La pluma paranoica
Fault Line, la octava novela de Barry Eisler y su primera propuesta fuera del territorio de su sicario John Rain, comienza con escenas inusuales en este autor. Conocemos a Alex Treven, un joven abogado de Palo Alto cuya principal ambición es que lo inviten a ser socio en la firma Sullivan, Greenwald, Priest & Savage, en la que trabaja, meta que está a punto de lograr gracias a la patente que está tramitando para un joven programador que ha desarrollado un programa de criptología que revolucionará a Silicon Valley. Asistiendo a Alex en este caso está Sarah Hosseini, una atractiva y exótica colega de ascendencia iraní con la cual secretamente aspira a entablar un romance.
Es curioso ver cómo Eisler se defiende con una premisa que tradicionalmente tendría su hogar en las páginas de John Grisham o Brad Meltzer. Sin embargo, después de un puñado de capítulos, la novela empieza a girar rumbo a los terrenos usuales de su autor. El día de una importante reunión con inversionistas, el cliente de Alex es asesinado. Poco después, descubre que su contacto en la oficina de patentes también ha muerto enigmáticamente, y esa misma noche un hombre armado irrumpe en su residencia y Alex apenas logra escaparse con un poco de ingenio y una tonelada de suerte.
Ante semejantes incidentes, Alex contacta a su hermano mayor, y a partir de ese momento Ben Treven pasa el resto de la novela peleándose el protagonismo con Alex. Esto resulta acertadamente simbólico, ya que la relación entre los hermanos Treven es el eje emocional de la obra; tras pasar años incomunicados, las circunstancias extremas que los reúnen obligarán a Ben y Alex a confrontar las tragedias que destrozaron a su familia en su adolescencia y a desenterrar el confuso resentimiento que los transformó en desconocidos.
En Ben Treven descubrimos a un personaje “eisleresco”: Lo conocemos en Estambul, en donde asesina a dos científicos nucleares de Irán bajo instrucciones del Gobierno de Estados Unidos, para el cual trabaja como elemento de enlace militar. Ben es el especialista por excelencia para operaciones clandestinas que hacen caso omiso a leyes y escrúpulos a la hora de neutralizar una amenaza a su nación. Ben es un experto en seguridad, defensa personal y en tácticas ofensivas que aprendió en los Rangers y en las Fuerzas Especiales y Delta, y hasta avala nononesenseselfdefense.com, un sitio web al cual el autor favorece. A diferencia de John Rain; sin embargo, Ben Treven es un personaje mucho más próximo al lector.
En Fault Line, los hermanos Treven tendrán que aprender a convivir, si pretenden sobrevivir a la conspiración que ha brotado en torno a un software aparentemente inofensivo, y su difícil relación se complica por la presencia de Sarah, quien se convierte en un vértice contencioso al ganarse la desconfianza automática de Ben. A través del mayor de los Treven, Eisler parece reprochar la tendencia estadounidense a generalizar perfiles raciales sobre los originarios del Medio Oriente. De hecho, la novela presenta un subtexto político contemporáneo que la distancia de los libros de John Rain. Si bien Eisler nunca debilita su historia con ejercicios moralistas, entre líneas quedan claras sus opiniones y su pasión por los temas que aborda, valiéndose de personajes opuestos que a través de discursos arquetípicos delinean las ventajas y desventajas de asumir posiciones proactivas en contra del terrorismo, y preguntan cuántas libertades individuales vale la pena sacrificar para garantizar la seguridad colectiva.
La mayor debilidad de la obra proviene de que no escoge un bando entre estos argumentos— simplemente los plantea nítidamente y luego continúa con la aventura de los Treven, lo cual no es necesariamente un defecto.
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