La maestra y el vivero comunal de Ojo de Agua
“Los árboles eran pa necesidades de la comunidad. La mayoría de los que tiene parcelas no tiene árboles, no siembra y la leña se la va a hueviar al vecino. Eso planteó don Beto.
- Stanley Heckadon-Moreno
- - Actualizado: 31/5/2017 - 07:50 am
Ojo de Agua es un caserío en los cerros entorno al lago de Guija, lindero entre El Salvador y Guatemala. Su centenar de familias campesinas pertenecían a dos grupos de parentesco. Uno, los Linares. Son, me dijo la maestra, como una sola familia en sus alegrías y tristezas.
En 1986 entrevisté a Teodoro Linares Linares sobre la situación forestal y el vivero comunal con árboles de rápido crecimiento y usos múltiples.
“Aquí no hay escasez de leña, la mayoría tiene sus pedacitos de monte. No son bosques si no montes bajos. Otros tienen sus pedacitos de montaña. Vamos llegando a un tiempo serio porque hoy día la leña se vende. Está cara. En nuestra comunidad no se compra. La gente de los pueblos la compra.”
“La madera de construcción escasea más. Hay quien cuando va a construir, va a Santa Ana a traerla, a comprarla a las ventas de madera y hay quien tiene árboles de aserrar. El que va a hacer su rancho necesita madera rolliza. Aquí hay madera de paraíso, se consiguen vigas y cuartón. Otra clase de madera cuesta hallar. Solo las personas que tienen pedazos de monte. Hay personas que no les gusta madera rolliza, sino aserrada. Entonces consigue un su árbol, lo compra. Hay quien lo vende parado. Lo manda a aserrar. Hay quien se dedica a eso, lo bota y lo asierra y vende la madera. Aquí en la comuna no hay. En Paraje Galán hay personas se dedican a comprá árboles parados. Los manda a aserrar y vende la madera. Hay personas que se dedican a eso. Les llamamos aserradores o compradores de madera. En Paraje hay tres, trabajan la agricultura y se dedican a eso en verano cuando se desocupan.”
“El control de la corta de árboles la ejerce la oficina forestal en Candelaria de La Frontera. Don Rogelio da la licencia, el papel. El viene a ver si se puede botar el árbol o no. Del 70 pa abajo no se andaba reportando, abundaban los bosques y no se andaba con permisos. Había gente que no iban a buscar permiso. El problema era cuando lo citaban, tal vej alguien le había puesto el dedo. De ahí pacá la gente viene con más respeto. Si quiere botar un árbol tiene que consultar el forestal. “
“Nosotros el vivero comunal lo hicimos parte de la comunidad. Había una maestra, 1983, dinámica. Trajo 300 árboles. Los consiguió, los trajo. Citó a los padres de familia y los dividió. Traía eucalito, pino y acacia, leucaena, en bolsitas. Unos palitos bien raquíticos. Loj dijo que los sembráramos. Ella veía la necesidad de sembrar arbolitos. Sembramos parte en la escuela. Después dijo ‘Les vamos a dar a alimentos, va a venir un reparto pa los que han sembrado arbolitos’. A la comunidad le gustó. Después solicitamos al MAG mil arbolitos, eucalito, que nos gustó más. Loj fuimos a traer a Ahuachapán, con fondos de la comunidad, los que entraron en el proyecto. Echó dos viajes el camión pequeño. Loj repartimos entre 48, ahí venía el entusiasmo. A mí me gusta sembrar árboles. Un 70% estaba por los arbolitos y 30% por los alimentos. Eso en 1986. Los dividimos y sembramos, 20 arbolitos por cabeza.”
“Ahí vino la idea del vivero comunal. La misma maestra nos dijo. Hicimos solicitud al MAG. Loj aprobaron el vivero. Después vino don Beto, el agrónomo, y dio charla a la comuna en la escuela referente al vivero, como se haciya, los procedimientos, si iba a estar de acuerdo todos. La mayoría se comprometió.”
“Los árboles eran pa necesidades de la comunidad. La mayoría de los que tiene parcelas no tiene árboles, no siembra y la leña se la va a hueviar al vecino. Eso planteó don Beto. Si usté tiene 3 manzanas deje un cuarto de manzana con arbolitos con forma de bosque para leña. A más de eso, para madera a más adelante para casas. Le gusto a la gente. Nos habían dicho iban a dar naranjas en semillas. No vino. Vino papaya y marañón. Vino leucaena, acacia y eucalito”.
“Ese día fueron a votación la gente y quedé yo de líder. Vine y apunté la gente, 48. La mayoría padres de familia. Habían más pero no llegaron a la reunión. Unos no les gusta trabajar en comunidad. Otros tenían terrenitos y tienen madera y leña y no les interesaba. Hasta 15 de los que se apuntaron, no llegaron a trabajar a la hora de los hechos. A la hora del reparto esos que no habían trabajado dijeron presente. A ver si sobraba, no hubieron tales. Personas me ofendieron, que yo era el que me iba a quedar con todo. Que no fue asi, el reparto fue bien hecho.”
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