Comunicación y cultura
Uso correcto del castellano de políticos y periodistas
- Mario Castro Arenas/Abogado, escritor y periodista
- - Actualizado: 05/1/2015 - 12:33 am
Cuando la reina Isabel de Castilla preguntó qué utilidad tenía la edición de la primera gramática de Antonio de Nebrija, fray Hernando de Talavera, su confesor, le dijo que el castellano sería la lengua que se hablaría hasta en los dominios americanos. Más de quinientos años después, la lengua castellana es hablada por más personas en América que en España, donde el catalán, gallego, vascuence, disputan la primacía lingüística del castellano y lo consideran como un instrumento de la dominación cultural de Castilla. Los canales de televisión de Galicia usan la lengua galaica, los de Cataluña emplean el catalán y los vascos, su lengua nacional. La fragmentación lingüística regional pone en duda la supremacía del castellano, mientras que en América Latina la lengua franca es el castellano. Jorge Luis Borges ridiculizó al historiador español Américo Castro por criticar la jerga argentina cuando en España coexisten jergas andaluces, catalanas, gallegas. Los directivos de la Real Academia Española y las academias latinoamericanas no debaten, como si no existiera, el plurilingüismo de España.
La Real Academia Española editó hace 300 años el Diccionario de Autoridades, en el que presentó como modelos de buen lenguaje a los más calificados escritores del Siglo de Oro, entre ellos el peruano Inca Garcilaso de la Vega. Desde entonces la Academia española ha publicado más de veinte ediciones de diccionarios de la lengua en las que ha aumentado un catálogo de modismos americanos, acepciones, enmiendas, se han corregido etimologías, se ha oficializado la incorporación de palabras modernas del inglés, francés, italiano. Pero América Latina, desde la conquista, ha aportado numerosos vocablos a los diccionarios, enriqueciendo el conocimiento de alimentos nuevos, como papa, maíz, tomate, tamales; fenómenos meteorológicos como huracán; ropa como poncho, sarape; utensilios como hamaca, etc. La Academia Panameña de la Lengua logró la aceptación de varios panameñismos cuando fungía como director Baltazar Isaza Calderón. Entre los más ilustres académicos panameños estuvieron Rodrigo Miró, Ricardo J. Alfaro, Jeptha Duncan, Narciso Garay, Gil Blas Tejeira.
La defensa de la pureza de la lengua española no frena el aumento del caudal lingüístico con más de veinte mil palabras. En la décimo novena edición del diccionario se publicó un suplemento con nuevos vocablos, enmiendas de etimologías, ampliación del vocabulario como consecuencia del uso de los hablantes. Una palabra pintoresca aceptada es acantinflado, derivación del estilo confuso del lenguaje de Cantinflas. La última edición del Diccionario de la Academia aprueba nuevas palabras derivadas de la tecnología, así como acepciones que poseen significados múltiples y aún opuestos. El castellano que se habla en América Latina se ha convertido en el bastión de la proyección de la lengua que se formó en Castilla, con la absorción del aragonés y el leonés.
Políticos, abogados, periodistas, personas comunes y corrientes suelen usar “hubieron” y no “hubo”, forma verbal correcta. Se incurre también en tautologías de adverbios, como “mas sin embargo”, cuando bastaría uno de los dos adverbios. Los reporteros de televisión provocan escalofríos cuando improvisan comentarios. Con motivo del procesamiento de Moncada Luna, algunos reporteros torturaron el lenguaje jurídico. No es obligatorio el conocimiento de reglas procesales, pero debieron consultar con especialistas porque las confusiones se transmiten a la opinión pública. Una regla sencilla es escribir y hablar con claridad, propiedad y corrección. La claridad de una sintaxis transparente es requisito básico para que nos entiendan los lectores y los oyentes de radio y televisión. La corrección gramatical consiste en el uso apropiado de las formas verbales en concordancia con el sujeto, factor dominante en la estructura sintáctica. Por ejemplo: “El 80 por ciento de los diputados de la bancada chavista no cumplieron las órdenes del presidente Maduro”, lo correcto es usar el singular “no cumple” porque el sujeto –80 por ciento– decide el verbo.
Por otro lado, la propiedad consiste en el empleo del léxico del tema desarrollado periodísticamente. No es recomendable que los cronistas deportivos escriban con el vocabulario político y que los reporteros que tratan asuntos políticos nos escriban sobre tabla de posiciones, ranking o goleada. Pete Wellington, jefe de redacción del Toronto Star, aconsejó al joven redactor Ernest Hemingway utilizar verbos de acción para describir situaciones dinámicas y evitar el uso de lugares comunes. Los reporteros policiales suelen repetir clichés como “un lamentable accidente de tránsito”, posponiendo descripciones del acontecimiento en función del escenario físico donde se produjo el hecho. No es lo mismo describir un choque en la Calle 50 que al borde de un precipicio en la carretera del Puente Centenario.
No hemos revisado todavía la última edición del Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia. Hay palabras que tienen múltiples acepciones en el lenguaje coloquial americano, como berraco, berraquera, vaina y muchas más. Algunas expresiones son inocentes, como pendejo, en el área lingüística del Caribe. Pero cuidémosnos de llamar así a un sudamericano o sudamericana, ya sea en privado, ya sea en público. Las fascinaciones de la lengua son tentadoras. Pensemos dos veces escribir ciertos vocablos sin tener en cuenta lo que significan en cada país.
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