Lezlie Milson en el Museo de Arte Contemporáneo
- Celdonio Arauz Espinosa
- - Publicado: 09/10/1999 - 11:00 pm
La artista norteamericana residente en Panamá, Lezlie Milson, inaugurará el próximo martes 12 de octubre una exposición de esculturas e instalaciones en el Museo de Arte Contemporáneo.
Es decir, que una vez más en uno de los espacios culturales más renombrados del país, los conocedores, amantes del buen arte y público en general podrá disfrutar de la genialidad de esta artista, quien en otras ocasiones ha presentado su producción creativa.
Milson posee una Licenciatura en Bellas Artes y Diseño de Rhode Island School of Design, una Licenciatura en Artes en Brown University en Providence, Rhode Island- Estados Unidos; además, de haber cursado estudios en University of Wisconsin.
En Panamá ha realizado exposiciones individuales y colectivas en el Museo de Arte Contemporáneo, en la Galería ArteConsult, en el BAC International Bank, entre otros.
Sus muestras han llegado igualmente a Perú, Ecuador y evidentemente se han exhibido en su tierra natal Estados Unidos.
Dentro de sus premios logrados podemos mencionar que recibió en 1996 una Mención Especial en la III Bienal de Arte Pictórico de Panamá y en 1994 una Primera Mención de Honor en la II versión de este evento. Se hizo merecedora en 1983 de un Primer Premio, Amicale Award y un Tanner´s Council Award en Rhode Island School of Design; obtuvo también un Segundo Premio en la Competencia Estatal de Escultura (1976) y un Premio de Adquisición (1975) en la Universidad de Wisconsin
El crítico internacional Klaus Steinmetz indica que la obra de Milson es anecdótica y discursiva, aludiendo que es una virtud que acompaña a esta artista.
Steinmetz hace un análisis y evalúa detalladamente algunos aspectos del trabajo creativo de Milson, el cual damos cabida en esta página.
"¿Cómo conciliar a la artista con su trabajo, cuando parecen sospechosamente incompatibles? Habría que recurrir al ya viejo truco de darle la palabra al psicoanálisis para que insinúe subcutáneos desvíos, traumas e ilusiones de todo tipo, represiones que pugnan por salir y que el arte, como pomada milagrosa reencauza y alivia.
Porque la obra de Lezlie Milson es obviamente un producto de la entraña . Más que participar del manoseo de los grandes discursos del posmodernismo su obra es fruta inflamada de su ansiedad interior. Y sin embargo es contemporánea, en la medida en que ser auténtico lo hace inevitable. Decía Borges que por mucho tiempo se esforzó en escribir como un modernista argentino ... después se percato de que siendo de aquel país y habiendo aprendido a ver el universo a través del prisma de la Modernidad, no podía ser otra cosa. Creadora de su tiempo, el conflicto interior que desemboca en estas obras de Milson se me antoja muy cercano a uno de los temas fundamentales de este cambio de milenio: el problema de género.
Lezlie Milson es una mujer, por dentro y por fuera. Es así como me explico la inconsistencia, que mencioné al principio, entre una creadora frágil y tenue y una obra de fuerte a brutal, poderosa, sin comtemplaciones, fálica por demás y radical. Tal vez sea ese su efecto en mi, tal vez sólo ante mis ojos las nervaduras se tornan venas saltadas en un esfuerzo conocido; tal vez sólo yo siento que todas sus obras son rojas, aunque no sean rojas. Orgánicas hasta las que no fueron hechas con recuerdos de órganos. Cálidas, incluso las azules.
Un solo mástil se apoya en una pared: derrota, victorioso, agotamiento. Otra pieza cuelga y ciertos elementos la proveen de su propia identidad: la leve curva, la forma de uno de sus extremos, el vidrio fragmentado. Dos tallos se sostienen uno contra otro: se establece una primigenia relación, se definen entre sí y son definidos por el espacio vacío que queda entre ambos, se veneran o se soportan: macho y hembra. Más allá, una multitud se para firma, alineada y expectante. Se juntan, hasta se tocan, pero no se funden. El drama de las paralelas.
Un largo falo amarillo se protege con sus ávidas púas, es el objeto prohibido: tocar es severamente castigado. O es deliciosamente castigado: de otra pared parecieran colgar instrumentos medievales de suplicio. El espectador puede escoger entre sentirse verdugo o esperar el inminente tormento. Asociaciones todas provocadas acaso por las formas originales de la madera, respetadas en su forma, escondidas tras las diferentes coberturas y por tanto revestidas de una textura distinta.
En este contexto es que la artista basa su propuesta a nivel formal: la madera limitada a su función estructural, como un esqueleto que sin embargo no se resigna a adaptarse completamente y retuerce sin camisa de fuerza. Esto es fundamental: en este aspecto la artista empalma con uno de los temas que han obsesionado a los creadores de la última década. Se trata de sugerir que la estructura tiene tantas virtudes comunicativas como el mensaje mismo; que el medio puede ser tan eleocuente como la imagen evocadora; que los materiales llevan, en su propia materialidad, todo un universo propio de significados. Recuerdo particularmente las obras del argentino Fabián Marcaccio, en las cuales el bastidor rompía el área bidimensional y sacrosanta del lienzo, así como su prevista linealidad, para transformarse en incontrolables nudos de madera. El conflicto entre escultura y pintura, además, perdía importancia (Milson es, en cierta forma, una pintora en tres dimensiones). Era, stricto sensu, arte que hacía comentarios sobre el arte.
