El jardín del manicomio
- Osneider Acuña
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- - Actualizado: 01/7/2022 - 12:00 am
Era el día en que deliraba rojo, todos los sonidos de la madrugada se pierden en el viento matinal, es gris, y llamo dos veces a todas esas sendas de madera, que llevaban hasta la habitación, nadie responde y entonces me deprimo un rato para luego levantarme nuevamente, enojado, suspiro hondamente y me digo que al medio día podre cruzar las mismas sendas. Son las cuatro de la tarde y sigo sentado, nadie respondió, entonces opto por arrojar piedras, de inmediato me percato que deliro, y miro por la ventana la monótona fuente de mármol del jardín, llamo al bufón que parece un barrabas con su rostro aguileño y nariz ganchuda. Me devuelve una carta que dice Arriba en el quinto piso. Subo, y se hace de noche ¡Me sorprendo por lo rápido que pasa el día! La noche me cae por sorpresa; Al estar tanto tiempo adentro, me figuraba que aun era de día. Pero siento un deseo ridículo de molestar al bufón y le devuelvo un mensaje El tío, muerto, en avanzado estado de descomposición no obstante, tan demacrado es mi aspecto, que el enano me devuelve un billete de 20 mil pesos.
Me encierro en la habitación y pongo la llave, las paredes tienen grabados de 'decoración árabe a lo opera china; El reloj contiguo, en línea recta, gira rítmicamente, si marca las 6 significa que son las 8. Bajo hasta el segundo piso, pero el enano ya se ha ido a dormir: Y abandonada, solo queda la pala en el jardín, clavada en la tierra. Busco en mi bolsillo y saco una moneda que en ambas caras tiene el rostro del cesar 1877 del 7 de abril, era de mi abuelo, y una vez la robe, aunque no me servía de nada. Nunca supe porque la guardaba; Mirándola, dándole vueltas, sopesándola, busco algo especial en los 2 pesos, quizá haya ido de generación en generación. Se me ocurre una broma. Bajo, y toco la puerta de la pocilga en ruinas, donde vive Ilic llul Jardinero. Le pongo la moneda en la palma y se la cierro, con sentimientos me retiro al segundo piso, dejando al enano confundido. Veo que deja caer la moneda y cierra. Indignado, bajo corriendo las escaleras, pero me detengo en la puerta… ¡Bah! Y subo. En la habitación, me miro en el espejo del tocador, hay cortinas de terciopelo a manera de sabanas, el rostro delgado, poblado con poco vello me hace parecer a esteban ante el congreso; De pronto me figuro, que sea su decimocuarta rencarnación. Bajo nuevamente la escalera, y me siento en el jardín mirando el cielo, esta todo vacío y distante.
Llamo a la pocilga en ruinas, nadie abre. Entonces abro la puerta del primer piso, y escribo en un cuaderno, que dejo ante la puerta, y subo al segundo piso, en donde me asombro de la penumbra de la habitaciones y de la lumbre de aceite, hasta ahora no me había percatado: Pero de lo que me haya percatado, fue tan solo un pensamiento fugaz que no capte al momento, olvidadizo.
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