dia-d
De vuelta a La isla de los Aullidos
Ernesto Endara - Publicado:
Ala Isla de los Aullidos llegaron 195 millones 769 mil 821 criminales (este paréntesis forzoso aclara, antes de seguir adelante, que eran de ambos sexos, mejor dicho, de todos los sexos), narcotraficantes, armeros, tracaleros, cerradores de calles sin causa válida, mercaderes inescrupulosos, violadores, cazadores deportivos, horoscoperos, maricas (los venenosos), siete machos de cantina, envilecidos secuestradores, curas pederastas, torturadores de todos colores, terroristas (sin excepciones), vilipendiadores profesionales; renacuajos y sapos de la política corrupta; envidiosos ictéricos, periodistas chambones, aparadores, tramposos de toda laya, escandalosos, bravucones, pedorros crónicos, hipócritas luciferinos, cagasantos hipocondríacos, tumbaárbolesporgusto, borrachos babosos, coimeros, felones, escritores agrios y sin gracia, santurrones cogedores y sus cogedoras santurronas; estudiantes estúpidos que destrozan escuelas; tratantes de blancas, negras y amarillas; vagos patanes, andaveidiles; choferes irresponsables, estúpidos como ellos sólos; especuladores, vendedores de alimentos y medicinas vencidas, y todos aquellos cuyos actos olieran a podrido.Te diré: se salvaron los falsificadores porque falsificaron documentos de buena conducta.Se necesitaron dos años y quince viajes de la flota de 400 barcos Liberty de la Segunda Guerra Mundial para transportarlos a todos y subirlos a la isla por teleféricos improvisados.Al globalizar la criminalidad, el mundo se desinfló con tanta maldad y estupidez desterrada.Pero ya sabemos cómo es la Naturaleza, no tardó ni cinco años en reponerse (¿reponerse será la palabra?) y volver a producir especímenes peores y más hediondos.Pero no hablaré de eso, sino de lo que sucedió en La Isla de los Aullidos.El infierno de Dante sería un hotel De-ca-me-nor comparado con la Isla de los Aullidos tras la llegada de aquellos turistas forzados.El mundo se puso una venda (como cuando Hitler exterminaba a los judíos) y no quiso mirar a ese lado del mar.A los aullidos del viento se sumó el aullido de los feroces isleños recién llegados.Y no aullaban por bailar tamborito.¡El terror y la sangre inundaron toda la isla!Los sobrevivientes de la salvaje carnicería, apenas doscientos mil, se dispersaron y formaron colonias.La catarsis del espanto les enseñó ¡al fin! a vivir en paz.¡Vaya manera de aprender!No me remitas a Freud ni al libro de los sueños.Aquí no hay número de lotería, ni moraleja, ni mensajes del subconsciente.Se trata solamente de mi sueño que anda buscando un libro donde meterse.