Entre un David y un Goliat privó la justicia y la razón
- Carlos A. RodrÃguez / VÃctor Santos
- - Publicado: 11/9/2002 - 11:00 pm
Esta semana que pasó, el sábado 7, se cumplieron 25 años de la firma de los Tratados Torrijos-Carter que le dieron a Panamá la plena soberanía sobre todo su territorio. Fui testigo en Washington de ese histórico acto. Mi esposa logró que estamparan en una pequeña bandera las firmas de las principales figuras que participaron en esta ceremonia. Escrita en ella, por supuesto, están las firmas del presidente Carter y el general Torrijos. Hoy esa bandera está en exhibición en el Museo del Canal de Panamá.
Mucho se ha escrito sobre la actuación de las distintas generaciones de panameños que desde el mismo instante que el señor Buneau Varilla se apresuró a firmar, sin la complicidad de ningún compatriota, el Tratado de 1903 que fue considerado, desde entonces, oprobioso para los intereses del país.
Torrijos siempre dijo que el tratado que acababa de firmar fue "la culminación de una lucha generacional". Esta lucha permanente tuvo sus altas y bajas y confrontaciones violentas, en ocasiones, hasta que en 1936 por la tenacidad y habilidad del Dr. Harmodio Arias se logró que el presidente Franklin Delano Roosevelt hiciera la primera "concesión" de importancia en la posición inflexible que Estados Unidos mantenía, hasta entonces, con respeto al Tratado de 1903. Después de las sangrientas y heroicas luchas del 9 de enero de 1964 se fueron, poco a poco, dando las condiciones que llevaron al general Torrijos a sacar de la tradicional relación bilateral nuestros conflictos con Estados Unidos y que la causa reivindicativa panameña fuera abrazada como propia por la comunidad internacional. No hay duda de que los panameños desde 1903 vinimos haciendo nuestro trabajo y logramos con los nuevos tratados del Canal "alcanzar por fin la victoria". Torrijos asesorado por ilustres patriotas panameños con una visión y la actitud inflexible de un estadista y extraordinaria habilidad, pudo llevar a cabo las complicadas negociaciones en las cuales se establecía un ordenamiento con fechas de cumplimiento para la reversión de las diferentes áreas aledañas al Canal y el desmantelamiento de las bases militares. Todo este proceso culminaría con el traspaso de la administración del Canal de Panamá el 31 de diciembre de 1999. Gabriel Lewis logró en Washington, en compañía de otros distinguidos panameños, ir cambiando la posición hostil del Senado y de la opinión pública norteamericana que eran opuestas a cualquier concesión y mucho menos a la revisión del Tratado del Canal y su posterior entrega. Todos estos episodios están muy bien relatados por los escritores contemporáneos y le brindarán a nuestros historiadores del futuro un material rico y amplio para divulgar objetivamente los trascendentes acontecimientos.
Es oportuno señalar hoy que una vez que los Estados Unidos adoptaron una nueva política hacia nuestro país, jamás se apartaron de los compromisos contraidos en los Tratados firmados el 7 de septiembre de 1977. Cumplieron, sin desviaciones, con la letra y con el espíritu de instrumento jurídico y nunca buscaron excusas y subterfugios para dilatar la entrega de las áreas revertidas al igual que la administración del Canal de Panamá.
A ningún presidente norteamericano, como fue el caso de Ronald Reagan, se le ocurrió demorar la implementación de los Tratados, a pesar de que se opuso al mismo. Bien pudo Estados Unidos, como única potencia hegemónica, postergar la entrega del Canal si se lo hubieran propuesto. Existían argumentos posiblemente aceptables para otros países, pero, por supuesto, no para nosotros, como excusas para hacerlo. Sin embargo, dieron un ejemplo de cómo un país todopoderoso puede llegar a acuerdos con una nación chica, orgullosa, nacionalista y con todo el derecho que le daba una causa justa.
Siempre he abogado -y hoy lo reitero- que debemos construir un monumento a la entrada del Canal que refleje lo que fue una relación entre David y Goliat -Panamá y Estados Unidos- donde privó, aunque ésta para darse tomara largos años, la justicia y la razón. Ese monumento dedicado a la historia de la relación de nuestros dos países deberá servir siempre de ejemplo para que otros conflictos regionales como Las Malvinas, Guantánamo, Gibraltar y de otros que en el devenir de los años se puedan presentar, se resuelvan como el nuestro pacíficamente mediante el diálogo inteligente, y el debido respeto a la justicia.
