Leopoldo Aragón Escalona

LEOPOLDO Aragón Escalona, se inmoló en Estocolmo, frente a las instalaciones de la Embajada de Estados Unidos de América en dicha capital, un día como hoy: el primero de septiembre de 1977. Su decisión fue una protesta ante la inminente firma de los tratados Carter-Torrijos. Encarcelado, torturado y luego exiliado por la dictadura de Torrijos y Noriega, su nombre y su acto, como muchas o demasiadas personas y eventos también entraron en el olvido... esa planta que florece a orillas de las tumbas.Aragón luchaba por ver una patria libre de la presencia extranjera, libre de los lazos que la ataban, libre del régimen dictatorial entonces existente. Su último mensaje al pueblo panameño lo expresa claramente cuando clamaba por "un auténtico plebiscito", "porque el pueblo panameño tenga el derecho a elegir y decidir con toda libertad si acepta o no acepta los tratados sobre el canal negociados por el dictador Torrijos y Estados Unidos"... También cuando reclamaba que "el plebiscito esté precedido en particular por el inmediato e incondicional regreso de todos los panameños, sin que sean sometidos a represalias", y al demandar -asimismo- las garantías de las libertades de expresión, de reunión y de discusión de los tratados, así como la devolución permanente al pueblo panameño de los Derechos Humanos y de las libertades que perdió.Leopoldo Aragón no se suicidó. Su muerte fue un acto de protesta contra los tratados canaleros. Fue un acto de entrega a la Patria que tanto quiso y a la libertad por la que tanto abogó. Sus crónicas y reportajes desde Washington en la década de los sesenta, permitían a sus lectores seguir de cerca el acontecer de la capital estadounidense que repercutían en América Latina. La invasión de Bahía de Cochinos, la Alianza para el Progreso, las monstruosidades jurídicas de la OEA, la situación en el Caribe, el golpe militar en Brasil... un sinnúmero de análisis.El heroísmo tiene a veces sus ironías. El 3 de noviembre de 1965, Leopoldo Aragón escribía en su columna "Desde Washington", que semanalmente publicaba el diario El Día, de México: "Un hombre murió envuelto en llamas bajo la oficina de Robert McNamara, secretario de Defensa de Estados Unidos. Aquí la mayor parte de la gente parece que no quiere darse por enterada de lo ocurrido". Periodista ágil, sutil y punzante, Aragón acotaba: "Técnicamente fue un suicidio, Norman R. Morrison se quitó la vida incendiándose con kerosene. La palabra suicidio es la que usan la prensa, las cadenas de televisión y las agencias noticiosas. Los medios de difusión mienten cuando dicen que Morrison se suicidó. Morrison se inmoló. Inmolarse es sacrificarse por otro, por un ideal, por una convicción. Su máxima expresión es quitarse a sí mismo la vida sin hacerle daño a otro; sin que otro sea el que le quite la vida a uno, ya sea resignadamente o por la fuerza. Es un acto exclusivamente propio. Ni siquiera se muere en defensa propia".Igual que Morrison, Leopoldo Aragón murió doce años después por un ideal, por una convicción, por una obsesión que lo acompañaba en su exilio en Suecia, donde llegó gracias a la intervención de Amnesty International y del Rey de Suecia, quienes lo rescataron de las cárceles panameñas. Durante año y medio, el régimen de Torrijos-Noriega lo había mantenido recluido en Coiba y sometido a brutal abuso físico y moral. En un manuscrito intitulado "Prácticas inhumanas de trabajo esclavo para provecho personal en la isla de Coiba", Aragón describió lo que él mismo calificaba como "uno de los castigos más salvajes de Coiba": la corrida de los prisioneros desde el muelle hasta el patio central: "...los guardias, gritando desaforadamente, emprenden a latigazos con grupos de prisioneros, que corren despavoridos como si fueran animales, mientras los guardias los persiguen al galope pegándoles garrotazos para hacerles acelerar su carrera. Desenfrenadamente con demoníaco placer, los guardias los golpean desde atrás, los lados o de frente; si alguno cae a tierra, varios guardias lo atacan simultáneamente a patadas, golpes y latigazos, gritándole fuertemente y arrastrándolo hasta ponerlo de pie y obligarlo a correr rápidamente el trecho restante de las 300 yardas que debía atravesar".Aragón en su mensaje final al pueblo panameño manifestó: "Hacia la victoria vamos y marcharemos siempre. Panamá no es una cosa que se vende en un mercado. Rescátenla del gánster Bunau-Varilla Torrijos y toda su gavilla de maleantes".Al recordar -transcurridos 29 años- la inmolación de Leopoldo Aragón, vuelvo a preguntarme: ¿qué pensarán los que impunemente lo torturaron a él y a tantos en Coiba?; ¿qué pensarán los que lo exiliaron a él y a tantos? ¿y los que se burlaron y tergiversaron su inmolación en sus medios de comunicación locales?; ¿y los amigos y familiares que ayer (1978-79-80) gritaban: ¡Leopoldo Aragón, presente! para usar así su nombre como trampolín para sus intereses y fines particulares y, muy pronto, lo olvidaron para poder ser ministros, diputados, embajadores, asesores, directores de medios?Como consecuencia de aquel voto negativo, no se pudieron hacer los proyectas de carreteras que se necesitaban, no se pudieron construir escuelas, hospitales, ni viviendas. Y lo peor mi niño, -dice el anciano con el rostro triste, curtido por el tiempo-, fue que las personas se quedaron sin trabajo, sin ingresos, la calidad de la educación siguió bajando y la pobreza se esparció por todo e istmo panameño.Supongo, -dijo reflexionando-, que no se planteó con valentía lo que pasaría si no se llevaba a cabo el proyecto de ampliación del Canal propuesto.Con aquella decisión disminuyó la riqueza y se incrementó la pobreza. La amarga lección que no habíamos aprendido en aquel entonces y que no debemos olvidar, es que hay que generar riqueza para reducir la pobreza. El resultado final hijito, -continúa el abuelo-, es que no hay nada más permanente que el cambio".