Análisis
El Desgobierno pierde la confianza del país
Pasan por Panamá los días sin inquietud y sin fervor. Pasan las horas, todas iguales y todas ineficaces. Cuando algunas gentes se agitan, bien sea en la extrema derecha o bien en la extrema izquierda, la poquedad de ciertos funcionarios temblorosos impone la ley del silencio y nos arrastra hacia la clandestinidad más sombría y vergonzosa.
- Paulino Romero C.
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- - Actualizado: 18/6/2018 - 02:05 pm
Desde estas columnas de Panamá América se han lanzado voces de confianza para que todos los panameños se situasen en posición digna y patriótica en estos días críticos que ha conocido la vida panameña durante las últimas etapas de nuestra anormalidad política. Asistimos a lo más solemne de Panamá, desde hace varios años, y alentábamos dentro de todos los espíritus de una profunda fe en que los hombres y mujeres cargados de la responsabilidad del Gobierno, sabrían encauzar los destinos panameños hacia los más altos esplendores.
Pero… demasiados días van transcurridos ya, sin que hayamos visto en el "Desgobierno Varela-Saint Malo" (2014-2018), el menor síntoma de correspondencia hacia el apoyo que el país prestaba. Transcurren las fechas más interesantes y pasan los días más llenos de fervor universal, sin que estos hombres y mujeres, supuestamente llegados para salvar a Panamá de los desastres a que nos conducía un frenesí de inepcias, sacudan la tradicional modorra de la vida panameña.
Y no es que exijamos al cónclave de politicastros presididos por Juan Carlos Varela un milagro diario, ni queremos encontrarnos cada mañana sobrecogidos ante una decisión que alcance los límites de lo sobrenatural.
Suele ser centinela frecuente entre nuestros prohombres, acusar a la opinión de insensibilidad y de apocamiento. No es pequeña, sin duda, esa falta en el pueblo panameño, pero tan frecuentemente la alientan quienes nos desgobiernan, que por fuerza ha de ver la masa popular un ejemplo vivo y palpitante en la perfecta inacción del Desgobierno, nutrida de misterios absurdos, de temores y de artificios insignificantes.
Nadie más insensible a las grandes emociones universales que este Desgobierno panameño, cuya enorme responsabilidad ante la Historia y ante los destinos de Panamá se acrecientan a medida que el pueblo amplía su crédito de confianza y mantiene su fe, contra la cual se alzan los desencantos más profundos y las desilusiones decisivas.
Hoy hace falta la gran política panameña, como ha faltado en las más tristes etapas de nuestra historia contemporánea. En ningún momento se advierte la fuerza imperial que hace de los organismos políticos arma de lucha fecunda y bien templada. Pasan por Panamá los días sin inquietud y sin fervor.
Pasan las horas, todas iguales y todas ineficaces. Cuando algunas gentes se agitan, bien sea en la extrema derecha o bien en la extrema izquierda, la poquedad de ciertos funcionarios temblorosos impone la ley del silencio y nos arrastra hacia la clandestinidad más sombría y vergonzosa.
No nos importa tener voz ni voto en el gran concierto universal. Los grandes problemas morales y políticos dejan fría el alma de los que nos desgobiernan, acogidos a una incomprensible "pacatez" en el obrar y sujetos a la desdichada manía de apagar, como sacristán que apaga la llama de un circo, la menor exaltación de la personalidad panameña hacia los altos destinos.
Pero cuando el pueblo aprenda a exigir la responsabilidad adecuada a cada hombre y mujer, cuando advierta que a través de los días más trascendentales que vivió el mundo, sigan aquí el artificio, el engaño, la mentira y la maniobra… ¿no se dará cuenta el "Desgobierno nacional –ya que suenan las horas propicias— de que su principal deber consiste en no malograr la fe de los panameños que creen a ciegas en los destinos de su pueblo?
Pedagogo, escritor, diplomático.
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