Es mejor pedir perdón que pedir permiso
- Mónica Miguel Franco (Antropóloga y Actriz)
Las mujeres de hoy en día, esas que se pasan el día rogando por una parcelita para poder pacer a gusto, deberían recordar este refrán. Que no digo yo que no sea cierto que el género femenino, en general, no hayamos estado pelín jodidas (en más de un sentido) durante la mayor parte de la historia de la humanidad, pero señoras, las mujeres que de verdad han querido (y han tenido con qué) destacarse y hacer lo que les picaba, lo han hecho. En muchos casos sin pedir la aquiescencia previa de los hombres.
¿Ustedes creen que Tomoe Gozen, una guerrera que valía por mil, que estaba dispuesta a confrontar a un demonio o a un dios, a caballo o a pie; que domaba caballos salvajes con gran habilidad y cabalgaba por peligrosas pendientes sin rasguño alguno, iba a pedir permiso a los hombres para lograr los derechos que le diera la gana? ¿Recuerdan ustedes a Plutarco cuando contaba que Kinomara, la gala, al informarle a su marido que un tipo la había violado, le enseñó también la cabeza del ofensor, cortadita y lista para empalar? Boudica perdió la guerra, pero les dio las suyas y las del pulpo a los romanos por un par de años. Cleopatra usó todas las armas que tenía, (incluyendo las femeninas) para mantener su trono y su reino fuera de las garras de los hombres, y no pidió perdón por ello, ni se avergonzó. Leonor de Aquitania, Catalina la Grande, Isabel I, Isabel la Católica, la reina Victoria, la emperatriz Tzu Hsi, ejercieron el poder sin miedo y con dos tetas puestas en su sitio. Que los judíos, en algunos momentos de su historia bíblica han tenido que agradecerles mucho a algunas mujeres, miren sino a la prostituta Rajab que les entregó Jericó mientras los trompetistas hacían ruido para distraer, o a Esther, que fue la única que tuvo los redaños para cortar por lo sano el problemita que tenían.
Sojourner Truth fue una residente permanente de la verdad. Harriet Beecher Stowe fue la pequeña mujer que escribió un libro que inició una guerra que cambió el mundo. ¿Creéis que Murasaki Shibiku pidió permiso para escribir? Currer Bell, George Sand y George Elliot fueron mujeres (por si alguien lo dudaba).
No se crean que las mujeres no podemos darles sopas con honda en otros terrenos, Ada Lovelace (que, por cierto, fue hija de Lord Byron) fue pionera en el campo de la programación y la computación. Nadie (ni mujer, ni hombre, ni perro) ha conseguido superar los dos Nobeles (de física y de química) de Marie Curie. A Grace Murray la nombraron ‘Hombre del Año’ por desarrollar el primer lenguaje de programación, ¿de verdad creen que exigió que el discursito que le dedicaron tuviera un lenguaje no sexista?
Se me acaban las líneas para seguir dando nombres, fechas, logros, mujeres de verdad, de carne y hueso, que vivieron y sufrieron las miserias de sus respectivas épocas, que aguantaron a sus hombres y criaron a sus hijos y que, en vez de escudarse en el ‘no hago nada porque no me dejan’, ‘porque la sociedad es machista’, porque dicen ‘los niños’ en vez de decir ‘los niños y las niñas’, tiraron para adelante, siguieron sus instintos, se plantaron sobre sus dos pies y dejaron su huella, profunda e indeleble.
Esas son mujeres de verdad, que se visten por los pies y a las que les importa un carajo que los y las gilipollas y gilipollos hablen.
Y nunca participaron (estoy segura) en una manifestación el ocho de marzo.
Para comentar debes registrarte y completar los datos generales.