Análisis
Sobre la libertad y los derechos humanos
...de dónde arranca el problema de los derechos humanos... Toda persona tiene un deber absoluto: procurar el bien común en su ámbito vital; para ello requiere de medios que constituyen sus derechos...
- Paulino Romero C.
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- - Publicado: 25/6/2018 - 12:00 am
Nuestro sistema institucional, basado en los principios de la democracia representativa, no podría permitir jamás una cosa tan irracional como que el marxismo llegara al poder en Panamá, y empezara a deshacer nuestro país, tal como ocurrió en Cuba, hace ya casi 60 años, bajo la tiranía comunista comandada por Fidel y Raúl Castro (1959-2018).
Siguió Venezuela, con Hugo Chávez (1999-2013) y Nicolás Maduro (2013-2018) y, últimamente, Nicaragua, con el dictador Daniel Ortega y su mujer Rosario Murillo (2007-2018). El modelo que se conoce con el nombre de "Democracia Representativa" no es sino una formulación elegante del liberalismo político que se impuso en el siglo XIX, a raíz de la Revolución Francesa de 1789.
La Revolución Francesa consagró tanto en el plano moral como en el político y en el jurídico, la primacía indiscutible de la voluntad, de tal modo que los principios éticos, la estructura social y jurídica de un país y la misión de la autoridad habían de ser fijadas en último término por la voluntad soberana que, simplificando la exposición de la doctrina, venía a equivaler a la voluntad de la mayoría expresada en elecciones libres y periódicas.
Como consecuencia de la negación de la finalidad social y de esos principios básicos, procedía que los países se otorgaran una Constitución que sirviera como norma fundamental.
Pero como también había que quedar entregada a la voluntad mayoritaria, resultó de todo esto un relativismo moral, político y jurídico que acarreó graves consecuencias en caos y anarquía a los países.
No es el caso entrar aquí en un análisis exhaustivo del liberalismo ni de las innovaciones que introdujo en el pensamiento occidental ni tampoco las múltiples escuelas que salieron del cauce común de Rousseau, Kant, Voltaire, Montesquieu y todos los pensadores de esa línea del siglo XVIII.
En general, solo nos interesa presentar la consecuencia jurídica del liberalismo que fue el positivismo y que, grosso modo, tiene como tesis básica la prioridad absoluta que concede a la ley positiva en el ordenamiento jurídico, tal como que esta, siendo el reflejo de la voluntad soberana no está obligada a ceñirse a ninguna otra norma de carácter superior.
Aunque hay manifestaciones anteriores, lo cierto es que el tema de los Derechos Humanos, en su versión contemporánea, fue puesto de moda por la revolución que condujo a la independencia de los Estados Unidos de América y por la Revolución Francesa de 1789, que formularon sendas Declaraciones sobre los Derechos del Hombre y que, en sustancia, han sido asumidas por la declaración pertinente de las Naciones Unidas.
La característica más notoria de tales documentos la constituye el elevado grado de abstracción, pues se refieren a un hombre tan genérico, universal y abstracto, que en la realidad cotidiana no existe.
Por otra parte, dieron a esos derechos la categoría de absolutos con lo cual, al no haber un racional contrapeso de deberes, se hizo posible la anarquía que posteriormente ha azotado a Occidente.
Yendo ahora a un análisis sistemático del tema, aunque necesariamente genérico, cabe preguntarse de dónde arranca el problema de los derechos humanos.
En resumen, todo lo dicho lo podemos compendiar en muy pocas palabras.
Toda persona tiene un deber absoluto: procurar el bien común en su ámbito vital; para ello requiere de medios que constituyen sus derechos, según lo ya explicado.
Pedagogo, escritor, diplomático.
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