Panamá
Sobre la aceptación como consuelo
- Arnulfo Arias
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- Columnista
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Estoy convencido de que algunas muertes resultan más difíciles de asimilar que otras; por lo menos para los que quedan con la carga del dolor. Hace algunos días, de una manera casi absurda, aunque no por eso menos dolorosa, perdió la vida "Valo" Sánchez González, oriundo de Vista Hermosa de Penonomé, al ser atacado por un enjambre de abejas africanizadas. Hoy su madre no encuentra consuelo.
Es más probable ser víctima fatal de un rayo que caer muerto por el ataque de un enjambre. Las estadísticas no mienten; pero su veracidad no sirve de consuelo para ese humilde hogar en el que reina la pena, sino que tal vez les causa hasta más dolor, más dudas y menos respuestas.
Pude visitar a la madre afligida, que en medio de su fortaleza parecía pedirme algún consuelo que, tal vez, no supe dar. Porque hay que ser madre, y sobre todo madre en una situación como esa, para comenzar siquiera a comprender en parte la profundidad de su dolor.
En ese momento recordé la parábola de Kisa Gotami y, aunque no tuve corazón para contársela, pienso que nos sirve a todos repasarla. Kisa Gotami lloraba ante la pérdida de su único hijo. Rehusándose a aceptar su partida, cargaba en brazos su pequeño cuerpo inerte, pidiendo a todos en el pueblo algún remedio. Alguien, sintiéndose impotente ante su gran dolor, la guio hacia el maestro Buda, para que fuera en búsqueda de la respuesta que su corazón pedía. Sorprendentemente, Buda aceptó prepararle ese remedio que pedía, pero con una condición: debía traerle un grano de mostaza de un hogar en el que nunca hubiera ocurrido una muerte. Kisa comenzó el peregrinaje en búsqueda de la semilla, aferrándose a su hijo mientras hacía su recorrido. Luego de mucho caminar y preguntar, no encontró un hogar que no hubiera sufrido por la pérdida de un ser querido. Aunque su dolor no la abandonó, dejó de luchar contra lo inevitable de la muerte y la aceptó, dando santa sepultura a su criatura.
Para el dolor de la muerte no existe consuelo verdadero, pero la aceptación de que es inevitable la hace parte de la vida y el destino final de todo el que ha nacido.

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