"Yo vendía pacas de marihuana y uno se va enviciando porque tienes dinero". Le iba "bien" en un día. Según relató, lograba hacerse entre B/. 300 y B/. 500 por la venta de unos tres bultos de marihuana.
Y mientras, a lo lejos, un grupo, entre los que estaba el famoso "Nando" Boom, alejado ya del reggae y la farándula, coreaba "¡alabaré, alabaré, alabaré a mi Señor!". Esa mañana fueron bautizadas 22 mujeres por el Reverendo Edwin Alvarez, de la Iglesia Hossana.
Yarelis George, de 26 años, perdió su libertad. Graduada del Colegio Richard Newmann como contadora bilingüe, laboraba en una prestigiosa aerolínea desde 1994.
La joven, morena, de figura espigada, ojos oscuros expresivos y levemente delineados, lucía impecable. Sus manos exhibían un "manicure" de revista en un tono claro, de moda, el famoso "french o estilo secretaria", acorde con sus pies. Su cabello largo, poco más abajo de los hombros, evidenciaba un "blower" reciente y su atuendo, juvenil desde las sandalias de plataforma hasta su camisa, blanca como la del resto, con encaje al frente, conservaban su feminidad.
Pero, a pesar de su buen gusto, que saltó a la vista y la certeza de su fluido vocabulario, Yarelis no escapó a "la mala pasada del destino", como lo definió.
"El 25 de octubre del 2000 (justo cuando la nombrarían jefa de cabina) cambió mi vida. Ese día mi jefa me llamó y me insistió en que fuera a su casa, no lo hice... no quería y mi mamá tampoco", recuerda.
En la noche fue allanada la casa de Yarelis en San Cristóbal de Río Abajo. "Revisaron todo, hasta mi carro, y no se encontró nada. Después, un fiscal me dijo que se me acusaba de tráfico de drogas".
Revivir aquel momento logró inquietarla. Su rostro, cabizbajo, transmitía frustración por "no saber qué estaba pasando, porque le juro que yo de drogas no sé nada, ni siquiera sabía quién me acusaba".
"Ella (su jefa) y yo no teníamos una amistad y la verdad ella era tan seria que yo no pensé que se dedicaba a eso. Ese día yo me quería morir. Jamás me imaginé que me podía pasar algo así", insiste y parece entrar en cólera.
A pesar de su desventura, su voz altisonante disfrazaba el dolor, que parecía esperar el momento de revelarse, pero una breve pausa pondría en evidencia el sufrimiento cuando nos dijo: "Me echaron nueve años, aunque mi caso está en apelación, esperando la libertad condicional o la reducción de la pena".
Han sido 22 meses de amargura, "de aprender a convivir con personas diferentes a lo que una no está acostumbrada, peor aún... de no ver a mi papá"... y entonces rompe en llanto, sus ojos, colmados en lágrimas, advirtieron antes que habían esperado suficiente y su corazón dio la orden. Yarelis se desplomó y con voz entrecortada añadió: "Esto es muy duro, aunque gracias a Dios mi familia confía en mí, me cree, porque sabe que esta señora se la pasaba invitándome a su casa y yo no le hacía caso".
222 Han sido 22 meses de amargura, "de aprender a convivir con personas diferentes. Peor aún... de no ver a mi papá"...
De quien la acusó no ha sabido nada. Presume que está detenida en la Dirección de Información e Investigación Policial de Ancón. Sin embargo, "hay muchas cosas que no se han esclarecido, como por qué me incriminó, por qué yo".
Yarelis, la menor de tres hermanos, encuentra sosiego en las palabras de su madre, "a quién me he unido más a raíz de este problema. Hemos encontrado la fuerza en Dios".
En cada segundo de la entrevista intentó dejar claro que ella, a diferencia de algunas de sus compañeras, "no tenía necesidad de vender droga. Yo ganaba B/. 492 de salario base y con los viáticos podía cobrar hasta B/. 900 por mes, viviendo con mamá y papá"...
No sólo perdió la libertad y las posibilidades de estudiar, por ahora, lo que más le gusta: turismo, también su carro tercel "del que pagaba B/. 164 mensual y aunque llevé las constancias de que estaba al día y de que me alcanzaba con lo que ganaba, de nada valió, me lo quitaron".
