Análisis
Se necesita un ministro de Educación
Se necesita un ministro de Educación capaz de planificar y administrar apropiadamente la educación panameña, utilizando los cerebros más capaces para responder a la pregunta: ¿quiénes somos y hacia dónde queremos ir?; para que establecidas con toda claridad las metas nacionales, pongamos los pies sobre la tierra, marquemos una ruta en el horizonte y empecemos a andar.
- Paulino Romero C.*
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- - Publicado: 27/3/2017 - 12:00 am
Se necesita un ministro de Educación dispuesto a elaborar un plan nacional que nos permita un desarrollo integral. El pueblo panameño considera, en términos generales, que el desgobierno de Juan Carlos Varela es relativamente "malo". Entre los ministros de Estado, la ministra de Educación ha sido calificada como fracasada (menos de 5 de una escala de 1 a 10). Es la evaluación del pueblo (vox populi, vox Dei). ¡Vergüenza nacional!
Es que el cargo de ministro o ministra de Educación ha sido, en los últimos años, ocupado por políticos o figuras al servicio de determinados partidos políticos, dedicado a polemizar con los gremios docentes, con resultados funestos para la educación nacional, para los estudiantes y para el país en general.
El Ministerio de Educación tiene, en la vida de una nación, una importancia fundamental, que se ha perdido de vista lamentablemente. Así como una economía en ascenso, una paz social y una fuerza de trabajo en armonía con la empresa privada y la estatal son elementos de decisiva importancia, una política educativa bien orientada puede movilizar todo un Estado hacia un desarrollo integral y positivo.
Lo primero que hay que preguntarse: ¿quiénes somos y hacia dónde queremos ir? Una vez señalado el camino, entonces se movilizarán todas las fuerzas (la económica, la social, la laboral) para lograr ese objetivo común. Quien debe responder a esta pregunta fundamental es, precisamente, el personal que moldea a los "hombres y mujeres del mañana" y que palpa a diario los sueños, problemas y frustraciones de quienes, luego de prolongados años de estudio, se encuentran indefensos, desorientados ante un futuro incierto y sin horizontes.
Hay profesiones saturadas que, cada año y con cada graduación, contribuyen a agravar el desempleo en el país. Hay profesiones que los estudiantes menosprecian por considerarlas de poca cosa, pero que pueden proveerles de un futuro promisorio y provechoso para el país. Esos son valores que se pierden por falta de orientación. Con esos elementos entusiastas, pero mal dirigidos, se podría forjar –rompiendo los moldes que nos inclinan hacia la adopción de influencias negativas foráneas— la verdadera identidad de un hombre panameño comprometido con su pueblo, que se prepare para servir a su patria en la trinchera educativa en la que más se destaquen sus capacidades naturales.
Otro de los problemas de la educación es el tradicional sistema de evaluación. Sería interesante discutir nuevas alternativas, consultar expertos y determinar si nuestro rutinario sistema de evaluar el proceso escolar (escala de notas, exámenes, apreciación), es el más justo y el que mejor indica el aprovechamiento de los estudiantes.
Se necesita un ministro de Educación capaz de planificar y administrar apropiadamente la educación panameña, utilizando los cerebros más capaces para responder a la pregunta: ¿quiénes somos y hacia dónde queremos ir?; para que establecidas con toda claridad las metas nacionales, pongamos los pies sobre la tierra, marquemos una ruta en el horizonte y empecemos a andar.
Que la politiquería, la práctica nefasta de destitución masiva injustificada aplicada contra viejos servidores administrativos y trabajadores manuales (con 20, 25 años de servicio en el ramo), la parsimonia e inercia en la administración de la educación panameña queden atrás como un baldón, como un estigma propio de las arbitrariedades, el abuso de poder, el nepotismo, etcétera, cuya explicación y análisis corresponden a la historia.
*Pedagogo, escritor, diplomático.
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