Panamá
Alerta Amber, alerta país
- Ing. Helmut De Puy
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- Ciudadano Construyendo futuro
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En Panamá, cada vez que se abre la carpeta de una persona desaparecida, lo que estamos revelando no es solo la ausencia de un ser querido. Es la fuerza silenciosa de un sistema que tarda en ver, tardíamente se conmueve y a veces no actúa como debería. Así lo muestran los datos del programa Alerta Amber Panamá. En lo que va del año 2025 se han reportado más de 1,300 personas desaparecidas, de las cuales, según la fiscalía, más del 90 % han sido ubicadas.
Ese porcentaje, suena muy esperanzador, pero ¿qué significa "ubicadas"? La Ley que regula la Alerta Amber, la Ley 230 de 2021, creó mecanismos para activar búsquedas inmediatas de menores de edad desaparecidos. Pero lo que no desaparece es la demora. Muchas alertas se activan tarde o solo se difunden por redes sociales sin que el engranaje institucional responda como debería.
Como panameño y escritor de los temas que acontecen en mi país, me niego a aceptar que este sea un tema de cifras frías. Cada número representa una angustia en un hogar, una interrogante que no se cierra, una vida que queda suspendida. Y esa suspensión de voz es parte del problema. Cuando desaparece una persona, muchas veces desaparece su historia, su nombre, su derecho a ser encontrado bajo condiciones de dignidad.
La cobertura mediática suele jugar un rol amarillista, con títulos cargados de drama para vender. Lo que rara vez hace es plantar las preguntas incómodas de ¿qué pasó para que llegáramos a esto? ¿Por qué la alerta no estaba allí anoche, por qué la patrulla pasó de largo, por qué nadie preguntó al vecino, al maestro, al taxista?
Y ojo, la Alerta Amber no es un botón de emergencia simbólico, es un compromiso de toda la comunidad, de toda la institucionalidad. Actuar no es esperar 24 horas, ya que esperar es perder 24 horas. Es hora de decir claramente que la demora mata esperanza.
Tenemos que dejar de historiar desaparecidos como "casos aislados" y empezar a tratarlos como urgencias nacionales. Que las familias tengan la certeza de que la alarma no sonará tarde, de que el sistema no esperará, de que su desesperación se transforme en movilización, no en distracción.
Mientras algunos desaparecen en silencio, nosotros, como ciudadanos, no podemos acostumbrarnos a esta situación. No podemos seguir siendo espectadores; debemos hacer. Porque cada día que pasa sin decisiones acertadas, es un día más que retrocedamos.

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