Su novio, quien la noche del allanamiento estaba con ella, se ha mantenido fiel a la causa. La visita constantemente y "si todo sale bien, va la boda, pero no aquí, afuera... cuando yo salga".
Mucho se ha escrito sobre la actuación de las distintas generaciones de panameños que desde el mismo instante que el señor Buneau Varilla se apresuró a firmar, sin la complicidad de ningún compatriota, el Tratado de 1903 que fue considerado, desde entonces, oprobioso para los intereses del país.
Torrijos siempre dijo que el tratado que acababa de firmar fue "la culminación de una lucha generacional". Esta lucha permanente tuvo sus altas y bajas y confrontaciones violentas, en ocasiones, hasta que en 1936 por la tenacidad y habilidad del Dr. Harmodio Arias se logró que el presidente Franklin Delano Roosevelt hiciera la primera "concesión" de importancia en la posición inflexible que Estados Unidos mantenía, hasta entonces, con respeto al Tratado de 1903. Después de las sangrientas y heroicas luchas del 9 de enero de 1964 se fueron, poco a poco, dando las condiciones que llevaron al general Torrijos a sacar de la tradicional relación bilateral nuestros conflictos con Estados Unidos y que la causa reivindicativa panameña fuera abrazada como propia por la comunidad internacional. No hay duda de que los panameños desde 1903 vinimos haciendo nuestro trabajo y logramos con los nuevos tratados del Canal "alcanzar por fin la victoria". Torrijos asesorado por ilustres patriotas panameños con una visión y la actitud inflexible de un estadista y extraordinaria habilidad, pudo llevar a cabo las complicadas negociaciones en las cuales se establecía un ordenamiento con fechas de cumplimiento para la reversión de las diferentes áreas aledañas al Canal y el desmantelamiento de las bases militares. Todo este proceso culminaría con el traspaso de la administración del Canal de Panamá el 31 de diciembre de 1999. Gabriel Lewis logró en Washington, en compañía de otros distinguidos panameños, ir cambiando la posición hostil del Senado y de la opinión pública norteamericana que eran opuestas a cualquier concesión y mucho menos a la revisión del Tratado del Canal y su posterior entrega. Todos estos episodios están muy bien relatados por los escritores contemporáneos y le brindarán a nuestros historiadores del futuro un material rico y amplio para divulgar objetivamente los trascendentes acontecimientos.
Es oportuno señalar hoy que una vez que los Estados Unidos adoptaron una nueva política hacia nuestro país, jamás se apartaron de los compromisos contraidos en los Tratados firmados el 7 de septiembre de 1977. Cumplieron, sin desviaciones, con la letra y con el espíritu de instrumento jurídico y nunca buscaron excusas y subterfugios para dilatar la entrega de las áreas revertidas al igual que la administración del Canal de Panamá.
A ningún presidente norteamericano, como fue el caso de Ronald Reagan, se le ocurrió demorar la implementación de los Tratados, a pesar de que se opuso al mismo. Bien pudo Estados Unidos, como única potencia hegemónica, postergar la entrega del Canal si se lo hubieran propuesto. Existían argumentos posiblemente aceptables para otros países, pero, por supuesto, no para nosotros, como excusas para hacerlo. Sin embargo, dieron un ejemplo de cómo un país todopoderoso puede llegar a acuerdos con una nación chica, orgullosa, nacionalista y con todo el derecho que le daba una causa justa.
Siempre he abogado -y hoy lo reitero- que debemos construir un monumento a la entrada del Canal que refleje lo que fue una relación entre David y Goliat -Panamá y Estados Unidos- donde privó, aunque ésta para darse tomara largos años, la justicia y la razón. Ese monumento dedicado a la historia de la relación de nuestros dos países deberá servir siempre de ejemplo para que otros conflictos regionales como Las Malvinas, Guantánamo, Gibraltar y de otros que en el devenir de los años se puedan presentar, se resuelvan como el nuestro pacíficamente mediante el diálogo inteligente, y el debido respeto a la justicia.
"Yo vendía pacas de marihuana y uno se va enviciando porque tienes dinero". Le iba "bien" en un día. Según relató, lograba hacerse entre B/. 300 y B/. 500 por la venta de unos tres bultos de marihuana.
