Análisis
Justicia e imperio del derecho
Francolini es un preso político en medio de aires de vergonzosa democracia y de un Estado de derecho que no da muestras claras de su existencia. El retrato de Riccardo Francolini Arosemena es el retrato del hijo de la cocinera, del muchacho del barrio, para quienes hay penas interminables y no así para quienes sí pervierten el dinero del pueblo amparados en un manto de impunidad del cual se creen invencibles o intocables.
- Silvio Guerra Morales
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- - Publicado: 24/3/2017 - 12:00 am
No ha cometido homicidio, pues no ha matado a nadie. No ha cometido violación carnal, pues no ha violado a nadie. No ha robado un solo centavo al erario, antes le dio de ganar a la entidad. Pero sin haber cometido delito alguno, está preso, privado de su libertad, desde el día 12 de octubre del año 2016. Solicitó medida cautelar distinta a la detención preventiva, le fue negada. Volvió a hacerlo, por conducto del suscrito abogado, le fue negada. Apelamos la negación de la fianza, volvieron a negársela. Cuanto escrito de defensa es presentado, todo es desestimado, negado, rechazado.
No es un leproso, tampoco tiene sida ni sífilis, pero los jueces se asustan en tocar el expediente y considerar siquiera favorecerlo con un beneficio o subrogado penal distinto a la privación provisional de la libertad. Ya lleva casi seis meses preso, de modo que eso de "provisional" como que es una ilusión perversa de la ley o, tal vez, de los propios jueces que no terminan de darse cuenta de que ellos se deben al derecho, a la objetividad imperativa de la ley y no a las pasiones de los políticos que son pasajeros y que enquistados en el Gobierno, en el ejercicio del poder político, sufren transformaciones de la personalidad o tal vez siempre nos engañaron. Pero, advierto, aún queda un remanente de jueces y magistrados valientes y defensores de la ley y del derecho. Ellos no temen para hacer valer el imperio de la ley. Qué herramienta más perversa el poder político cuando se quiere hacer el mal. Es el poder aplastante del Estado en tu contra. Es el dominio de todas las estructuras en tu contra. Nada puedes hacer, nada ocurrirá, si luchas contra el poder. Al menos eso es lo que se piensa.
Sin embargo, la historia de las ideas políticas, como profesor que fui durante muchos años de Filosofía del Derecho y en donde siempre me preocupé por brindar a mis estudiantes algunas lecciones de ella, me ha enseñado que los grandes aportes hechos a la democracia no han sido sino el producto acabado del sacrificio de tanta gente inocente, a lo largo de la historia de la humanidad, que ofrendaron vidas y libertades, sueños e ideales, en pro de un mejor estado de cosas en la cuestión política y en la forma en que debe ejercerse el poder político, tanto así como el derecho justo.
Los hombres somos tercos, no aprendemos las lecciones de los tiempos ni de las épocas. Nos gusta mirarnos al espejo solo para advertir el poco, mediano o mucho nivel de vanidad física o de nuestra vestimenta y hacer alarde de lo que llamamos "belleza", vana belleza, superflua, vanidad, y nos negamos en vernos en el espejo de las angustias y experiencias de otros. Siempre solemos decir: "eso no me pasará", "a mí eso nunca me sucederá". Y triste, llega el momento, en que la encrucijada de la vida o lo que se llame destino, en el que no creo, nos pone de pronto en medio de un viacrucis y las cargas de acusaciones falsas o tendenciosas nos incriminan y lo peor que puede pasarle a un ciudadano sería que tenga que autointerrogarse: ¿De qué me tengo que defender o de qué se me acusa si no he cometido delito? Al final de cuentas, esto es muy duro, cruel, porque cuando tratas de analizar o razonar el porqué la privación injusta e ilegal de la libertad que padeces y no encuentras las razones de por qué o a título de qué se te priva de la libertad, terminas irracionalizando hasta tu propia identidad o comportamiento porque no hay mente ni cerebro humano que pueda entender que haya tanta maldad y tanta venganza u odios.
Francolini es un preso político en medio de aires de vergonzosa democracia y de un Estado de derecho que no da muestras claras de su existencia. El retrato de Riccardo Francolini Arosemena es el retrato del hijo de la cocinera, del muchacho del barrio, para quienes hay penas interminables y no así para quienes sí pervierten el dinero del pueblo amparados en un manto de impunidad del cual se creen invencibles o intocables.
La experiencia me enseña que todo es pasajero; todo poder es efímero y que mañana muchos querrán que los penalistas, de quienes hasta mal se ha hablado y nos han indispuesto con el mote de "saca presos", los defendamos a ellos.
Abogado
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