La vida, un viaje o una filosofía
Aprendí que la muerte no es el fin de la vida, si no un capítulo más de la vida. Pero también aprendí de la vida y las personas; que debo ser yo mismo y no lo que otros quieren que sea... filosofía esta por la cual recibí muchos premios cuando chico: chancletazos de mamá.
- Antonio Mola /[email protected]
- - Publicado: 04/3/2018 - 12:00 am
Hospitales, cárceles, cementerios; son localidades presentes en nuestra sociedad las cuales algunos visitan y otros no, exeptuando la última, en el que al final del camino es de visita obligada y en donde se nos otorgará nuestro certificado de derecho posesorio de la tierra que ocupemos o bien nuestra escritura que nos permite alojarnos en nuestra propia condocripta.
Les confieso que no solo he visitado los tres lugares, también he ocupado espacio en las dos primeras. En una por el transcurrir del reloj y en la otra, detenido cuando chiquillo por practicar el deporte del taco y las bolas en el billar Taco de Oro (hoy ya desaparecido) por las batidas a menores, motivos por el cual recibí correazos de oro de mi padre.
¿Qué enseñanzas me trajo estas vivencias? Revisémoslas.
En el hospital estando internado, aprendí que si no tienes dinero o un seguro médico no tendrás salud. Te atenderán en hospitales públicos donde tendrás atención médica por misericordia, pero no te darán salud. Te darán una cama pero no te darán una atención adecuada. Hoy día salud es un negocio y se escribe con "$" de dinero. Tu $alud depende de lo profundo de tus bol$illo$ o de la calidad del plá$tico de tus tarjetas de crédito, u optar por el martirioso seguro que es la CSS.
En la cárcel, en esa solitaria caja de cuatro paredes, una de las cuales es de barras y en donde te depositaban las autoridades hasta que tus padres te rescataban, se imponía la disciplina o castigo de la privación de la libertad a los menores deportistas que la desafíaron por tratar de entretenerse jugando al sano deporte del billar.
Allí aprendí que para algunos reclusos la libertad es su cárcel y la cárcel su libertad. Allí tienen comida, atención médica, educación, algo de entretenimiento, gimnasia y amigos. Afuera, no tienen nada. Solo la soledad que les rodea en su ambiente y los amigos, no amigos, que tienen sus propias agendas. Por eso prefieren volver a delinquir para retornar a lo que consideran su hogar.
Los programas de inserción social son ineficientes o inexistentes. En muchos casos entran como delincuentes junior y salen como delincuentes "seniors"; algunos otros, con doctorado “honoris causa” en delincuencia organizada. La Policia Nacional ha incrementado su pie de fuerza y salarios, mientras que la delincuencia incrementa su labor delictiva con mayor intensidad y atrozidades, aunque las estadísticas de las autoridades difieren con la percepción ciudadana. Quizás pronto estas estadísticas nos demostrarán que no hay delincuencia. Que los crimenes son pasionales o suicidios, más no delincuenciales. Que los robos son realizados por cleptómanos, que es una enfermedad, no delincuencia. Aprendí que hay delincuentes detenidos, hay delincuentes libres y otros gobernando.
Aprendí que el estado físico de estar preso o en libertad, también depende de los niveles verdes en tus cuentas en la banca.
Visitando los cementerios aprendí que la muerte es una de las dos cosas seguras de la vida (la otra son los impuestos, solo que estos uno puede escoger no pagarlos o inteligentemente evitarlos); que el sepulcro es un hoyp negro del que no sabemos a ciencia cierta hacia dónde el alma del difunto partió. Asumimos que al cielo y que diosito lo acogió en su seno; que otros fueron a la estación intermedia de espera donde se cruzan los caminos al paraiso y al infierno y que finalmente, otros tomaron el “descensor” directo a su reunión de bienvenida con Don Lucifer, amo de las tinieblas.
Aprendí que en el cementerio te acompañan tus verdaderos familiares y amigos. Aprendí que todo termina en una caja de madera o bronce y que todos los presentes te estrañan ese día.
Aprendí que la muerte no es el fin de la vida, si no un capítulo más de la vida. Pero también aprendí de la vida y las personas; que debo ser yo mismo y no lo que otros quieren que sea... filosofía esta por la cual recibí muchos premios cuando chico: chancletazos de mamá.
Como decía el fundador de IBM, don Thomas Watson: en educación no hay punto de saturación. Así es la vida: una constante educación. Desde que somos feto se inicia el viaje educativo el cual no termina hasta que te encuentras con la realidad del sacerdote dándote los santos oleos... que te genera, aunque quizás inconcientemente, tu última enseñanza: que los que dejas en esta última etapa sufren con tu partida, pero que pronto aceptarán que era tu tiempo y con la esperanza de que tu recuerdo los hará mejores personas.
La vida es un viaje. Vivirla una filosofía. Tu decides cómo será la filosofía de tu viaje en esta vida.
ExAlumno del Instituto Nacional, Generación 64-65
Para comentar debes registrarte y completar los datos generales.