Recuerdos de la contaminación
- Pastor E. Durán E.
- - Publicado: 24/2/1999 - 12:00 am
Las antiguas culturas guardan sabias enseñanzas a través de mitos, leyendas, rituales o costumbres que muchas veces nos parecen "tonterías" o "supersticiones" de los antiguos. Tal es el caso por ejemplo, de un ritual existente entre los ngobe y bugle del occidente de nuestro país, a través del cual se pretende conjurar los efectos de la caída de un rayo o descarga eléctrica en una casa. Dentro de todo el ceremonial que incluye bebidas fermentadas, danzas, cantos tradicionales, cruce del lóbulo de la oreja de los varones por una espina de pez mantarraya, etc., los ancianos portadores del conocimiento tradicional prohíben a la comunidad comer durante algún tiempo productos de la tierra o carne de animales que hayan pastado a la redonda del lugar donde ha caído el rayo. Antigua y sabia manera de evitar la contaminación producida por la radiactividad dejada en el área por la descarga eléctrica.
También resulta curioso, por no decir que "casual" que cuando, según el mito ngobe de la Creación, Ngobo (Dios) hacía el mundo, sopló y se vio una bola color amarillo, la cual no le gustó; volvió a soplar y salió una bola color verde y tampoco le gustó, sopló y salió una bola de color rojo y tampoco le gustó; pero a la cuarta vez (el número cuatro es el número sagrado de los ngobe) sopló y salió una bola de color azul y ésta sí le gustó: había hecho la tierra. Una mente imaginativa, al relatar este mito, preguntaría: ¿Cómo supieron los antiguos ngobe que el planeta tierra desde el espacio exterior se ve de color azul? ¿Fue necesario que nuestros astronautas del siglo XX fueran al espacio para darse cuenta de esto y así enseñarlo a los demás mortales? Los ngobe ya lo sabían desde hace miles de años.
Estos son sólo dos ejemplos que hemos escogido, pero las culturas antiguas están plagadas de este tipo de enseñanzas ocultas bajo el fardo de un mito, una leyenda o un ritual. Tales manifestaciones sabias han hecho que algunos escritores y científicos imaginativos hayan lanzado la hipótesis de la colonización de la raza humana en tiempos inmemoriales por parte de una civilización extraterrestre.
En la tesis doctoral de Elsa Mercado Sousa, titulada: "El hombre y la tierra en Panamá, (S.XVI)", basada en fuentes primarias como lo son los escritos de los llamados Cronistas de la Conquista, al narrar el recorrido del Almirante Cristóbal Colón en su cuarto y último viaje a América por la costa del Caribe panameño en busca de la Comarca denominada "Bera-gwa", donde se decía y se confirmó que, efectivamente, había abundancia de oro, los españoles intercambiaron gran cantidad de objetos de oro por sus baratijas. Cuando, a través de intérpretes, le preguntaron a los naturales de la región dónde obtenían el precioso metal, éstos explicaron que lo obtenían "en unas ásperas sierras y que para lograrlo había la necesidad de someterse a cierto ritual y apartarse de mujeres" (Elsa Mercado Sousa, Op. Cit.).
¿Por qué eso de "apartarse de mujeres"? ¿Era esto una simple superstición? ¿Se trataba de una actitud mágica? No. Era una sabia manera de evitar el nacimiento de hijos deformes por efecto de la contaminación con las sustancias venenosas existentes en las minas de oro, tales como los metales pesados (plomo, cobre, zinc, molibdeno, etc.) y demás. Según investigadores tales como Olga Linares, Omar Jaén Suárez y Richard Cooke, hay indicios de que el ser humano se encuentra en Panamá desde hace por lo menos 12,000 años. Esos conocimientos ancestrales proceden quizás de los antiguos pueblos asiáticos, antecesores de los indoamericanos, que pasaron primero a América a través del congelado estrecho de Behring y, posteriormente, a través del Océano Pacífico.
La Biblia, es un compendio de historias y mitos de pueblos antiguos de Mesopotamia (Asia Menor). El libro de Job, es el único lugar de la Biblia donde se habla de minería, y sólo para explicar que la sabiduría vale más que toda esa riqueza mineral que hay bajo la tierra. Este patriarca próspero y nómada nos dice en el Capítulo 28 de su libro, al hablar de estas riquezas, que se obtienen "por donde nadie pasa, lejos de las ciudades". Queda tácito, aunque no es la intención de Job, que las minas no se hicieron nunca en las ciudades ni cerca de ellas. ¿A qué se debía esta estrategia? Creemos que está sobreentendido el problema de la contaminación desde los tiempos más antiguos. Y es que los pueblos antiguos comprendieron y se llenaron de sabiduría a través de sus experiencias. Y, ahora sí, dejemos que Job nos hable de ella, de la que "no se puede conseguir con oro ni se puede comprar con plata". Al finalizar su Capítulo 28, Job pone en boca de Dios el siguiente aforismo: "Servir fielmente al Señor: eso es sabiduría; apartarse del mal: eso es inteligencia".
