Normal de mis recuerdos
- Ginela C. Escala/CrÃtica
- - Publicado: 07/2/2004 - 12:00 am
El amigo Alvaro J. Cabal M. me ha forjado inolvidables recuerdos de su alma mater, la Escuela Normal Juan Demóstenes Arosemena, y los inicia con una estrofa de la magistral poesía de Carlos F. Chang Marín: Las normalistas son blancas como un pueblo de azucenas, como un pueblo de palomas y un cúpula de estrellas. La noche las hizo blancas como blancas lunas nuevas, cuando los sueños del monte se hicieron agua en las tejas.
Es el recordar sublime de un ex normalista quien, como nosotros, no olvidaremos jamás a ese templo del saber en donde nos forjamos como maestros al servicio de las comunidades; aportando esfuerzos, inquietudes y luchas, desde diferentes posiciones, para alcanzar el progreso y desarrollo de la nación panameña.
Expresa el amigo Cabal que este "Sendero de Recuerdos" recorrido desde la cumbre de 78 años de existencia, nos lleva a 1938, cuando al terminar la escuela en Dolega, toda mi familia se trasladó a Santiago, donde mi hermanita Marcela y yo iniciamos la secundaria y nuestros padres, sus respectivos profesorados: Doña Beatriz en Español y Don Tomás en Arte. Y continúa diciendo: Con motivo del centenario, mis compañeras -fueron más de cien- y mis compañeros -fuimos menos de diez de la primera graduación 1938-1944, ex alumnos de la Escuela Normal de Santiago de Veraguas, me pidieron que escribiera algo de la historia de nuestra alma mater. La parte inicial de la tarea ya la hizo un amigo de toda la vida, el Dr. Alonso Roy (q.e.p.d.), quien supo combinar la medicina con la literatura y la historia, y conoció la Normal porque Mario J. De Obaldía y otros del equipo de basketball del Instituto Nacional, nos visitaban, frecuentemente, en competencias intercolegiales.
Sintetizo un artículo de Alonso que publicó el año pasado sobre la Normal de Santiago: El Dr. Juan Demóstenes Arosemena fue electo Presidente el 7 de junio de 1936 y cuatro meses más tarde tomó posesión de la más alta magistratura del país. Tuvo la feliz idea de abrir caminos hacia el interior y trasladar la Escuela Normal de Institutoras, que se encontraba en el barrio de la Exposición de la capital, para Santiago de Veraguas, el corazón mismo de la patria. Esta idea ya era revolucionaria, pero más aún, la de orientar la educación nacional hacia todos los puntos del interior compenetrando a los futuros maestros con los lugares y pueblos donde tendrían que realizar sus labores docentes y esparcir los conocimientos adquiridos. El diseño y las construcción se le encargó al arquitecto Pedro Luis Caselli, quien logró un plantel educativo ejemplar por su funcionamiento y belleza. Con motivo de los actos inaugurales, el periodista Ignacio de J. Valdés publicó su famoso cuento "La Luz de Llano", donde mencionaba que dicha luz vagaba por la eternidad en Canto del Llano, pero ahora convertida en la Normal de Santiago su peregrinaje eterno había terminado. Condensar la historia de más de 1,000 compañeros durante seis años compartidos en las aulas y fuera de ellas, sería escribir una novela que tendría de todo: exámenes, amoríos, paseos, sonrisas, tareas, carcajadas y también lágrimas y temor, incluso crímenes nunca aclarados que, como aprendimos en Higiene Mental con el Prof. Víctor Gómez, es mejor olvidar. Pero en nuestros recuerdos permanecen los sueños de juventud que van desde lo que planeábamos ser en nuestras vidas, hasta las nuevas experiencias que conlleva el cambio de niños a jóvenes. No se olvidan esos amores de estudiantes que fueron para algunos "flores de un día" y para otros, el único y perdurable de sus vidas, como Albertina Donodo y Santander Tristán, Eneida Romero y Francisco Chang Marín, quienes unieron sus vidas desde entonces y compartirán hasta que la muerte los separe, aunque quién sabe, el cielo debe ser lugar donde amores ejemplares como éstos se sigan compartiendo.
Y nosotros ya no somos los mismos; pero lo que sigue siendo igual y aquilatado por el tiempo como los buenos vinos, es esa amistad-hermandad que nos regaló la vida de compañeros normalistas. Para los que nos precedieron en el viaje al más allá, Marco Vinicio Tapia, Juan Manuel Guerra, Rosa Mercedes Anguizola, Josefa Alba y otros, sean nuestras oraciones, para los que seguimos por la vida, haciendo lo que aprendimos de los mejores profesores de cualquier colegio: enseñar en las aulas y fuera de ellas, la íntima satisfacción de haber cumplido con nuestra escuela y repetir como en 1944, pero ahora ya comprobado a través de la vida, lo que dice nuestra himno: "Normal querida, somos tus hijos, por donde vayamos irás también, hoy te juramos con toda el alma, honrar tu nombre sembrando el bien".
