Panamá
Cochinillos al Acecho
EN IBM existían cuotas anuales de ventas que se cumplían a cabalidad y si así no fuese el caso, valía el puesto no al vendedor sino también hacia arriba porque existía un compromiso desde la recepción hasta las esferas gerenciales por el logro de los objetivos, con revisiones periódicas y acciones puntuales.
- Jaime Figueroa Navarro
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- - Actualizado: 12/9/2022 - 12:00 am
A pesar que los esfuerzos por mejorar las cifras del turismo son nulos, anclados por una falta de sentido de urgencia y las excusas de siempre: Que si Covid-19, que, si Costa Rica nos hurtó el mandado, etc., ¿cuándo llegará el día que el primer mandatario administre su gobierno como un negocio y exija, demande, comprometa a sus ministros a cumplir objetivos anuales, o se van?
En IBM existían cuotas anuales de ventas que se cumplían a cabalidad y si así no fuese el caso, valía el puesto no al vendedor sino también hacia arriba porque existía un compromiso desde la recepción hasta las esferas gerenciales por el logro de los objetivos, con revisiones periódicas y acciones puntuales.
De esa forma también se manejan muchos gobiernos en países civilizados donde la norma es el bien común y los ciudadanos aportan con sus acciones, comportamiento y denuedos a la continuada bienandanza de la sociedad.
El barómetro de la Organización Mundial de Turismo reflejó un crecimiento de 182% en el número de viajeros internacionales durante el primer trimestre del año en curso. A falta de cifras verificables y fidedignas localmente, sondeamos con tiendas de ventas de souvenirs en el Casco Antiguo quienes nos confirman que en efecto existió un espectáculo dantesco y telarañoso, por la notoria ausencia de visitantes durante la temporada alta, que continua vigente a pesar que muchas aerolíneas cancelan vuelos por falta de suficientes pilotos porque los sedientos viajeros no cesan de adquirir pasajes.
Mientras el turismo florea por doquier en Panamá se refleja un laissez faire colectivo que no solamente incluye la acostumbrada mediocridad oficial sino cada uno de nosotros. La semana pasada nuestra entrega achacó la inexplicable, inexcusable falta de mantenimiento de la cinta costera, arteria donde debiese florecer el flujo de turistas y el continuado pestilente hedor en la desembocadura del río Matasnillo a pesar de los cientos de millones de dólares que hemos invertido en el saneamiento de la bahía.
Esta semana circularon por las redes sociales dos vergonzosos vídeos de una pareja de jóvenes visitantes de la república Checa en playa Estrella de Bocas del Toro, rogando, implorando casi de rodillas, conciencia de parte de la población en el tema del arrojo de basuras por doquier, hasta el punto que ellos mismos, los turistas, se vieron en la tarea de recoger sacos de desechos sobre las playas y bosques circundantes. Los turistas denotan que, a pesar de su ineludible encanto tropical, de un canal que nos distingue por sobre todos los otros destinos de la región, de una fecunda historia colonial y del potencial como centro de ventas universal, vivimos en un basurero colectivo con puerquitos por doquier, donde a cualquier cristiano se le ocurre mendingar a diestra y siniestra, donde lo común es desdoblar la mirada en vez de intimar una sonrisa y un caluroso "buenos días", donde el grafiti no se cubre, se exhorta y el bien cuidado se multiplica.
Indiferencia colectiva donde al arrojo de un papel nadie se acerca al cochino para reclamarle su ofensa. Como bien me intima un respetable sociólogo, lo mejor que le puede ocurrir a Panamá es que una pandemia liquide la totalidad de la población para poder lograr la inmigración de ucranianos valientes, incorruptibles escandinavos, franceses pensantes, judíos laboriosos, nipones creativos y así puñados de todas las esquinas del universo que le hagan honor a nuestro pro mundi beneficio y a un palpable crecimiento en las cifras del turismo.
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