Redefiniendo un destino
- Jaime Figueroa Navarro
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- - Publicado: 26/5/2018 - 12:00 am
El quiosco de la Autoridad de Turismo en el Aeropuerto Internacional de Tocumen fuera del área de recepción de Aduanas, el primer lienzo que escudriña el turista al llegar a Panamá, refleja la grima del escepticismo, actual termómetro de una actividad turística decadente, fétida, inerte, en el país. Languidece en tonos amarillentos, tal edificación soviética abstracta, absurda, que hiere la vista del visitante. Observamos desde lejos recostarse perezosamente en su mostrador, cual cantina de barrio de provincias, dos o tres sedientos comensales. Vulgares, desaliñados, dispuestos a reclamar el arranque en flemáticas poses. Mugrientos y grotescos, con zapatos enlodados, hacen juego con la dantesca escena que poco invita la presencia del turista, amén de una oferta al que rara vez se acerca, de pobrísima literatura que tranza la carne de tristes mujeres y solitarios casinos en lugar de resaltar las bondades de nuestra oferta. La primera responsabilidad de un Ministerio de Turismo es la presentación de su entorno. No se llega al atrio del Teatro Nacional en intermedio para fisgonear bolsitas de mamones o trocitos de grasienta yuca frita en torno a una pocilga minada por mozos ataviados de baratas camisetas del candidato de turno, una que otra cucaracha husmeando migajas. La indiferencia colectiva de décadas acumuladas de mediocridad, exhibiendo lo peor, lo chabacano, el reflejo de una clase política que escoge de a dedo los paladines de una industria que debiese ser la espinaca de Popeye en la actividad económica istmeña, es la espada de Damocles que raya en lo absurdo, con inexistente planificación, apatía a tutiplén. Mucha culpa la tenemos nosotros mismos que rendimos pleitesías a los ineptos césares, permanentes manzanillos adulando el de turno en vez de exigir los más elevados niveles de profesionalismo y cuentas claras, resultados, saludables aumentos en los niveles y calidad de visitantes, en vez de pueriles excusas y abultadas cifras oficiales que simplemente no dan, no llegan, a todas luces "fake news".
¿Cómo hacemos para amalgamar nuestro turismo? Comencemos con el quiosco de Tocumen y su ubicación. Echando un vistazo a Charles de Gaulle, el aeropuerto de París, los regentes del turismo de la ciudad más visitada en el mundo optaron por asentar los sitios de bienvenida dentro de las salas de espera de equipajes. ¿Por qué? Simple, sencillo, mi querido Watson, porque hay que esperar por los equipajes, haciendo el momento ideal para disponer de personas plurilingües, con tentadoras sonrisas y respuestas para todo, incluyendo muchas otras cosas inesperadas para incluir en nuestra ya ajetreada agenda. ¡Es la actitud la que hace la diferencia! Cuando las personas salen de Aduanas, quieren evadirse lo más pronto posible, no tienen tiempo para conversar sobre opciones ni ofertas.
No tenemos que reinventar la rueda en Panamá, bastaría inicialmente con la restauración de sitios existentes. ¡Ágilmente! No puede ser que el proyecto de reconstrucción del Casco Antiguo como atractivo turístico que data de mediados de la década de los noventa, todavía ande a medio palo, estítico sin su tranvía, aun repleto de entidades públicas y "atiborrado de automóviles" que transportan a enardecidos funcionarios con sus abultados foldercitos, entorpeciendo la actividad turística. Si nos vamos más allá y engendramos nuevos destinos, reconstruyendo plenamente, por ejemplo, las ruinas de Panamá La Vieja, con su icónico galeón restaurante y la restauración del Camino Real desde el Puente del Rey hasta Portobelo para convertirles en verdaderos faros al turismo donde cientos de miles de visitantes puedan revivir la fecunda historia de la primera ciudad del Pacífico colonial, entonces si "abarrotamos los hoteles", si apostamos no por escuálidos 2 millones, sino 10 o 20, engendrando excepcional empleomanía más allá de mucamas y cantineros. Duele, apesadumbra el alma que un potencial tan fecundo se eche a perder por la indiferencia que nos rige. Urge, se hace apremiante y obligatorio redefinir el destino bajo el ojo clínico de matemáticos peritos con conmensurables planes de acción a corto, mediano y largo plazo.
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