Análisis
Criaturas Tropicales
Mientras el norte se congela, resultado de un frígido oleaje siberiano, millones de seres tiritando, paleando la nieve, el arco iris con su más fulgurante colorido, bendice a Panamá sobremanera en la estación.
- Jaime Figueroa Navarro
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- - Publicado: 06/1/2018 - 12:00 am
Resulta una lástima que la visita al BioMuseo no sea obligatoria para los turistas! La icónica pinacoteca, un arco iris de exuberantes colores plasmados en el pórtico del Canal de Panamá es tal vez la obra más original del genial Frank Gehry, el flamante arquitecto quien nos lega fulgurosas estrellas por doquier en el universo. Pero más allá de la estructura en sí, el salivar de la boca, el relamer de los labios, yace en la carne más cercana al hueso: su potentísima esquela que ilustra la trascendencia de Panamá en la génesis del Homo sapiens.
En aquella época, hará millones de años, quita o añade varios, de acuerdo con las variadas versiones de grupos de científicos que se dedican al estudio de esos menesteres geológicos, Panamá surge de los océanos engarzando las masas continentales de Norte y Sudamérica, encajando comprimidamente resultado de enérgicos estrujones. De allí la forma geográfica del Istmo y su fortaleza pétrea que permite la cómoda erección de rascacielos, que le transforma al albor del siglo XXI en la tercera urbe más elevada del continente, después de Nueva York y Chicago.
Amén de prestarse posteriormente como puente para innumerables especies, creando un diverso, recóndito y genuino paraíso, el istmo de Panamá separa y crea los dos mayores océanos del mundo, concibiendo un efecto de diferencias en salinidades que engendra hábitats marinos vastamente diversos, derivando una franja tropical en la médula del planeta que permite la aparición de la especie humana. ¡Potentísimo mensaje al alma de los compatriotas!
De no ser por Panamá, no hubiera las pirámides de Egipto, ni los jardines colgantes de Babilonia, ni los griegos en su Atenas, ni Belén, ni Roma. ¡Mucho menos Colón y Balboa, los gringos, Trump y su muro!
Mientras el norte se congela, resultado de un frígido oleaje siberiano, millones de seres tiritando, paleando la nieve, maldiciendo el oscuro amanecer del crudo invierno, el arco iris con su más fulgurante colorido, bendice a Panamá sobremanera en la estación. Tan solo basta añadir al perfil de Facebook una gráfica en trajes de baño, sonrientes, esbeltos, bronceados por el cálido sol con refrescantes vientos alisios, para emanar una respuesta inmediata y contundente por parte de aquellas infortunadas amistades que sufren los embates de enero.
La mujer y el hombre nacieron del trópico y, por ende, están destinados a vivir en él. Optar por otras latitudes, en esta, la época de la internet, cuando al traquetear de los dedos y un tarjetazo se puede realizar el paraíso, es simple y llanamente insensato masoquismo. Resulta una lástima que nuestras autoridades de turismo estén tan inmersas en la celebración de caros y deslucidos Carnavales en la Cinta Costera, Pubs Herreranos por doquier, cuando la celebración de nuestra estirpe va más allá de las festividades del Momo y del sol de verano. ¡El verdor de Panamá debiese ser un anzuelo universal los 365 días del año!
Digiriendo que la savia que manifiesta la creatividad que transforma entornos es vaga en el istmo, producto de una mezquina y Liliputiense escolaridad, que la corrupción y la gangrenada dirigencia política amenazan con lanzarnos al abismo, es momento fértil para fomentar la inmigración de cerebros que reprogramen y explayen un Homo sapiens panamensis que no lance deshechos por doquier, que se niegue a formar desordenadas filas por bufos jamones producto de sus mal administrados tributos, que en esencia se rija por los valores de la honestidad, la decencia, las buenas costumbres, el amor al terruño y a su comunidad. No se trata de un cambio recomendado ¡la bufa realidad le hace obligatorio!
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