Impuestos y patriotismo
Desafortunadamente, esos derechos y obligaciones tributarias, muchas veces se convierten en un “salvajismo tributario” en esa dimensión prometeica mencionada antes, como grito de batalla imitado por muchos, que solo busca evitar el pago de impuestos.
- Andrés L. Guillén /opinió[email protected]
- - Publicado: 22/6/2017 - 12:00 am
Patriotismo, noción subjetiva y afectiva, es amor a la patria, lugar donde uno se sabe deudor porque le pertenecemos, como un enamorado a su pareja, más que porque nos pertenezca. Ese amor sin ceguera ni xenofobia, tan personal como universal, lleno de justicia cuando es verdadero, se diferencia mucho de ese nacionalismo patriotero que infecta a políticos inescrupulosos y a sus seguidores en Panamá.
Este casi siempre es xenófobo y antidemocrático, pues somete al ciudadano a un concepto político absoluto, donde todo es valorado como herencia indivisa de un partido político, producto de un supuesto triunfo glorioso común, que erige al poder nacional partidista en religión y lo amarra en el presente a una voluntad política común; por eso, casi siempre este tipo de nacionalismo patriotero es inmoral y falso.
Pareciera una contradicción, ya que algunos piensan que ser nacionalista es ser fiel al patriotismo, pero lo cierto es que, como conceptos, ellos son gemelos enemigos porque la ética y la moralidad los diferencia plenamente, siendo el primero un apéndice de la nación (o un partido) y el otro, fruto del amor verdadero al terruño que nos vio nacer o al que adoptamos como patria.
Hay otro plano, el que vivimos hoy en Panamá, donde podemos reconciliar estos gemelos, en una dimensión prometeica, como una lucha del orden contra el caos, que resalta ese espíritu rebelde del humano, que nos legó Prometeo, según la mitología griega.
Me refiero a ese principio de legitimidad que es el Estado, esa manera de ser, como cuerpo político, que reúne a ciudadanos bajo un mismo poder soberano. Nuestra Constitución define este concepto con marcada vocación democrática, con límites al ejercicio del poder en sus distintas ramas, donde también se establecen mínimamente nuestros derechos y deberes fiscales (Art. 264).
Pero nuestra cultura democrática tergiversa estos conceptos, por lo menos en lo que atañe al civismo fiscal.
La ciudadanía fiscal, como agente de responsabilidad y compromiso al sostenimiento de los gastos públicos, no debe olvidar que los ciudadanos son los únicos propietarios de los impuestos recaudados y que, igualmente, deben fiscalizar su buen uso.
Desafortunadamente, esos derechos y obligaciones tributarias, muchas veces se convierten en un “salvajismo tributario” en esa dimensión prometeica mencionada antes, como grito de batalla imitado por muchos, que solo busca evitar el pago de impuestos.
Solo ver la reacción provocada por el Decreto Ejecutivo 130 de 2017, que dicta medidas para la actualización e intercambio intergubernamental de información catastral, normas de utilidad fiscal desprovistas de cualquiera interpretación abusiva o dictatorial.
Esa rebelión charlatana no se trata de una lucha del orden contra el caos ni de una conducta fiscalizadora, sino de un malestar político que casi sugiere un anarquismo, deseoso de desaparecer toda autoridad legítima, lo que es contrario a ese principio de legitimidad que es el Estado panameño.
Patriotismo es saberse deudor, aun de impuestos, sin ese azoramiento que provoca la duda, que nos hace caer en un abismo de inestabilidad.
Economista
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