El 11 de septiembre
- José Morales Vásquez ([email protected])
- - Publicado: 11/9/2002 - 11:00 pm
En el día de ayer se celebró el primer aniversario del mayor atentado terrorista de la historia del mundo y que cambió radicalmente la vida en la Tierra. Las medidas de seguridad en todos los países se profundizaron. Las compañías de seguro aumentaron sus primas principalmente en todo lo que se relaciona con los vuelos aéreos. El mundo en general siente una mayor inseguridad.
Después de 1945, cuando terminó la Segunda Guerra Mundial, y durante cuatro décadas y medias, vivimos la llamada guerra fría entre los países comunistas y el resto del mundo. A finales de la década de los "80, con la caída del comunismo, todos pensamos que a partir de ese momento tendríamos mayor tranquilidad. Qué equivocado estábamos. Hoy el enemigo es más peligroso y difícil de combatir, es un enemigo "invisible", que no está en ningún país en particular, pero puede estar en todas partes. Es un enemigo lleno de fanatismo y odio, que sólo tiene el objetivo de destruir e imponer su filosofía a cualquier precio.
Todo esto le da una serie de ventajas. Como no están en una nación en particular no se le puede ejercer ningún tipo de presión. Su fanatismo nos hace más difícil prevenir sus ataques, en pocas palabras llevamos la de perder.
Como no podemos detenernos y caer en manos de ellos, tenemos que tener la suficiente inteligencia y creatividad para combatirlo. Es claro que la primera medida que se tiene que aplicar, y que por hecho, se está haciendo es la desarticulación de esos grupos y de sus líderes. Pero mientras esto sucede los países ricos deben reevaluar sus actitudes contra el resto del mundo.
No se puede continuar imponiendo políticas como la globalización y un neoliberalismo, que además de ser inhumano, a los pobres les está disminuyendo sus posibilidades de superar esa etapa mientras los ricos se llevan más riquezas, y cada día las distancias entre estos dos bloques aumenta.
Indudablemente que esto no es justificación de lo que sucedió el 11 de septiembre de 2001, pero no podemos ocultar que las injusticias sociales son campo fértile para que estos fanáticos puedan actuar de esta manera.
Lo peor que pueden hacer los países ricos es condenar estos actos inhumanos sin hacerse una auto crítica de sus actuaciones. Sólo realizando cambios de conducta hacia los países en desarrollo y pobres, podremos terminar con estos locos que nos están afectando a todos por igual. Cuando los hombres decentes no participan en política, los indecentes se aprovechan de ella y entonces los decentes tendrán que callar. Ghandi.
([email protected])
En la noche fue allanada la casa de Yarelis en San Cristóbal de Río Abajo. "Revisaron todo, hasta mi carro, y no se encontró nada. Después, un fiscal me dijo que se me acusaba de tráfico de drogas".
Revivir aquel momento logró inquietarla. Su rostro, cabizbajo, transmitía frustración por "no saber qué estaba pasando, porque le juro que yo de drogas no sé nada, ni siquiera sabía quién me acusaba".
"Ella (su jefa) y yo no teníamos una amistad y la verdad ella era tan seria que yo no pensé que se dedicaba a eso. Ese día yo me quería morir. Jamás me imaginé que me podía pasar algo así", insiste y parece entrar en cólera.
A pesar de su desventura, su voz altisonante disfrazaba el dolor, que parecía esperar el momento de revelarse, pero una breve pausa pondría en evidencia el sufrimiento cuando nos dijo: "Me echaron nueve años, aunque mi caso está en apelación, esperando la libertad condicional o la reducción de la pena".
Han sido 22 meses de amargura, "de aprender a convivir con personas diferentes a lo que una no está acostumbrada, peor aún... de no ver a mi papá"... y entonces rompe en llanto, sus ojos, colmados en lágrimas, advirtieron antes que habían esperado suficiente y su corazón dio la orden. Yarelis se desplomó y con voz entrecortada añadió: "Esto es muy duro, aunque gracias a Dios mi familia confía en mí, me cree, porque sabe que esta señora se la pasaba invitándome a su casa y yo no le hacía caso".
222 Han sido 22 meses de amargura, "de aprender a convivir con personas diferentes. Peor aún... de no ver a mi papá"...
De quien la acusó no ha sabido nada. Presume que está detenida en la Dirección de Información e Investigación Policial de Ancón. Sin embargo, "hay muchas cosas que no se han esclarecido, como por qué me incriminó, por qué yo".
Yarelis, la menor de tres hermanos, encuentra sosiego en las palabras de su madre, "a quién me he unido más a raíz de este problema. Hemos encontrado la fuerza en Dios".
En cada segundo de la entrevista intentó dejar claro que ella, a diferencia de algunas de sus compañeras, "no tenía necesidad de vender droga. Yo ganaba B/. 492 de salario base y con los viáticos podía cobrar hasta B/. 900 por mes, viviendo con mamá y papá"...
No sólo perdió la libertad y las posibilidades de estudiar, por ahora, lo que más le gusta: turismo, también su carro tercel "del que pagaba B/. 164 mensual y aunque llevé las constancias de que estaba al día y de que me alcanzaba con lo que ganaba, de nada valió, me lo quitaron".
