Mensaje
El enemigo que llevamos dentro
Así como me veo, me comporto. El falso ego nos puede convertir en depredadores de los demás, o también en víctimas pasivas de otros.
- Rómulo Emiliani
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- - Publicado: 23/6/2018 - 12:00 am
Ese gran enemigo que llevamos dentro, que es capaz de hacer de una persona un monstruo o un ser inservible, se llama el falso ego.
Está construido de mil experiencias negativas y positivas, que mezcladas, sin un conocimiento profundo de uno mismo, engendran una conciencia demente del propio ser. Esa conciencia distorsionada del ser aparece como una pantalla que presenta una imagen nada auténtica de una persona.
¿Qué pensaría de sí mismo Hitler? Se endiosó, y se miraba como un mesías, como el salvador de la raza aria, el llamado a crear un imperio mundial donde prevalecería el de la raza blanca, sobre todo germánica.
Creía que nunca podría ser vencido y llevó a todo un pueblo a un suicidio colectivo y generó una guerra mundial que produjo 40 millones de muertos.
La mujer que vende su cuerpo en una esquina tiene un falso ego que la hace ver como un ser que no vale nada, simplemente como una masa de carne que se vende a hombres para que sacien sus instintos.
El asesino a sueldo, que está dispuesto por dinero a matar a cualquier persona, se ve a sí mismo como una máquina de destrucción insensible y perversa, y ve a sus víctimas como gente que no vale nada. Así como se ve a él, ve a los demás.
El niño que de pequeño, por tener una madre sobreprotectora y por la falta de padre en la casa, va creciendo con la idea de sí mismo como un ser femenino, aunque no lo sea, de joven tendrá una conducta desviada, no apropiada a su condición de varón.
Esa expresión: "tengo alma de mujer secuestrada en un cuerpo de hombre", o viceversa, es reflejo de una distorsión mental y emocional de una realidad que no es esa. Lo biológico y lo psicológico tienen una relación radical intrínseca.
La persona que crece en un ambiente elitista y racista, donde todos creen que por ser de tal clase social y color de la piel son superiores a los demás, tendrá una conducta de adulto prepotente, orgulloso y narcisista.
Todo eso afecta cualquier relación interpersonal provocando heridas emocionales, desprecios, marginaciones y cuando muchos actúan así, se crean núcleos de población explotadores de otros y causantes de mucha exclusión.
A la gente que crece en barrios humildes y se le inculca la idea de que son menos, de que no puedan hacer nada para salir de la pobreza, de que son poco inteligentes por naturaleza y de que lo único que pueden hacer es robar, serán personas que terminarán en la vagancia y en la delincuencia.
Se convierten en masas amorfas socialmente, que influyen negativamente entre ellos, y terminan siendo un peso muerto para cualquier sociedad. Los falsos egos causan mucho problema en el mundo.
Cuando los falsos egos se apropian de organizaciones como partidos políticos, clases sociales, religiones, regiones geográficas, naciones, incluso seguidores de un equipo de fútbol, actúan como entidades excluyentes, agresivas, dominadoras y todo se construye pensando en su grupo.
De ahí vienen los fanatismos con todas sus consecuencias.
Recordemos el principio psicológico: Así como me veo, me comporto. El falso ego nos puede convertir en depredadores de los demás, o también en víctimas pasivas de otros.
Es tan nocivo el que ataca despiadadamente porque se cree superior destruyendo lo que encuentra en su paso como también es negativo dejarse atacar, avasallar, dominar, explotar por el que ultraja, sin defenderse, sin presentar estrategias de sana defensa.
Ser victimario y víctima por placer, o sea ser sádico o masoquista, son la misma enfermedad destructiva provocada por una falsa imagen en la persona.
El fatalismo es esa condición psicosocial que hace creer a las personas que uno está determinado a actuar en formas muy concretas, de las que nada se puede hacer para cambiarlas.
"Mi abuelo fue muy pobre, mi papá lo es y yo también lo seré". "Mis antepasados, mi padre inclusive, han sido violentos y hasta asesinos, yo también lo seré".
"Mi abuela y mi madre han sido prostitutas, yo también lo seré". "En mi país, mi pueblo, mi familia, todos hemos sido perdedores, fracasados, gente de tercera categoría, yo también lo seré".
¿Cómo romper con todo esto? Este es el gran reto. Cómo limpiar nuestra mente de tanta basura recogida desde que somos niños y descubrir nuestra auténtica identidad, nuestro verdadero ego, es toda una proeza.
Cómo saber que somos seres racionales, espíritus encarnados, creados a imagen y semejanza de Dios, templos del Espíritu Santo, hijos de Dios Padre en Cristo, hermanos con toda la creación, iguales en dignidad y comprometidos a hacer de la tierra un mundo mejor, es la clave.
Y recuerde, con Dios somos invencibles.
Monseñor
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