Opinión
Ten siempre un propósito
- Rómulo Emiliani
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- - Publicado: 05/8/2024 - 12:00 am
Nacimos para ser alabanza de la Gloria de Dios. Para encontrarnos con Él y vivir en Él para siempre. Nacimos para estar con Él en esta vida y en la otra y para siempre. Nuestra meta es el cielo que es el corazón de Dios. Es vivir para siempre con el Señor y contemplarlo, alabarlo, amarlo, gozar de su presencia que siempre será nueva, radiante, luminosa, brillante, hermosa, bellísima de manera infinita. No podemos ni imaginarnos como es Dios. Y en la tierra no podríamos verlo porque nuestro cuerpo no está diseñado terrenalmente para experimentar ese gozo sobrehumano, y sería tanta la emoción, tan gozosa y sublime que nuestras arterias y venas, todos los órganos físicos de nuestro cuerpo estallarían, nos desintegraríamos. Solo un cuerpo glorioso, resucitado, podría contemplar a Dios. Y contemplándolo cada vez nos pareceríamos más a Él sin dejar de ser criaturas, seres humanos.
Pero seres humanos resucitados, glorificados, transformados con una belleza e iluminación tal, con un gozo y alegría tan intensa, que eso sería el cielo eternamente. Y también nos alegraríamos al contemplarnos unos a otros con semejante y celestial belleza. Tener clara esta meta nos da la posibilidad de enfrentarnos a cualquier cosa en esta vida.
Si tuviéramos claro esto, si lo creyéramos realmente, y si lleváramos en el alma esa certeza incuestionable, no habría obstáculo, sufrimiento o situación negativa que no pudiéramos soportar. Seriamos como los mártires de los primeros siglos, que con cadenas aparecían en el coliseo romano, familias enteras, entre el bullicio, burlas e insultos de la gente, esperando la salida de los leones hambrientos, para ser despedazados, descuartizados y comidos por esas fieras. Y lo hacían rezando, cantando, alabando a Dios y abrazados entre ellos, esperando las mordidas letales de esos feroces animales.
El "pan y circo" mantenía a las masas tranquilas y divirtiéndose, mientras el senado romano, sus cónsules y césares, dominaban la política, las finanzas y se aprovechaban de la ignorancia, el fanatismo y la superstición de la gente para gobernar. Los cristianos que se resistían a adorar al César y demás divinidades paganas y no renunciaban a Cristo, pagaban con sus vidas tal afrenta al poder romano. Y eran parte del espectáculo circense en las largas fiestas del pueblo. Pero los cristianos, justamente porque sabían por fe lo que era el "cielo prometido" no se resistían a terminar en el coliseo siendo pasto de las fieras, tanto ancianos, jóvenes, niños y adultos.
Pidamos al Señor nos dé el don de la fe, tan necesario para caminar por la vida con paso seguro y firme hacia el cielo prometido.
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