Sobre el escogimiento de los magistrados
Recientemente, la sociedad panameña tuvo la oportunidad de examinar a diez personas que concursaron para dos puestos de magistrados a la Corte Suprema de Justicia ...
Sobre el escogimiento de los magistrados
Recientemente, la sociedad panameña tuvo la oportunidad de examinar a diez personas que concursaron para dos puestos de magistrados a la Corte Suprema de Justicia de Panamá.
Algunos calificaron el acto de "show mediático", otros, que participaron como candidatos o inquisidores, lo calificaron como "acontecimiento histórico" y otros: "sin precedente en América" Yo lo veo de manera modesta: como revelador y novedoso.
Revelador en el sentido de que dos de los diez que se presentaron serán nombrados. Si así no fuese y se nombrara alguno fuera de la lista, con algún calificativo bautizarán al presidente que prometió la presentación tal como se hizo, pero incumplió con el nombramiento, por lo que estoy seguro de que ya vimos y escuchamos a las dos personas por nominar.
SERtv canal 11 ofreció la posibilidad de ver a los candidatos y medirlos con varios criterios; edad que permite calibrar la experiencia, escolaridad, aplomo, emociones, expresión oral y gestual, vocabulario, uso de muletillas, sentido del tiempo, uso de anecdotario, vanidad y sinceridad.
Hubo diversidad de edades. También hubo alta escolaridad, fácilmente comprobable. La experiencia parece que solo es mensurable en el momento que es necesario mostrarla y solo se mide por resultado obtenido. Ella está formada por factores tales como formación de familia, vivencia, relaciones con los demás, solidaridad, sentido de justicia, empatía, pensamiento crítico, y elusión de todo dogmatismo que vaya por encima de los derechos humanos, todo lo cual se conjuga en la sabiduría al momento de emitir un fallo.
No todos mostraron aplomo, incluso, en momentos de seriedad como debía ser el acto, algunos mostraron un sentido de humor carente de humor y se reían de sus propias humaradas ante el gesto adusto de los inquisidores.
En cuanto a las emociones me pareció que alguno se excedió en sus odios, que rayaron en la falta de respeto hacia otros, que debiera mostrar quien desea ostentar una alta jerarquía, algunas expresiones no tuvieron la elegancia que exigía el momento; pareció fuera de sentido en ese escenario que se presentaba serio y que yo no veía como espectáculo político. Algunos inquisidores también quisieron lucirse en sus peroratas antes de la pregunta y se pasaron de graciosos. No los vi aptos.
La expresión oral en algunos me pareció pobre por un vocabulario insulso, común y repetitivo con abundancia de muletillas que se deja para la parla coloquial, pero no para una persona que desea ocupar el alto cargo competido y que se supone debe ser ejemplo. A otro lo vi al punto del llanto por sentirse frustrado. No se diga de la expresión gestual y el uso de un anecdotario más allá de lo necesario. Me pareció que estaba viendo un concurso de oratoria de tiempo atrás con toda la rimbombancia y el histrionismo de aquellos tiempos. Solo a una persona le vi tener sentido del tiempo en su presentación y en las respuestas.
De la vanidad puedo decir que a la mayoría de los participantes les faltó utilizar una frase muy arrogante, cual es: "modestia aparte" aunque si utilizaron la de "yo soy la persona para el puesto".
A todos les faltó sinceridad en sus respuestas al explicar por qué dejaban puestos de elevadísimos ingresos para ocupar uno de menor cuantía. Sus respuestas siempre fueron: "para servir a mi país y eso merece un sacrificio", empero ninguno dijo que el puesto daba poder sobre vida, honra y hacienda de los ciudadanos. Todos dijeron ser enemigos de la corrupción y querían desenredar los entuertos de los otros magistrados. Todo el mundo es enemigo de la corrupción, hasta los más corruptos.
La experiencia fue buena, se deben seguir haciendo las audiencias y el tribunal inquisidor debe tener criterios bien definidos y solo ceñirse a las preguntas sin querer lucirse con sus propios discursos. Debe añadirse una etapa complementaria que consistiría en un grupo formado por los decanos de las facultades de derecho de todas las universidades quienes sumarán a exmagistrados de la Corte que hayan tenido una reconocida hoja de vida pura y sin manchas, además de tres psicólogos, todos hasta un número de dieciocho personas, con la obligación de evaluar la participación de los candidatos. De esos dieciocho, por sorteo se escogen nueve cuya tarea es resumir la lista hasta cinco que se enviará al presidente quien escogerá, tal como dice la Constitución.
Lo novedoso sería que, mediante una ley, se institucionalizara todo el procedimiento descrito, para no dejarlo al solo criterio del presidente de turno, sin necesidad de reformar ni violar la Constitución.
Docente