Su novio, quien la noche del allanamiento estaba con ella, se ha mantenido fiel a la causa. La visita constantemente y "si todo sale bien, va la boda, pero no aquí, afuera... cuando yo salga".
Después de 1945, cuando terminó la Segunda Guerra Mundial, y durante cuatro décadas y medias, vivimos la llamada guerra fría entre los países comunistas y el resto del mundo. A finales de la década de los "80, con la caída del comunismo, todos pensamos que a partir de ese momento tendríamos mayor tranquilidad. Qué equivocado estábamos. Hoy el enemigo es más peligroso y difícil de combatir, es un enemigo "invisible", que no está en ningún país en particular, pero puede estar en todas partes. Es un enemigo lleno de fanatismo y odio, que sólo tiene el objetivo de destruir e imponer su filosofía a cualquier precio.
Todo esto le da una serie de ventajas. Como no están en una nación en particular no se le puede ejercer ningún tipo de presión. Su fanatismo nos hace más difícil prevenir sus ataques, en pocas palabras llevamos la de perder.
Como no podemos detenernos y caer en manos de ellos, tenemos que tener la suficiente inteligencia y creatividad para combatirlo. Es claro que la primera medida que se tiene que aplicar, y que por hecho, se está haciendo es la desarticulación de esos grupos y de sus líderes. Pero mientras esto sucede los países ricos deben reevaluar sus actitudes contra el resto del mundo.
No se puede continuar imponiendo políticas como la globalización y un neoliberalismo, que además de ser inhumano, a los pobres les está disminuyendo sus posibilidades de superar esa etapa mientras los ricos se llevan más riquezas, y cada día las distancias entre estos dos bloques aumenta.
Indudablemente que esto no es justificación de lo que sucedió el 11 de septiembre de 2001, pero no podemos ocultar que las injusticias sociales son campo fértile para que estos fanáticos puedan actuar de esta manera.
Lo peor que pueden hacer los países ricos es condenar estos actos inhumanos sin hacerse una auto crítica de sus actuaciones. Sólo realizando cambios de conducta hacia los países en desarrollo y pobres, podremos terminar con estos locos que nos están afectando a todos por igual. Cuando los hombres decentes no participan en política, los indecentes se aprovechan de ella y entonces los decentes tendrán que callar. Ghandi.
([email protected])
En la noche fue allanada la casa de Yarelis en San Cristóbal de Río Abajo. "Revisaron todo, hasta mi carro, y no se encontró nada. Después, un fiscal me dijo que se me acusaba de tráfico de drogas".
Revivir aquel momento logró inquietarla. Su rostro, cabizbajo, transmitía frustración por "no saber qué estaba pasando, porque le juro que yo de drogas no sé nada, ni siquiera sabía quién me acusaba".
"Ella (su jefa) y yo no teníamos una amistad y la verdad ella era tan seria que yo no pensé que se dedicaba a eso. Ese día yo me quería morir. Jamás me imaginé que me podía pasar algo así", insiste y parece entrar en cólera.
A pesar de su desventura, su voz altisonante disfrazaba el dolor, que parecía esperar el momento de revelarse, pero una breve pausa pondría en evidencia el sufrimiento cuando nos dijo: "Me echaron nueve años, aunque mi caso está en apelación, esperando la libertad condicional o la reducción de la pena".
Han sido 22 meses de amargura, "de aprender a convivir con personas diferentes a lo que una no está acostumbrada, peor aún... de no ver a mi papá"... y entonces rompe en llanto, sus ojos, colmados en lágrimas, advirtieron antes que habían esperado suficiente y su corazón dio la orden. Yarelis se desplomó y con voz entrecortada añadió: "Esto es muy duro, aunque gracias a Dios mi familia confía en mí, me cree, porque sabe que esta señora se la pasaba invitándome a su casa y yo no le hacía caso".
222 Han sido 22 meses de amargura, "de aprender a convivir con personas diferentes. Peor aún... de no ver a mi papá"...
De quien la acusó no ha sabido nada. Presume que está detenida en la Dirección de Información e Investigación Policial de Ancón. Sin embargo, "hay muchas cosas que no se han esclarecido, como por qué me incriminó, por qué yo".
Yarelis, la menor de tres hermanos, encuentra sosiego en las palabras de su madre, "a quién me he unido más a raíz de este problema. Hemos encontrado la fuerza en Dios".
En cada segundo de la entrevista intentó dejar claro que ella, a diferencia de algunas de sus compañeras, "no tenía necesidad de vender droga. Yo ganaba B/. 492 de salario base y con los viáticos podía cobrar hasta B/. 900 por mes, viviendo con mamá y papá"...
No sólo perdió la libertad y las posibilidades de estudiar, por ahora, lo que más le gusta: turismo, también su carro tercel "del que pagaba B/. 164 mensual y aunque llevé las constancias de que estaba al día y de que me alcanzaba con lo que ganaba, de nada valió, me lo quitaron".
Su novio, quien la noche del allanamiento estaba con ella, se ha mantenido fiel a la causa. La visita constantemente y "si todo sale bien, va la boda, pero no aquí, afuera... cuando yo salga".
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