El fatalismo y los negocios
El fatalismo es contagioso y hay sociedades y hasta países donde reina el desánimo y el pesimismo y se crea una cultura de la sospecha donde nadie cree en nadie.
- Mons. Rómulo Emiliani [email protected]
- - Publicado: 27/5/2017 - 12:00 am
El más importante negocio es su propia vida y es la empresa a la que usted tiene que dedicarle la mayor atención. Por más éxito que tenga usted en los negocios y otras actividades, si es un pobre desgraciado que se olvidó de reír, de abrazar, de consolar, de creer, de amar y perdonar, de comunicarse sinceramente escuchando y expresándose, usted ha fracasado notablemente. Su mayor inversión debe ser en su propia persona, en tiempo, dedicación, atención, cultivo de principios, purificación de actitudes negativas, lectura, oración y fe.
Le quiero tocar el tema de algo que puede estar socavando todo su desarrollo humano y espiritual, y es el fatalismo. Es la actitud y comportamiento de personas que creen que todo ya está “escrito”, que las “estrellas o inclusive el destino, o el universo” han trazado su camino y que nada se puede hacer para cambiar las cosas. Que ya hay una trayectoria definida por fuerzas externas e internas que lo conducirán al fracaso, a la derrota, a la aniquilación. Eso es falso.
El fatalismo es contagioso y hay sociedades y hasta países donde reina el desánimo y el pesimismo y se crea una cultura de la sospecha donde nadie cree en nadie. Es común encontrar personas que dicen: “en nuestro país solo hay corrupción”, “no servimos para nada”, “todo lo extranjero es mejor”, “para qué emprender esto si será un fracaso”, “no vamos a ninguna parte”, y así se crea un ambiente y hasta una cultura del negativismo con la percepción y prejuicio de que ser nacional de ese país no sirve para nada y es hasta vergonzoso.
Entonces, como el motor del desarrollo humano y social es tener la certeza de que el ideal propuesto es válido y de que lo podremos lograr si creemos en nosotros, por lo tanto, si cultivamos una autoestima, alta y permanente, no habrá manera de lograr nada individual y colectivamente si no eliminamos el negativismo y el fatalismo. Y ese es nuestro gran reto.
¿Cómo se han levantado países que han estado en la ruina total? Vea usted el caso de Alemania y Japón. ¿Qué pasó con ellos? El alma japonesa, e igual pasa con el alma alemana, siempre ha creído en sí misma, tiene conciencia de nación, practica la solidaridad y trabaja con disciplina y organización. Ellos han creído que pueden resurgir y así lo han hecho, reorganizándose, reconstruyéndose, recuperándose y allí los vemos, los primeros en tecnología, seguridad, economía, transporte, democracia.
Cultivar el fatalismo es mantener la conciencia de un alma primitiva que daba poder divino al rayo, las lluvias, las estrellas, el sol, los hechiceros y adivinos. El fatalismo cree firmemente que fuerzas externas lo dominan a uno, lo condicionan y le impiden el desarrollo. Y eso es absurdo. Tenemos fuerzas interiores inmensas dispuestas a manifestarse, a desarrollarse si descubrimos ideales y causas grandes y luminosas por las que vivir. Se harán presentes sin creemos en nosotros mismos y en Dios.
Podemos hacer cosas grandes, hermosas, excelsas, siempre con Dios, con quien somos invencibles.
Sacerdote
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