Es el recordar sublime de un ex normalista quien, como nosotros, no olvidaremos jamás a ese templo del saber en donde nos forjamos como maestros al servicio de las comunidades; aportando esfuerzos, inquietudes y luchas, desde diferentes posiciones, para alcanzar el progreso y desarrollo de la nación panameña.
Expresa el amigo Cabal que este "Sendero de Recuerdos" recorrido desde la cumbre de 78 años de existencia, nos lleva a 1938, cuando al terminar la escuela en Dolega, toda mi familia se trasladó a Santiago, donde mi hermanita Marcela y yo iniciamos la secundaria y nuestros padres, sus respectivos profesorados: Doña Beatriz en Español y Don Tomás en Arte. Y continúa diciendo: Con motivo del centenario, mis compañeras -fueron más de cien- y mis compañeros -fuimos menos de diez de la primera graduación 1938-1944, ex alumnos de la Escuela Normal de Santiago de Veraguas, me pidieron que escribiera algo de la historia de nuestra alma mater. La parte inicial de la tarea ya la hizo un amigo de toda la vida, el Dr. Alonso Roy (q.e.p.d.), quien supo combinar la medicina con la literatura y la historia, y conoció la Normal porque Mario J. De Obaldía y otros del equipo de basketball del Instituto Nacional, nos visitaban, frecuentemente, en competencias intercolegiales.
Sintetizo un artículo de Alonso que publicó el año pasado sobre la Normal de Santiago: El Dr. Juan Demóstenes Arosemena fue electo Presidente el 7 de junio de 1936 y cuatro meses más tarde tomó posesión de la más alta magistratura del país. Tuvo la feliz idea de abrir caminos hacia el interior y trasladar la Escuela Normal de Institutoras, que se encontraba en el barrio de la Exposición de la capital, para Santiago de Veraguas, el corazón mismo de la patria. Esta idea ya era revolucionaria, pero más aún, la de orientar la educación nacional hacia todos los puntos del interior compenetrando a los futuros maestros con los lugares y pueblos donde tendrían que realizar sus labores docentes y esparcir los conocimientos adquiridos. El diseño y las construcción se le encargó al arquitecto Pedro Luis Caselli, quien logró un plantel educativo ejemplar por su funcionamiento y belleza. Con motivo de los actos inaugurales, el periodista Ignacio de J. Valdés publicó su famoso cuento "La Luz de Llano", donde mencionaba que dicha luz vagaba por la eternidad en Canto del Llano, pero ahora convertida en la Normal de Santiago su peregrinaje eterno había terminado. Condensar la historia de más de 1,000 compañeros durante seis años compartidos en las aulas y fuera de ellas, sería escribir una novela que tendría de todo: exámenes, amoríos, paseos, sonrisas, tareas, carcajadas y también lágrimas y temor, incluso crímenes nunca aclarados que, como aprendimos en Higiene Mental con el Prof. Víctor Gómez, es mejor olvidar. Pero en nuestros recuerdos permanecen los sueños de juventud que van desde lo que planeábamos ser en nuestras vidas, hasta las nuevas experiencias que conlleva el cambio de niños a jóvenes. No se olvidan esos amores de estudiantes que fueron para algunos "flores de un día" y para otros, el único y perdurable de sus vidas, como Albertina Donodo y Santander Tristán, Eneida Romero y Francisco Chang Marín, quienes unieron sus vidas desde entonces y compartirán hasta que la muerte los separe, aunque quién sabe, el cielo debe ser lugar donde amores ejemplares como éstos se sigan compartiendo.
Y nosotros ya no somos los mismos; pero lo que sigue siendo igual y aquilatado por el tiempo como los buenos vinos, es esa amistad-hermandad que nos regaló la vida de compañeros normalistas. Para los que nos precedieron en el viaje al más allá, Marco Vinicio Tapia, Juan Manuel Guerra, Rosa Mercedes Anguizola, Josefa Alba y otros, sean nuestras oraciones, para los que seguimos por la vida, haciendo lo que aprendimos de los mejores profesores de cualquier colegio: enseñar en las aulas y fuera de ellas, la íntima satisfacción de haber cumplido con nuestra escuela y repetir como en 1944, pero ahora ya comprobado a través de la vida, lo que dice nuestra himno: "Normal querida, somos tus hijos, por donde vayamos irás también, hoy te juramos con toda el alma, honrar tu nombre sembrando el bien".
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