Una misma preocupación
‘Laudato si’: una primera aproximación
- Juan Jované (Economista)
- - Publicado: 01/7/2015 - 12:00 am
La publicación de la reciente encíclica del papa Francisco, que se inicia con la frase “Laudato si, mi Signore” (Alabado seas, mi Señor), que hace parte del Cántico de la criaturas de san Francisco de Asís, está expresamente destinada al análisis del problema ambiental. La misma, que a decir de Leonardo Boff es la Carta Magna de la ecología integral, constituye un aporte esencial a la comprensión completa de los actuales problemas de la humanidad, así como una mirada profunda en torno a la forma de resolverlos.
Tal como lo subraya el papa, “Laudato si” no está destinada exclusivamente a los creyentes católicos, sino que, siguiendo los pasos de san Juan XXIII en su “Pacem in Terris”, está destinada a un diálogo con todos los hombres de buena voluntad. Es así que Francisco afirma que “…frente al deterioro ambiental global, quiero dirigirme a cada persona que habita este planeta”. También llama la atención la profundidad con que se aborda la problemática, lo que hace prácticamente imposible comentar el contenido de la encíclica en un solo artículo. En esta ocasión, consecuentemente, solo intentaremos hacer algunas apreciaciones sobre el primer capítulo de la misma, que está destinado a analizar “lo que está pasando a nuestra casa”.
En ese capítulo inicial, es admirable cómo el papa Francisco utiliza de manera magistral los más recientes aportes de la ciencia, expresados en una forma correctamente calificada por Boff como inteligente, sensible y cordial, para exponer los graves problemas ecológicos que enfrenta la humanidad y el resto de la creación. Se abordan así temas tales como los relacionados con la contaminación, la basura, el calentamiento global, la cuestión del agua y la pérdida de biodiversidad, entre otros. No se trata, como puede advertir el lector atento, de un simple recuento de problemas, ya que desde el principio se advierte una profunda comprensión de la naturaleza de las dificultades.
Los más lúcidos analistas de los problemas ecológicos, ligados a la economía ecológica, la ecología política o la economía política ecológica, han llegado a la conclusión de que los mismos son el producto de una ruptura en el normal metabolismo (intercambio de materia y energía) entre los seres humanos y el resto de la naturaleza, provocado precisamente por la acción de estos últimos. Consecuentemente con esto, la presencia de esta fractura metabólica es confirmada por el papa en los siguientes términos: “…el sistema industrial, al final del ciclo de producción y consumo, no ha desarrollado la capacidad de absorber y reutilizar residuos y desechos”.
Así mismo, estos analistas han llamado la atención sobre el fenómeno del desplazamiento, en el sentido que el actual sistema, centrado en los beneficios económicos, los problemas ecológicos más que resolverse se desplazan, lo que genera nuevas dificultades. A este respecto, Francisco argumenta que “la tecnología, ligada a las finanzas, pretende ser la única solución de los problemas, de hecho suele ser incapaz de ver el misterio de las múltiples relaciones que existen entre las cosas y por eso a veces resuelve un problema creando otros”.
La última cita muestra, adicionalmente, que para el papa los fenómenos ligados a lo que llamamos ruptura metabólica y desplazamiento no son, en ningún caso, independientes del sistema socioeconómico, cultural y ético imperante. “Mirando el mundo advertimos – argumenta la encíclica – que este nivel de intervención humana, frecuentemente al servicio de las finanzas y el consumismo, hace que la Tierra en que vivimos se vuelva menos rica y bella…”.
Así mismo, se advierte en la “Laudato si” que existe una vinculación estructural entre el deterioro ambiental y los fenómenos de la inequidad social, que se traduce en la pobreza de las mayorías: “El ambiente humano y el ambiente natural se degradan juntos… De hecho, el deterioro del ambiente y el de la sociedad afectan de un modo esencial a los más débiles…”. La inequidad ambiental muestra, además, una dimensión internacional, “que no afecta solo a individuos, sino a países enteros”, reconociendo plenamente los conocidos fenómenos del intercambio ecológico desigual y la deuda ecológica de los países desarrollados en relación con los más pobres.
Es sobre esta base, que se profundiza y especifica en los capítulos siguientes, se propone una solución basada en los principios de la ciencia, el ecologismo integral y el humanismo solidario y profundo, la que nos permitiría vivir en armonía dentro de la casa común. Estamos, entonces, frente a un importante documento que constituye una lectura obligada, el que, además, nos convoca a la acción concreta a todos y todas. Volveremos al tema en nuestros próximos artículos.
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