También resulta curioso, por no decir que "casual" que cuando, según el mito ngobe de la Creación, Ngobo (Dios) hacía el mundo, sopló y se vio una bola color amarillo, la cual no le gustó; volvió a soplar y salió una bola color verde y tampoco le gustó, sopló y salió una bola de color rojo y tampoco le gustó; pero a la cuarta vez (el número cuatro es el número sagrado de los ngobe) sopló y salió una bola de color azul y ésta sí le gustó: había hecho la tierra. Una mente imaginativa, al relatar este mito, preguntaría: ¿Cómo supieron los antiguos ngobe que el planeta tierra desde el espacio exterior se ve de color azul? ¿Fue necesario que nuestros astronautas del siglo XX fueran al espacio para darse cuenta de esto y así enseñarlo a los demás mortales? Los ngobe ya lo sabían desde hace miles de años.
Estos son sólo dos ejemplos que hemos escogido, pero las culturas antiguas están plagadas de este tipo de enseñanzas ocultas bajo el fardo de un mito, una leyenda o un ritual. Tales manifestaciones sabias han hecho que algunos escritores y científicos imaginativos hayan lanzado la hipótesis de la colonización de la raza humana en tiempos inmemoriales por parte de una civilización extraterrestre.
En la tesis doctoral de Elsa Mercado Sousa, titulada: "El hombre y la tierra en Panamá, (S.XVI)", basada en fuentes primarias como lo son los escritos de los llamados Cronistas de la Conquista, al narrar el recorrido del Almirante Cristóbal Colón en su cuarto y último viaje a América por la costa del Caribe panameño en busca de la Comarca denominada "Bera-gwa", donde se decía y se confirmó que, efectivamente, había abundancia de oro, los españoles intercambiaron gran cantidad de objetos de oro por sus baratijas. Cuando, a través de intérpretes, le preguntaron a los naturales de la región dónde obtenían el precioso metal, éstos explicaron que lo obtenían "en unas ásperas sierras y que para lograrlo había la necesidad de someterse a cierto ritual y apartarse de mujeres" (Elsa Mercado Sousa, Op. Cit.).
¿Por qué eso de "apartarse de mujeres"? ¿Era esto una simple superstición? ¿Se trataba de una actitud mágica? No. Era una sabia manera de evitar el nacimiento de hijos deformes por efecto de la contaminación con las sustancias venenosas existentes en las minas de oro, tales como los metales pesados (plomo, cobre, zinc, molibdeno, etc.) y demás. Según investigadores tales como Olga Linares, Omar Jaén Suárez y Richard Cooke, hay indicios de que el ser humano se encuentra en Panamá desde hace por lo menos 12,000 años. Esos conocimientos ancestrales proceden quizás de los antiguos pueblos asiáticos, antecesores de los indoamericanos, que pasaron primero a América a través del congelado estrecho de Behring y, posteriormente, a través del Océano Pacífico.
La Biblia, es un compendio de historias y mitos de pueblos antiguos de Mesopotamia (Asia Menor). El libro de Job, es el único lugar de la Biblia donde se habla de minería, y sólo para explicar que la sabiduría vale más que toda esa riqueza mineral que hay bajo la tierra. Este patriarca próspero y nómada nos dice en el Capítulo 28 de su libro, al hablar de estas riquezas, que se obtienen "por donde nadie pasa, lejos de las ciudades". Queda tácito, aunque no es la intención de Job, que las minas no se hicieron nunca en las ciudades ni cerca de ellas. ¿A qué se debía esta estrategia? Creemos que está sobreentendido el problema de la contaminación desde los tiempos más antiguos. Y es que los pueblos antiguos comprendieron y se llenaron de sabiduría a través de sus experiencias. Y, ahora sí, dejemos que Job nos hable de ella, de la que "no se puede conseguir con oro ni se puede comprar con plata". Al finalizar su Capítulo 28, Job pone en boca de Dios el siguiente aforismo: "Servir fielmente al Señor: eso es sabiduría; apartarse del mal: eso es inteligencia".
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