Homenaje
¡Hasta siempre, maestro Ros-Zanet!
Bien, verdad y belleza se unieron en su vida. Hombría de bien. Padre amantísimo. Ciudadano de recto obrar. Probo. Digno. Buscador de fundamentos y razones. Pierde también con esta partida, la comunidad médica, pues su magisterio en la salud
- Gregorio Urriola Candanedo
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- - Publicado: 12/8/2018 - 12:00 am
Este julio plumboso se llevó, allende las nubes, al altísimo poeta Don José Guillermo Ros-Zanet.
No sé si la naturaleza se nos une en el sentimiento que embarga su partida, pero sí sé que ahonda la añoranza y hace más sentido este adiós al bardo chiricano, davideño raizal, panameño de real estatura universal.
Pocos poetas nacionales alcanzan su registro.
Muy pocos. En altura y hondura.
En reciedumbre. Ros-Zanet pulía sus versos hasta dejar la palabra refulgente, dura y centellante, como diamante, en su pura esencialidad.
Así son sus poemas mayores.
No obstante, algo tuvieron sus manos de alfarero, y el olor a barro modelado, oscuro y denso, se siente en su escritura.
Conocí al maestro en mis años adolescentes, cuando por vez primera abrevaba de los libros de la generación de los poetas chiricanos del cincuentenario de la República.
Y dos fueron mis descubrimientos mayores, el suyo, por lo acendrado del verso, como antes dije, y la alta filosofía que se anida en ellos, y los de esa otra davideña creadora que fuera Elsie Alvarado.
Ambos poetas, tan distintos en temas y recursos, sentirían idéntico amor por la palabra.
Y no deja de ser una feliz coincidencia poética el que ella dirigiera el discurso de su recepción en la Academia.
Y ambos, como directores y secretarios en diversas épocas, desde sus sillones de académicos de la Lengua, hicieron no poco por darle lustre a nuestra creación literaria, llevando su mensaje universal más allá de nuestras fronteras.
Me encanta pensar que ahora departen en la tertulia del cielo de los poetas, y reciben el afecto de los grandes de las letras castellanas y universales.
Temprano comenzó la andadura y la fama de José Guillermo Ros-Zanet como poeta.
Y no es un signo menor que ganase el premio Miró de poesía cuatro veces, y que su Poética sea de las contadas que como tal conste en los anales del Istmo.
Poética de Poeta.
En sus años en la Academia, de la que fue director y secretario, recuerdo haberle visitado un par de veces, y quiero afirmar que salí de la umbrosa sala de su despacho siempre con más luces y con ese sentir agradecido de quien aprende del que realmente sabe.
La última vez que le vi fue igualmente en el acto de conmemoración de los cien años de esa corporación augusta cuando su figura egregia de barbado profeta prestigiara esa magna efeméride.
De siempre recuerdo sus grandes ojos tras los cristales; la mirada inteligente del que comprende y ese no sé qué, mucho más hondo, de quien es, también, un hombre bueno.
Bien, verdad y belleza se unieron en su vida. Hombría de bien. Padre amantísimo –todas sus obras las dedicó a su compañera e hijas-. Ciudadano de recto obrar. Probo. Digno. Buscador de fundamentos y razones. Pierde también con esta partida, la comunidad médica, pues su magisterio en la salud fue otra vertiente de su buen hacer y mejor decir.
Pediatra consagrado, luego del retiro de una práctica médica que fue modélica, el Dr. Ros-Zanet meditó y escribió con humanismo sobre las carencias de la salud de nuestro pueblo, y, en especial, de la condición más injusta con los niños, su desnutrición injustificable.
Siendo ambos miembros del Instituto de Estudios Nacionales de la Universidad de Panamá, puedo testimoniar la gran valía de sus aportes a la orientación de políticas en esta materia.
Hay en sus páginas sobre salud un meditar profundo equiparable a las de ese otro grande que fuera su colega y coterráneo José Renán Esquivel.
Igual como ensayista, su prosa inquiere en nuestra panameñidad al modo de Diego Domínguez, y junto a su poesía hay una filosofía, una antropología filosófica que merece discutirse.
Bien, verdad y belleza. En su búsqueda se le fue la vida a Ros- Zanet.
Ganó no poco en procurarlas para sí y para nosotros.
Por eso sus obras perdurarán.
Son piedras miliares, y marcan el avance de lo mejor de nuestra historia.
Se cerraron sus ojos en paz.
Aún seguirán cantando con fuerza sus versos.
Desde mis verdes cumbres aldeanas, saludo tu canto perenne, poeta, maestro
Economista y docente universitario.
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