Crítica y humor al ritmo del son
- Eliécer Navarro
Con Cantares del Subdesarrollo, la última producción musical de Rubén Blades que ganó un Grammy en el 2010, el artista desafía con éxito a la crítica. Después de cinco años de servicio público, Blades reaparece con una grabación hecha en el garaje de su casa en Los Ángeles, en que él toca casi todos los instrumentos, canta, hace los coros e interpreta un viejo tres como homenaje a la música cubana.
Es raro que la industria musical le haya otorgado un Grammy a este CD, logrado de forma tan básica, que es una crítica a los elementos tecnológicos que despliegan las casas musicales, para la grabación, la publicidad y el “marketing” con los que arropan a los artistas de hoy.
Blades recibió apoyo del músico Walter Flores en la edición, mezcla y masterización para la creación de un disco compacto excepcional. Como compositor se basó en el son cubano, a distintas velocidades para musicalizar sus diez canciones. Una vez más, logra capturar la esencia popular de los barrios latinos. El artista tiene la virtud de caer parado en cualquier lado; los colombianos, los venezolanos, los puertorriqueños, los nicaragüenses, los neoyorquinos, por supuesto los panameños, y muchos otros países entienden los mensajes que lanza Blades.
La primera canción, “Las Calles”, la acompaña un “tercio” impertinente con voz aguardientosa. Allí empieza la jodedera entre los amigos que, chupando, acompañan las interpretaciones a lo largo del CD.
La segunda canción es una ácida crítica política a toda Latinoamérica: “País Portátil”.
Se vende un país portátil, con su autoestima en el suelo, con un enorme complejo que lo hace antinacional. Es un lugar sin memoria, donde ya nada sorprende, viva el crimen indultado o a un charlatán presidente.
La letra de la canción cambia al final, cuando aconseja a la población “Esta es tu raíz, defiende al país”, y dice que “recoge toda tu historia, nuestra colectiva memoria”, y termina con la máxima: “No te compran, si no te vendes.
La tercera pieza, “El Tartamudo”, está llena de un atrevido humor y narra magistralmente la historia de un optimista olímpico, con una erección magnífica, que se interna a buscar amor fiao, por una calle que lleva el nombre de un líder histórico que de noche se llena de prostitutas histéricas de nombres bíblicos. ¡Hilarante! En esta canción no se salvan de las críticas los taxistas, abogados y mucho menos las proletarias del sexo.
En “Segunda Mitad del Noveno”, Blades vuelve a buscar, como otras tantas veces en su carrera, el apoyo del ritmo del guaguancó para mostrar una letra notable en la que utiliza términos del béisbol para mencionar la encrucijada del ser humano en el momento de su retiro. Es muy singular que Rubén recuerde a los famosos locutores de aquellas series de la pelota del Caribe Buck Canel y el Musiú La Cabalerí.
En “Moriré”, Rubén cambia la voz y hace un dúo con él mismo, en la figura de Medoro con una voz más grave. ¡Magistral y sabroso! “Bendición” es otro sabroso son dedicado a la protección que la gente urbana pide a la Virgen cuando sale a la calle.
Blades termina su repertorio con “Símbolo”, una canción dedicada al Canal de Panamá, al que él, como muchos de nosotros, considera la imagen de nuestra nacionalidad. Canaleros así nos ven en todos lados.
Blades tresero, bongosero, percusionista, compositor, innovador, creativo, hace un homenaje a la música cubana y a la gente de los barrios, sin despegarse de sus críticas sociales y sus rasgos nacionalistas. Como premio, ganó otro Grammy.
Para comentar debes registrarte y completar los datos generales.