El espíritu de la gente
- Jaime Figueroa Navarro
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- - Publicado: 23/6/2018 - 12:00 am
Aunque no es un tema que nos afecte por nuestra ubicación geográfica, anteayer comenzó oficialmente el verano en el hemisferio norte. La mayoría de la humanidad vive, experimenta, saborea las cuatro estaciones y ello afecta su forma de pensar, de actuar y el desarrollo de la personalidad de sus pueblos. Poco conocido para nosotros es el fenómeno del solsticio de verano. Algunos fisgoneamos el tema, pero en teoría no en práctica. Es algo así como ver nieve en las películas, pero no encarnamos el fenómeno del frío hasta que lo vivimos en carne propia durante una tormenta en la que el termómetro desciende a temperaturas bajo cero y su furia nos escupe un metro de nieve en las llanuras de Nebraska. ¡Brrrrrr!
Repasando brevemente las enseñanzas de la profesora Dilsa Vergara durante las clases de Geografía en cuarto grado del Instituto Pedagógico, por allá temprano en la década del 60, cuando al cántico de sapitos todavía era fresco el rocío del alba en aquellas colinas fermentadas por la matinal neblina, las cuatro estaciones del año están determinadas por la posición de la órbita de la Tierra con respecto al Sol. Es así como nos referimos al solsticio de verano y de invierno, y el equinoccio de primavera y de otoño. Durante el solsticio, el Sol se encuentra más alejado de la línea del Ecuador. Esto ocurre entre los días 21 y 22 de junio, en el cual el día es más largo que la noche. Por el contrario, en el solsticio de invierno, entre los días 21 y 22 de diciembre, el día es el más corto del año y la noche la más larga. Todo esto es una teoría simpática hasta que nos vamos, como en efecto lo han hecho un significativo grupo de compatriotas, a Rusia para presenciar la Copa Mundial de Fútbol, en esquema "viaje ahora y pague después" o le descontamos solamente $15.99 por quincena por el resto de su vida útil y posteriormente, de su chequecito de jubilación.
Ahora sí está de moda viajar a Rusia y visitar su corazón cultural, apreciando la particular arquitectura de San Petersburgo. Porque el que iba a Rusia, a aquella Unión Soviética con su desfasado comunismo que regalaba las becas a humildes ciudadanos del tercer mundo para especializarse en la Universidad Patricio Lumumba, la "universidad rusa de la amistad de los pueblos", retornaba al Istmo con conocimientos y el deseo de dotar a cada compatriota con un automóvil Lada, ese de los 2,000 dólares, sin dirección asistida como para dotarle de fornidos brazos de las estatuas de los trabajadores en las plazas principales de las orbes de la URSS, sin aire acondicionado, en reemplazo de los Chevrolet y Ford del imperio de Monroe.
Interesante el laboratorio de Putin. Fuera de ayudar a su amigo a despojar la presidencia de Estados Unidos en una elección que arrojó 3 millones de votos más para su contrincante ("democracia a la gringa, con sal y pimienta rusa"), nos presenta un espectáculo en el que sale a relucir el espíritu de la gente. El cantar y sollozar de las gloriosas notas de nuestro Himno Nacional por esa Marea Roja les dio cátedra a los políticos criollos que ni se saben la letra ni conciben entonarla con el cariño y patriotismo de los muchachos de la selección, mientras las lágrimas rebosaban de las mejillas del alma del pueblo en un despliegue de nacionalismo poco visto en las cámaras de televisión alrededor del mundo, sin importar el resultado final del marcador.
Mientras el diario "New York Post" nos indica que se acaba la cerveza en Rusia (¿será por la presencia de los nuestros como lo aseveran dos gráficas en el artículo?), los nipones nos ofrecen un apostolado de respeto, civismo, disciplina y decencia. Posterior al juego con Colombia, que Japón ganó de chiripón, los hinchas proceden a sacar bolsas de sus carteras y bolsillos para recoger los desechos en el estadio de la localidad de Saransk. ¡Digno de imitar el espíritu de su gente!
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