Soliloquios
El irresistible aroma del tenteallá
«En tiempos de engaño universal, decir la verdad se convierte en un acto revolucionario» Orwell Cuando mi mamá quería esfumarme rápidamente, me enviaba con
«En tiempos de engaño universal, decir la verdad se convierte en un acto revolucionario» Orwell
Cuando mi mamá quería esfumarme rápidamente, me enviaba con la tía Rosa para que me diera un poco de “tenteallá”, así hablaría con la visita sobre temas prohibidos para mis oídos. La tía Rosa jamás me defraudó, siempre tenía en su cocina algo rico en marcha y yo me convertía en probador oficial. Una vez un amigo me vio salir de casa y me preguntó adónde iba. Le dije que la tía Rosa me iba a dar un poco de tenteallá. Se echó a reír y me dijo que era un tonto, pues el tenteallá es dos palabras pegadas: tente allá, que mi madre seguramente me mandaba a un exilio disfrazado. Al precoz amigo casi le da un infarto cuando me vio bajar de la casa de tía Rosa con un “chocao” con buco queso blanco que trinaba de sabor.
A veces paga ser crédulo.
Ya viejo, la sola palabra tenteallá me haga evocar tiempos dulces. ¿Por qué no ponen a un dulce tan dulce nombre?
—Aguanta ahí –me dice Tito Piedra–. Ahora el mundo nos receta algo más sabroso que el tenteallá: la corrupción. Me derriten las ganas de probar aunque sea una tajadita de corrupción. ¿A qué sabrá? Debe tener gloriosos sabores. Puede ser corrupción Gallo Pinto, del chef Pimpinela, o una Hilacha estilo Otorrino, o Hayacas al Huguette. En Panamá sancochos al chellus. En América latina abunda el tamal político. Buen nombre: ta mal. «¿Que tá mal lo que haces? ¡Carajo!, abre la boca y traga». Envuelto en hojas verdes, color dólar. Si el Ajiaco de Escobar –sopón de coca y dólares– te caía mal, te purgaba con una bomba.
Tito coge aire, meto mi cuchara:
—El dólar es el ingrediente usado en la corrupción. Pero, un dólar sabe a diablo.
—¡Cállate, idiota! no hablo de un insípido dólar. El banquete de la corrupción son bangañadas de dólares. Nadie se harta.
—No hables así, Tito. La corrupción es golosina peligrosa. Arriesgas tu nombre y tu libertad.
—Quiero probarla. Esa melcocha de maravilla. Pronto será lo normal. La policía visitará tu casa y exigirá: «A ver, probemos su corrupción». Como te ocurra decir que no tienes, que no te han dado la receta, te llevarán por la relinga ante el juez: «Su Señoría, este tonto peligroso con su estúpida honestidad atenta contra nuestra sagrada sociedad de corruptos».
—Por favor, Tito, vete a fumar tu quenque a otro lado.

Para comentar debes registrarte y completar los datos generales.