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Violencia mediática o de la destrucción de la dignidad de la mujer disfrazada de noticia

Llama la atención que el neologismo "posverdad" haya sido designado como la Palabra del Año 2016.

Por: Silvio Guerra Morales | | - Actualizado:

Violencia mediática o de la destrucción de la dignidad de la mujer disfrazada de noticia

La violencia mediática es todo acto a través de cualquier medio de comunicación, que de manera directa o indirecta promueva estereotipos sexistas, haga apología de la violencia contra las mujeres y las niñas, produzca o permita la producción y difusión de discurso de odio sexista, discriminación de género o desigualdad entre mujeres y hombres, que cause daño a las mujeres y niñas de tipo psicológico, sexual, físico, económico, patrimonial o feminicida.

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Llama la atención que el neologismo "posverdad" haya sido designado como la Palabra del Año 2016. Esa fue la conclusión a la que arribó el Diccionario de Oxford. Por "posverdad" podemos entender la forma de contar la realidad, es decir, una narración en la que las emociones, pasiones, criterios subjetivos u opiniones plagadas de intersubjetividad, tienen más peso que los datos reales que rodean a la información que se brinda a través de los medios de comunicación social.

Así pues, como ejemplos de esa "posverdad" suelen citarse ejemplos muy precisos como el voto por el Brexit en Reino Unido y todo lo acontecido en las antepasadas elecciones en EE. UU. en donde fue proclamado Biden como Presidente. Estos hechos noticiosos se vieron altamente influenciados por el terrible poder de la era digital, amén del sectarismo, altamente violento y la polarización política, como es el caso, de países como Iraq o Egipto, y sin dejar de mencionar la estratégica ofensiva para reclutar de Daesh el autodenominado Estado Islámico.

No pocos analistas o estudiosos de la violencia mediática señalan que los usuarios o consumidores de la información mediática nos inclinamos más a buscar narrativas que confirman nuestra visión del cosmos y pocas veces, muy pocas veces, indagamos o profundizamos en las fuentes que se usan como fundamento o base para elaborar la información o hacer la noticia. Por ello, sin duda alguna, que el mayor desafío de la información del siglo XXI parece radicar en dos hechos incuestionables: 1. La manipulación de la verdad y 2. La proliferación de bulos o "fake news", cuyas consecuencias, las de estos, deviene en altamente alarmantes en los tiempos de crisis, si no valga citar los años de la "pandemia" que nos tocó vivir y que, aún, se siguen circulando temores de nuevas "pandemias". La lección de estas "pandemias" es que ponen de manifiesto los nuevos extremismos y de los férreos controles estatales.Panamá no escapó de esos controles abyectos y ruines en los que los medios de comunicación jugaron un papel acosador en contra de las libertades ciudadanas.

En la actualidad, la importancia que guardan los medios de comunicación radica en dos hechos indivisibles o inescindibles: 1. Por una parte, en la inserción que tienen en la vida cotidiana, es decir, cómo penetran o logran influenciar en la opinión pública, inclusive, causando juzgamientos o linchamientos mediáticos que, en no pocas ocasiones, resultan ser peores o más atroces que los auténticos juicios o juzgamientos penales, y 2. En que son "auténticos productores y distribuidores de significaciones y conocimientos acerca de la realidad", es decir, que tienen la capacidad de connotar y definir al sujeto, sus características, su personalidad, su forma de conducirse, sus acciones, etc., aun cuando en la realidad diste mucho, las personas, atacada en los medios, de ser definido con esas caracterizaciones. Ejemplos: Insistir en su culpabilidad y ser inocente; deformar su personalidad y presentarlo como un Barrabás o como una maquiavélica mujer, cuando su real forma propia de ser es todo lo contrario. Sin duda alguna, que los medios de comunicación se han metido, premedita y sigilosamente, de modo doloso, a mi juicio, tanto en la vida cotidiana de las personas, en su ámbito privado o particular, tan así que el estudio de dichos medios amerita que se le preste mucha atención al problema, máxime, si consideramos seriamente que es en los medios de comunicación social que se tejen nuevos conflictos y entramados sociales y que, a partir de sus discursos o noticias, se pretende reconstruir el sentido de lo "social". Vivimos, sin duda alguna, tiempos peligrosos de una sociedad maniqueada y orquestada desde la óptica y visual de los medios, sin sospechar que se trata de un mundo convulsionado y violento, sí, un mundo en el que la violencia mediática cuando se enfila o proyecta hacia alguien, termina aplastándolo o destruyéndolo, sean personas naturales, jurídicas, corporaciones, políticos, profesionales, en fin.

