Análisis
Vale endeudarse por viajar
¡Tuvo que venir "Tony" Bourdain desde la Babel de Hierro a desempaquetar el genuino frasco de la gastronomía istmeña! De allí, a Portobelo, donde su negritud, alegría, tambores y congos deleitan un bosquejo del Caribe tropical, trasladado por el ferrocarril de Panamá, la primera vía férrea intercontinental en el mundo...
- Jaime Figueroa Navarro
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- - Publicado: 16/6/2018 - 12:00 am
Estupefacto, turulato, inmóvil, permanecí al leer el anuncio de últimas noticias de CNN al alba el viernes 8 de junio. "Tony" Bourdain se había suicidado en el baño de su habitación, ahorcado por el cinturón del albornoz, en el suntuoso hotel Le Chambard del poblado de Kaysersberg, en la periferia de Estrasburgo, metrópoli en la Alsacia francesa, célebre por sus viñedos y prodigalidad culinaria, donde mis tíos Monchi y Margot Morales sirvieron como cónsules de Panamá durante la administración Robles, a mediados de la década de los 60 del siglo pasado. ¿Y qué valía representaba Bourdain? Pues, hombre, déjame aclararte que el simpático neoyorquino, la antítesis de lo que representa Trump, era un chef sencillo, profundo, admirador de los inmigrantes latinos que colaboran con todo aquello que un gringo no quiere hacer en la cocina de un restaurante de cinco estrellas. En adición a sus dotes como enigmático cocinero añade al recetario su excepcional pericia como cronista, narrador, abriendo a través de las cámaras de sus programas televisivos un mundo más allá de lo que ellos llaman América, saltando de cabo a rabo el mapamundi en búsqueda de platillos y culturas extraordinarias, gente diversa que nos une en vez de separarnos. Su quijotear le trajo a Panamá, donde en 2010 grabó un estupendo y muy original video (referencia: http://www.dailymotion.com/video/x4rcw6y), que dentro de la biblioteca de los primeros 100 de su serie "Sin Reservas", ocupa un honroso segundo lugar. Ese excepcional filme lo exhibimos como introducción al XVI Foro de Turismo de Apede la noche del viernes 9 de septiembre de 2011 en el salón Las Perlas del Club Unión de Panamá, cuya audiencia, con mayor conocimiento de causa, aplaudió furiosamente, ovacionando su genio.
Inicia la filmación nuestro Quijote macheteando, junto con agentes de la ley, paquetes de cocaína incautados por las autoridades, invitado a cerro Patacón por el entonces director de la Policía Nacional, Gustavo Pérez. Mascarillas cubren sus rostros para no absorber el dañino polvo y transformarse en cocainómanos. ¡Qué forma más genial de atraer la atención de su teleaudiencia! Referente a esa escena inicial, uno de sus anfitriones, el legendario guía Juan Antonio de la Guardia, me intimó recientemente que Bourdain le reveló que de seguro sería arrestado en el aeropuerto a su retorno a Nueva York al olfatear sus calzados los canes de Aduanas de Estados Unidos. Entrón, chistoso, con buen sentido de humor, "Tony" era un sin par personaje que capta, esponja, enamora a su público.
Nos traslada la próxima escena, posterior a una visión postal del oxigenado verdor istmeño, cual travesía de Balboa a través del Darién que origina la descripción de Panamá por el rotativo The New York Times como "vergüenza de belleza tropical", al Mercado de Mariscos, donde, ojeando nuestra variedad de productos de mar, el chef panameño Julio Pasco, mi primo, le conversa sobre las virtudes de nuestros frutos de mar mientras saborean el mejor ceviche del universo, el de Melba, esa chombita con el diente de oro y la sonrisa más hechicera en el mundo. ¡No tenemos la enésima idea lo que tenemos en manos en ese maravilloso sitio, que poco frecuentamos, porque ¡fo, huele a pescado! Posteriormente contemplamos una cena en las terrazas de Multiplaza, donde abundan los mariscos, seco sours y la fusión de razas y nacionalidades que nos distinguen, donde aprovecha Julio para delinear la esencia del ser panameño, que nos parece reveladora y senda atractiva para el potencial turista. De allí, al barrio chino, ese de Salsipuedes, el original, donde "Tony" saborea los platillos del mejor restaurante oriental en Panamá, Kwang Chow en la Avenida B, ese donde se admiran los patos pekineses colgando desde su amplio ventanal y donde sus comensales, orientales y locales, en su mayoría comen asistidos por palitos en vez de cubiertos, desplegándonos otro capítulo de nuestra capital, tristemente desconocido por la mayoría de su población. ¡Tuvo que venir "Tony" Bourdain desde la Babel de Hierro a desempaquetar el genuino frasco de la gastronomía istmeña! De allí, a Portobelo, donde su negritud, alegría, tambores y congos deleitan un bosquejo del Caribe tropical, trasladado por el ferrocarril de Panamá, la primera vía férrea intercontinental en el mundo, en compañía de la gratísima Terry Thrush, virtuosa empresaria turística y visionaria panameña, sirviendo de trasfondo para otro festín gastronómico de allá, del Caribe, con sus particulares crustáceos, leche de coco, patacones y cerveza Atlas bien fría.
Continúa el narrativo con un bosquejo de la historia reciente, la dictadura militar y una visita a las ruinas de la mansión del general Noriega en compañía de Juan Antonio de la Guardia, seguida por una visita a El Chorrillo para degustar sus tamales y los sabores particulares del barrio en una de sus fondas. Finaliza el documental, como debe ser, con una visita a lo más íntimo de la serranía del Majé, el majestuoso Darién de Balboa y su amada Anayansi, la beldad de la belleza wounaan, un sublime Panamá tristemente desconocido para la mayoría de sus habitantes.
La felicidad no está en el dinero, el éxito o la fama. La única, real, felicidad es la que nace del ser, es algo que emana del centro del corazón, sin más razón que el puro y mágico entusiasmo del gozo de vivir. Y eso lo pintorreteó soberbiamente el lienzo de la visita de Bourdain a Panamá. Paz a su alma. ¡Viva Panamá!
Líder empresarial.
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