Efectos
Una sociedad abusada
Para desgracia nuestra, hemos convertido el término abuso en un permanente diario que mortifica nuestras vidas. Lo hemos normalizado tanto que la siembra abusiva (de autoridad, de
- Víctor Corcoba Herrero (Escritor)
- - Publicado: 28/7/2014 - 12:00 am
Para desgracia nuestra, hemos convertido el término abuso en un permanente diario que mortifica nuestras vidas. Lo hemos normalizado tanto que la siembra abusiva (de autoridad, de confianza, de derecho, sexual, económica...) ha espigado con fuerza y va camino de dejarnos sin lenguaje. Los privilegios se confunden con las arbitrariedades porque al poder no hay poder alguno que le detenga. Esto pasa por permitir que la soberanía sirva al interés de unos pocos, lo que genera un clima de corrupción en la sociedad.
Lo mismo sucede con el abuso de confianza, aprovechando que la víctima le concede el uso o la tenencia de dicho bien, se produce una apropiación indebida. En idéntico marco suele crecerse (y recrearse) el titular de un derecho subjetivo, que en su ejercicio resulta contrario a la buena fe, la moral, las buenas costumbres o los fines sociales y económicos del derecho. Igualmente ocurre con el uso incorrecto de otra persona para propósitos sexuales, o cuando una de las dos partes implicadas en una pareja tiene control sobre la otra en el acceso a los recursos económicos, lo que disminuye la capacidad de la víctima de mantenerse a sí misma y la obliga a depender financieramente del ejecutor. Podríamos continuar con la lista de excesos, máxime en una época de engaño universal, pero como ha dicho Antonio Machado —es lo que es, y sigue siendo verdad aunque se piense al revés.
Una de las mayores tareas de los Gobiernos y de las economías es el uso más eficaz de los recursos, no el abuso, teniendo presente que el concepto de eficiencia no es axiológicamente neutral. Esto exige que la sociedad revise su modo de actuar, su proceder, conjuntando un estilo de buen vivir en comunidad. Lo acaba de decir con extraordinaria fuerza el papa Francisco, si con nuestros abusos destruimos la creación, la creación nos destruirá a nosotros. ¡Nunca lo olvidéis!.
Todos estos abusos terminan pasando factura muchas veces a personas inocentes que no han causado daño alguno. Por consiguiente, tan importante como custodiar la naturaleza es también proteger a las personas, preocuparse (y ocuparse) por todos, especialmente por los más indefensos. Ciertamente, todo sería mejorable si actuásemos con la suficiente libertad de juicio y ejercicio, oponiéndonos a las medias verdades de antemano establecidas. Tengo el convencimiento, pues, de que la sociedad próxima tomará conciencia de que si nos interesamos los unos por los otros, tenemos la fórmula segura para la felicidad.
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