Y mientras, a lo lejos, un grupo, entre los que estaba el famoso "Nando" Boom, alejado ya del reggae y la farándula, coreaba "¡alabaré, alabaré, alabaré a mi Señor!". Esa mañana fueron bautizadas 22 mujeres por el Reverendo Edwin Alvarez, de la Iglesia Hossana.
Yarelis George, de 26 años, perdió su libertad. Graduada del Colegio Richard Newmann como contadora bilingüe, laboraba en una prestigiosa aerolínea desde 1994.
La joven, morena, de figura espigada, ojos oscuros expresivos y levemente delineados, lucía impecable. Sus manos exhibían un "manicure" de revista en un tono claro, de moda, el famoso "french o estilo secretaria", acorde con sus pies. Su cabello largo, poco más abajo de los hombros, evidenciaba un "blower" reciente y su atuendo, juvenil desde las sandalias de plataforma hasta su camisa, blanca como la del resto, con encaje al frente, conservaban su feminidad.
Pero, a pesar de su buen gusto, que saltó a la vista y la certeza de su fluido vocabulario, Yarelis no escapó a "la mala pasada del destino", como lo definió.
"El 25 de octubre del 2000 (justo cuando la nombrarían jefa de cabina) cambió mi vida. Ese día mi jefa me llamó y me insistió en que fuera a su casa, no lo hice... no quería y mi mamá tampoco", recuerda.
En la noche fue allanada la casa de Yarelis en San Cristóbal de Río Abajo. "Revisaron todo, hasta mi carro, y no se encontró nada. Después, un fiscal me dijo que se me acusaba de tráfico de drogas".
Revivir aquel momento logró inquietarla. Su rostro, cabizbajo, transmitía frustración por "no saber qué estaba pasando, porque le juro que yo de drogas no sé nada, ni siquiera sabía quién me acusaba".
"Ella (su jefa) y yo no teníamos una amistad y la verdad ella era tan seria que yo no pensé que se dedicaba a eso. Ese día yo me quería morir. Jamás me imaginé que me podía pasar algo así", insiste y parece entrar en cólera.
A pesar de su desventura, su voz altisonante disfrazaba el dolor, que parecía esperar el momento de revelarse, pero una breve pausa pondría en evidencia el sufrimiento cuando nos dijo: "Me echaron nueve años, aunque mi caso está en apelación, esperando la libertad condicional o la reducción de la pena".
Han sido 22 meses de amargura, "de aprender a convivir con personas diferentes a lo que una no está acostumbrada, peor aún... de no ver a mi papá"... y entonces rompe en llanto, sus ojos, colmados en lágrimas, advirtieron antes que habían esperado suficiente y su corazón dio la orden. Yarelis se desplomó y con voz entrecortada añadió: "Esto es muy duro, aunque gracias a Dios mi familia confía en mí, me cree, porque sabe que esta señora se la pasaba invitándome a su casa y yo no le hacía caso".
222 Han sido 22 meses de amargura, "de aprender a convivir con personas diferentes. Peor aún... de no ver a mi papá"...
De quien la acusó no ha sabido nada. Presume que está detenida en la Dirección de Información e Investigación Policial de Ancón. Sin embargo, "hay muchas cosas que no se han esclarecido, como por qué me incriminó, por qué yo".
Yarelis, la menor de tres hermanos, encuentra sosiego en las palabras de su madre, "a quién me he unido más a raíz de este problema. Hemos encontrado la fuerza en Dios".
En cada segundo de la entrevista intentó dejar claro que ella, a diferencia de algunas de sus compañeras, "no tenía necesidad de vender droga. Yo ganaba B/. 492 de salario base y con los viáticos podía cobrar hasta B/. 900 por mes, viviendo con mamá y papá"...
No sólo perdió la libertad y las posibilidades de estudiar, por ahora, lo que más le gusta: turismo, también su carro tercel "del que pagaba B/. 164 mensual y aunque llevé las constancias de que estaba al día y de que me alcanzaba con lo que ganaba, de nada valió, me lo quitaron".
Su novio, quien la noche del allanamiento estaba con ella, se ha mantenido fiel a la causa. La visita constantemente y "si todo sale bien, va la boda, pero no aquí, afuera... cuando yo salga".
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