Panamá
¿Cuál es el combate necesario?
El ingenio humano se ha usado tanto para destruirnos, que estudiando la evolución de la humanidad a la par de las guerras, vemos que la inversión en recursos de toda la clase para poder matarnos de manera más masiva ha sido más grande que todo lo invertido en la historia en educación y salud.
- Rómulo Emiliani CMF (Monseñor)
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- - Actualizado: 07/5/2022 - 12:00 am
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La historia está llena de combates, muy encarnizados algunos, más ligeros otros, pero siempre acabando con vidas humanas. No ha habido un solo combate que con buena voluntad, respeto y amor, sospesando las consecuencias, no se hubiera detenido. Si el ser humano hubiera sido en verdad racional, prudente, respetuoso con la vida, amoroso, en cualquier circunstancia, el mundo hubiera sido otro. La sangre derramada en estos siglos de historia es escandalosa. La destrucción de comunidades, pueblos, naciones, países, ha sido monstruosa, devastadora. Las víctimas por toda clase de armas, empezando por el hacha de piedra, espadas, flechas, balas, cañones, misiles, armas químicas, bombardeos aéreos, bomba nuclear, ha sido tan grande, que no hay manera de justificar el uso de estos artefactos que han acabado con tantas víctimas humanas.
El ingenio humano se ha usado tanto para destruirnos, que estudiando la evolución de la humanidad a la par de las guerras, vemos que la inversión en recursos de toda la clase para poder matarnos de manera más masiva ha sido más grande que todo lo invertido en la historia en educación y salud. Si los grandes presupuestos en armamento de las grandes potencias y aún de los países pequeños se hubiera invertido en descubrir las causas del cáncer hace tiempo hubiera desaparecido este flagelo de la humanidad. Y así también se hubiera enfrentado la ciencia a otras enfermedades. Lógicamente la muerte hubiera llegado a todo ser humano, pero no tan trágica y prematuramente como hasta ahora.
Si los recursos empleados en armamento se hubieran usado para favorecer la educación, la agricultura, carreteras, transporte, viviendas, la humanidad estaría gozando de grandes e imaginables beneficios. Pero hemos decidido, hemos preferido acabarnos en luchas interminables y en todos los continentes. La devastación ha sido horrorosa, infernal, diabólica. Solo pensemos en la segunda guerra mundial con sus cuarenta millones de muertos, la cantidad de huérfanos y viudas que quedaron. Pensemos en las economías maltrechas en Europa y Japón, y toda la reconstrucción de esos países.
Si en verdad hubiéramos combatido el ego, la soberbia, el odio, la codicia, la avaricia, el racismo, los otros fanatismos, y el ser humano hubiera obedecido a su conciencia, o más bien al Dios que habla a través de la misma, la humanidad se hubiera ahorrado tanta guerra, muerte y destrucción.
El mundo querido por Dios no era este. Jamás. Este es el mundo inventado por nosotros porque hemos perdido todas las guerras del alma y hemos llevado a la humanidad a este total desastre. Conclusión, el único combate necesario es el de nosotros contra la maldad que hay en el alma.
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