Editorial
Crisis del PRD
El Partido Revolucionario Democrático (PRD) atraviesa uno de sus peores momentos. Cada vez se profundiza más el forado interno abierto por su posición servil ante el Gobierno. El Movimiento de Bases Torrijistas y Refundación del PRD marcan el cisma que desgarra por dentro el PRD por su posición política. Las bases torrijistas critican acremente la distorsión ideológica de un partido que por mandato del general Omar Torrijos fue fundado para implantar la justicia social, pero que actualmente se ubica dentro de la derecha liberal. Los perredistas del otro sector cismático se agitan para que el PRD recupere su rol de partido de oposición y no continúe como socio mercantil del panameñismo, partido históricamente antagónico a sus principios ideológicos. Los directivos del CEN, expresidentes de la República y exministros, evaden tocar el tema tabú de la derechización del partido que surgió como una variante panameña de la social democracia latinoamericana. Tampoco opinan sobre la creación de los dos sectores internos que flagelan la línea del pacto de gobernabilidad con el gobierno panameñista y coinciden en exigir la refundación socialista del PRD.
Se menosprecia la insurgencia de dos grupos que adversan la línea del partido, evaluando el cisma como obra de pequeños grupos de resentidos que no expresan los sentimientos de la mayoría. La repartición de puestos públicos a perredistas en diversas instituciones como la Contraloría General y en ministerios e instituciones autónomas pretende silenciar el descontento de las bases, dándole sesgos clientelistas al cisma ideológico. Alega la vieja y la nueva guardia del PRD que han remontado positivamente la derrota de las elecciones de mayo, logrando formar parte del actual gobierno que necesita los votos de los diputados para poder aprobar leyes y nombramientos burocráticos. Sin embargo, los impugnadores de la línea perredista van a las raíces de la segunda derrota electoral y no solamente al apoyo legislativo al pacto de gobernabilidad, que es la tabla de salvación del régimen panameñista.
En otras palabras, los cismáticos conceptúan que Juan Carlos Navarro no debió ser el candidato presidencial del PRD por su origen pequeñoburgués, ni Balbina Herrera por los anticuerpos éticos que genera dentro de las filas del partido. Quieren otra dirigencia para refundar el PRD, permitiendo la insurgencia política de nuevas generaciones y adversar el retorno de candidaturas de Ernesto Pérez Balladares, Martín Torrijos y otros dirigentes de la derecha liberal, que entregaron las comunicaciones y la producción de energía eléctrica a trasnacionales europeas. Quieren, en resumen, que el parque jurásico de políticos del PRD se retire de contiendas electorales internas y externas, para refundar la organización con sangre nueva que la reoxigene con una visión crítica de la sociedad panameña.
El debate interno por las derrotas de Balbina Herrera y Juan Carlos Navarro se ha exacerbado con el pacto de gobernabilidad. La dirigencia manejada por Mitchell Doens, Sánchez Cárdenas y otros responsables de las dos catástrofes electorales no investigó las causales profundas de la pérdida de identidad ideológica y del rechazo sucesivo de votantes, que en el pasado firmaron papeletas de candidatos PRD. El cisma se ha formalizado por el colaboracionismo a un gobierno con el cual hay divergencias. Los grupos cuestionadores afirman que el PRD es una maquinaria electorera puesta al servicio de una élite desprovista de justicia social.
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