¿Qué traerá a China y el mundo el poder absoluto de Xi?
Concentrando el poder, Xi y sus cercanos colaboradores buscarán enfrentar enormes desafíos domésticos, como la necesaria reforma financiera, la consolidación de un nuevo modelo de desarrollo, la modernización tecnológica, la corrupción en el Estado y en el partido, la reducción de las enormes desigualdades surgidas con los mecanismos de libre mercado.
- Alberto Alemán Aguirre [email protected]
- - Publicado: 08/3/2018 - 12:00 am
China y el mundo entran ahora a una nueva etapa de la llamada “era de Xi Jinping” al frente del gigante asiático, al anunciarse la pronta eliminación de la cláusula constitucional que limita a un máximo de dos los períodos que alguien puede ejercer la presidencia china.
Se esperaba esta movida, no es algo sorprendente. Su significado es, no obstante, poderoso. Señaliza la permanencia ilimitada en el poder del presidente Xi Jinping, el incuestionable máximo líder. Pone fin a 30 años de liderazgo colectivo instituido por el patriarca Deng Xiaoping (1978-1997), padre de las reformas económicas, y a ser aplicado tras su muerte para evitar los excesos y los turbulencias de la época maoísta, consecuencias del poder absoluto del “gran timonel” Mao Zedong (1949-1976).
Si bien el puesto de presidente no es el más poderoso, Xi concentra todos los cargos más importantes: también es el secretario general del Partido Comunista Chino (PCC) y el presidente de la partidaria Comisión Central de Asuntos Militares (o sea, es el jefe supremo de las Fuerzas Armadas). Dirige personalmente , además , varios comités clave como los de relaciones exteriores y de la economía.
Este acontecimiento, la principal noticia mundial del día después del escueto anuncio del Comité Central del PCC, tendrá importantes consecuencias para China y para todo el mundo, dada la posición de la República Popular China (RPC) como segunda economía del mundo.
A lo interno, Xi consolida el poder absoluto que ha amasado desde su ascenso en 2012. Esto ha venido acompañado por un culto a la personalidad, mayor censura y dureza con la disidencia y activistas. El “Pensamiento de Xi Jinping de un socialismo con características chinas” será también inscrito en la Constitución, un honor concedido solamente a Mao Zedong y Deng Xiaoping, líderes de la primera generación y forjadores de la revolución.
Concentrando el poder, Xi y sus cercanos colaboradores buscarán enfrentar enormes desafíos domésticos, como la necesaria reforma financiera, la consolidación de un nuevo modelo de desarrollo, la modernización tecnológica, la corrupción en el Estado y en el partido, la reducción de las enormes desigualdades surgidas con los mecanismos de libre mercado, y dotar a la superpotencia emergente con un Ejército con poderío tecnológico “capaz de ganar las guerras del siglo XXI”, en palabras del jefe supremo.
Xi parece actuar con la convicción de que él y solo él podrá llevar a su país a la posición de preeminencia global y prestigio que merece. Ante un Estados Unidos más nacionalista y proteccionista que ha cedido el liderazgo global y envía señales confusas en Asia y el mundo, la dirigencia china se apresta a aprovechar el vacío y la oportunidad.
Creo que podremos esperar tres cosas importantes. Uno, un posición más dura en los conflictos regionales como en el Mar de China Meridional, la península coreana y en el Mar de China Oriental. Guiada por la firme mano de Xi, y ante las vacilaciones de la Administración Trump, China buscará convertirse en el incuestionable poder hegemónico de Asia. Dos, veo probable que Pekín limite aún más la autonomía de Hong Kong. Tres, con respecto a Taiwán, veo dos posibles escenarios contrapuestos: el primero, un poco más de flexibilidad hacia Taipei ahora que se ha impuesto a sus enemigos o rivales internos; en el segundo, paradójicamente, creo que la posibilidad de un conflicto armado incrementa también, pues si las cosas en la economía van mal y las facciones del partido – resentidas por la eliminación de los mecanismos de decisión colectiva –lo critican, Xi podría estar tentado a resolver el problema de Taiwán de una vez por todas. El líder chino que logre la reunificación se consagrará en la historia de la nación.
El fortalecimiento de Xi también pone de relevancia un aspecto ideológico importante. China se proyecta como un modelo viable–autoritarismo político y economía de mercado-, estable y alternativo, frente a la inestable, problemática y abatida democracia occidental de hoy.
Se dice que Xi desea gobernar hasta 2033. Vienen tiempos decisivos que definirán el resto del siglo XXI. Sin duda, China ocupará en él un lugar prominente.
El autor es analista de asuntos Asia-Pacífico y periodista.
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