorito, ensartando mi equipo favorito, los Medias Rojas de Boston. Tras el más tórrido inicio de temporada en su historia, los bostonianos parecen haber embonado una nueva dirección bajo la tutela del boricua Alejandro Cora, la química con un lanzamiento estelar acompañado de un bateo efervescente y el ingrediente de suerte que tiene que acompañarles en un deporte en el que cualquiera noche puede suceder lo inesperado.
Deliberando en el cotidiano tranque matinal rumbo al centro de la ciudad posterior a despedir a Elsa y John en el aeródromo, al inicio de la huelga nacional de obreros de la construcción, a un año de nuevas elecciones que determinarán la ruta por seguir, hastiado, fatigado, harto ya de la corrupción y el añadido ingrediente de ineptitud en el manejo de la cosa pública, como la mayoría de mis compatriotas, usando el ejemplo del Boston, sueño con otro Cora que nos embriague en la confianza en nosotros mismos para de una vez por todas levantar nuestra potencialidad a su máximo nivel, alejados de los falsos fariseos que permanentemente se turnan el poder, juguete vulgar de pasiones populistas.
Líder empresarial.
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