La obra de Lezlie Milson es particular pues es capaz de abarcar estos dos grandes cauces principales. Es anecdótica en tanto evoca con poder elementos orgánicos. Es discursivas en cuanto viola los límites del mensjae limitado al símbolo y lo lleva hasta la estructura. Esta capacidad es su mayor virtud".
Es decir, que una vez más en uno de los espacios culturales más renombrados del país, los conocedores, amantes del buen arte y público en general podrá disfrutar de la genialidad de esta artista, quien en otras ocasiones ha presentado su producción creativa.
Milson posee una Licenciatura en Bellas Artes y Diseño de Rhode Island School of Design, una Licenciatura en Artes en Brown University en Providence, Rhode Island- Estados Unidos; además, de haber cursado estudios en University of Wisconsin.
En Panamá ha realizado exposiciones individuales y colectivas en el Museo de Arte Contemporáneo, en la Galería ArteConsult, en el BAC International Bank, entre otros.
Sus muestras han llegado igualmente a Perú, Ecuador y evidentemente se han exhibido en su tierra natal Estados Unidos.
Dentro de sus premios logrados podemos mencionar que recibió en 1996 una Mención Especial en la III Bienal de Arte Pictórico de Panamá y en 1994 una Primera Mención de Honor en la II versión de este evento. Se hizo merecedora en 1983 de un Primer Premio, Amicale Award y un Tanner´s Council Award en Rhode Island School of Design; obtuvo también un Segundo Premio en la Competencia Estatal de Escultura (1976) y un Premio de Adquisición (1975) en la Universidad de Wisconsin
El crítico internacional Klaus Steinmetz indica que la obra de Milson es anecdótica y discursiva, aludiendo que es una virtud que acompaña a esta artista.
Steinmetz hace un análisis y evalúa detalladamente algunos aspectos del trabajo creativo de Milson, el cual damos cabida en esta página.
"¿Cómo conciliar a la artista con su trabajo, cuando parecen sospechosamente incompatibles? Habría que recurrir al ya viejo truco de darle la palabra al psicoanálisis para que insinúe subcutáneos desvíos, traumas e ilusiones de todo tipo, represiones que pugnan por salir y que el arte, como pomada milagrosa reencauza y alivia.
Porque la obra de Lezlie Milson es obviamente un producto de la entraña . Más que participar del manoseo de los grandes discursos del posmodernismo su obra es fruta inflamada de su ansiedad interior. Y sin embargo es contemporánea, en la medida en que ser auténtico lo hace inevitable. Decía Borges que por mucho tiempo se esforzó en escribir como un modernista argentino ... después se percato de que siendo de aquel país y habiendo aprendido a ver el universo a través del prisma de la Modernidad, no podía ser otra cosa. Creadora de su tiempo, el conflicto interior que desemboca en estas obras de Milson se me antoja muy cercano a uno de los temas fundamentales de este cambio de milenio: el problema de género.
Lezlie Milson es una mujer, por dentro y por fuera. Es así como me explico la inconsistencia, que mencioné al principio, entre una creadora frágil y tenue y una obra de fuerte a brutal, poderosa, sin comtemplaciones, fálica por demás y radical. Tal vez sea ese su efecto en mi, tal vez sólo ante mis ojos las nervaduras se tornan venas saltadas en un esfuerzo conocido; tal vez sólo yo siento que todas sus obras son rojas, aunque no sean rojas. Orgánicas hasta las que no fueron hechas con recuerdos de órganos. Cálidas, incluso las azules.
Un solo mástil se apoya en una pared: derrota, victorioso, agotamiento. Otra pieza cuelga y ciertos elementos la proveen de su propia identidad: la leve curva, la forma de uno de sus extremos, el vidrio fragmentado. Dos tallos se sostienen uno contra otro: se establece una primigenia relación, se definen entre sí y son definidos por el espacio vacío que queda entre ambos, se veneran o se soportan: macho y hembra. Más allá, una multitud se para firma, alineada y expectante. Se juntan, hasta se tocan, pero no se funden. El drama de las paralelas.
Un largo falo amarillo se protege con sus ávidas púas, es el objeto prohibido: tocar es severamente castigado. O es deliciosamente castigado: de otra pared parecieran colgar instrumentos medievales de suplicio. El espectador puede escoger entre sentirse verdugo o esperar el inminente tormento. Asociaciones todas provocadas acaso por las formas originales de la madera, respetadas en su forma, escondidas tras las diferentes coberturas y por tanto revestidas de una textura distinta.
En este contexto es que la artista basa su propuesta a nivel formal: la madera limitada a su función estructural, como un esqueleto que sin embargo no se resigna a adaptarse completamente y retuerce sin camisa de fuerza. Esto es fundamental: en este aspecto la artista empalma con uno de los temas que han obsesionado a los creadores de la última década. Se trata de sugerir que la estructura tiene tantas virtudes comunicativas como el mensaje mismo; que el medio puede ser tan eleocuente como la imagen evocadora; que los materiales llevan, en su propia materialidad, todo un universo propio de significados. Recuerdo particularmente las obras del argentino Fabián Marcaccio, en las cuales el bastidor rompía el área bidimensional y sacrosanta del lienzo, así como su prevista linealidad, para transformarse en incontrolables nudos de madera. El conflicto entre escultura y pintura, además, perdía importancia (Milson es, en cierta forma, una pintora en tres dimensiones). Era, stricto sensu, arte que hacía comentarios sobre el arte.
La obra de Lezlie Milson es particular pues es capaz de abarcar estos dos grandes cauces principales. Es anecdótica en tanto evoca con poder elementos orgánicos. Es discursivas en cuanto viola los límites del mensjae limitado al símbolo y lo lleva hasta la estructura. Esta capacidad es su mayor virtud".
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