Como atinadamente sentencia Teus Adrianus Van Dijk: "(…) la mayor parte de nuestro conocimiento social y político, así como nuestras creencias sobre el mundo, emanan de las decenas de informaciones que vemos, leemos o escuchamos diariamente. Es muy probable que no exista ninguna práctica discursiva, aparte de la conversación cotidiana, que se practique con tanta frecuencia y por tanta gente como son el seguimiento de noticias en prensa y televisión". Se puede afirmar, en consecuencia y con toda la seguridad que es la prensa el medio por excelencia para obtener, con mayor detalle, información sobre los acontecimientos que ocurren día a día. El análisis del discurso de Teus Van Dijk radica, en lo sustancial, radica en el hecho de que su trabajo también se centra en el análisis de las estructuras, la producción y recepción de la información periodística referida a factores étnicos, racismo, identidad cultural, etc. Analiza la construcción discursiva de las diversas variantes de la expresión racista y de los prejuicios relacionados con las migraciones, la interculturalidad, etc. Estudia el discurso del poder y la fijación cognitiva de las creencias. Sus últimos libros tratan de contexto y conocimiento. Cfr. Racismo y Análisis Crítico de los Medios. Barcelona, Paidós, 1997.

Aceptémoslo, la información de la prensa, del periodismo auténtico, genuino, veraz, objetivo, académico, informativo, profesional, instructivo, educativo, objetivo, pareciera ser ya cuestión del pasado. Ahora reina el sensacionalismo, así sea que la información divulgada de "veracidad" no tenga absolutamente nada. Es así como "Una mentira dicha muchas veces termina teniéndose como verdad". Como bien ha sido dicho "Los discursos y las maneras en cómo estos se narran privilegian lo que supuestamente es o no interesante; determina, con ayuda de las narraciones, lo que puede ser del interés público".

Por todo lo anterior, coincidimos en la definición de la pretendida "Verdad Mediática", entendiéndola del siguiente modo: "(…) es todo aquello que es pensado y asumido como real, en especial lo que tiene la forma de un gran relato; dicha verdad termina por conformar modelos preferentes de comprensión del mundo, en los que, indudablemente, se potencian unos u otros aspectos, según las maneras de hacer el discurso, y no es de extrañar, entonces, que a través de la prensa se construyan discursivamente las realidades sociales, en la medida en que el lenguaje es constitutivo de la realidad institucional".

Esa misma "verdad mediática" genera, en no pocas ocasiones, como se ha visto, la violencia mediática, la cual se ejerce por cualquier persona física o moral, sean periodistas o corporaciones del periodismo, y que se valen de un medio de comunicación para producir y difundir contenidos que atentan contra la autoestima, salud, integridad, libertad y seguridad de las mujeres y niñas, que impide su desarrollo y que atenta contra la igualdad.

La violencia mediática es todo acto a través de cualquier medio de comunicación, que de manera directa o indirecta promueva estereotipos sexistas, haga apología de la violencia contra las mujeres y las niñas, produzca o permita la producción y difusión de discurso de odio sexista, discriminación de género o desigualdad entre mujeres y hombres, que cause daño a las mujeres y niñas de tipo psicológico, sexual, físico, económico, patrimonial o feminicida. Tratándose de violencia digital o mediática para garantizar la integridad de la víctima, el Ministerio Público, la jueza o el juez, deben ordenar, como ya existe en otras legislaciones, de manera inmediata, las medidas de protección necesarias, ordenando, vía electrónica o mediante escrito, a las empresas de plataformas digitales, de medios de comunicación, redes sociales o páginas electrónicas, personas físicas o morales, la interrupción, bloqueo, destrucción, o eliminación de imágenes, audios o videos relacionados con la investigación previa satisfacción de los requisitos de Ley". En este caso se deberá identificar plenamente al proveedor de servicios en línea a cargo de la administración del sistema informático, sitio o plataforma de Internet en donde se encuentre alojado el contenido y la localización precisa del contenido en Internet, señalando el Localizador Uniforme de Recursos. La autoridad que ordene las medidas de protección deberá solicitar el resguardo y conservación lícita e idónea del contenido que se denunció de acuerdo a las características del mismo. Las plataformas digitales, medios de comunicación, redes sociales o páginas electrónicas darán aviso de forma inmediata al usuario que compartió el contenido, donde se establezca, de forma clara y precisa, que el contenido será inhabilitado por cumplimiento de una orden judicial.

En Panamá, el artículo 270 del Código Procesal Penal, bien podría dar cabida a la tutela de las mujeres víctimas de violencia mediática, toda vez que se permiten o prescriben las medidas conservatorias innominadas cuando existan motivos justificados para temer que, mientras dure el proceso, puedan continuar las situaciones que facilitan la comisión del delito o para prevenir los efectos del delito. La violencia mediática en contra de ninguna mujer podrá, jamás, tener justificación alguna. Su rol preponderante, en la familia y la sociedad, su fundamental e insuperable protagonismo en la raza humana, ser creador y dador de vida, hacen de ella un ser digno de todo merecimiento positivo y de la más elevada dignidad y respeto, sin desmedro de la plena vigencia de sus derechos constitucionales, legales y convencionales. ¡Dios bendiga a la Patria!

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